Conceptos clave de la crítica de Marx a la economía política clásica
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La plusvalía y la tasa de explotación
La plusvalía es el valor que el trabajo no remunerado del trabajador asalariado crea por encima del valor de su fuerza de trabajo y del que se apropia gratuitamente el capitalista. Al obrero no se le paga por lo que produce, sino en arreglo a lo que él vale (según su especialización, según las condiciones medias del país en el que vive y en arreglo a ciertas oscilaciones por la oferta y la demanda de ese puesto de trabajo). Pero el obrero, al que se le paga un salario por vender su fuerza de trabajo, produce riqueza por un valor que supera en mucho el salario que él recibe. Su fuerza de trabajo es una mercancía más (y como tal es tratado el obrero y por extensión el resto de las clases populares).
La tasa de plusvalía es la forma capitalista de la tasa de explotación, es decir, la proporción de trabajo excedente con respecto al trabajo necesario. La magnitud de la tasa de plusvalía es determinada por tres factores: la duración del día de trabajo, la cantidad de productos que entran en el salario real y la productividad del trabajo. La plusvalía se descompone en ganancia, interés y renta del suelo. Obviamente, la plusvalía no es igual a beneficio, pues de la plusvalía el capitalista tiene que descontar toda una serie de gastos que desembolsa en el proceso productivo y de comercialización de la mercancía. La tasa de plusvalía expresa el grado de explotación del trabajo por el capital. El cociente entre la plusvalía y el tiempo de trabajo incorporado en los bienes salariales (salario) se define como tasa de explotación.
La tasa de ganancia y las crisis del capitalismo
La tasa de ganancia mide la rentabilidad del capital total invertido. La tasa de ganancia depende de la tasa de explotación; al aumentar esta, aumenta la tasa de ganancia. La práctica de la producción capitalista hace que la competencia exija de cada capitalista individual integrar dentro del proceso productivo los últimos adelantos en maquinaria y tecnología que ofrece el mercado. De esta manera, las inversiones en capital fijo, es decir, en medios e instrumentos de producción, se elevan. A corto plazo, esto permite producir más mercancías, pero hace disminuir la tasa de ganancia en la medida que aumenta la composición orgánica del capital (materiales).
Marx interpreta las crisis del capitalismo como un indicio del colapso final. La clase capitalista ha generado a la clase proletaria que terminará por exterminarla. Marx prevé una transición de la dictadura del proletariado en la que la clase proletaria se apoderará del Estado y de los medios de producción, que estaban en manos de los capitalistas, para conducir a la sociedad a la organización comunista. A juicio de Elster, la afirmación de Marx es insostenible, dado que las innovaciones tecnológicas han ahorrado tanto capital constante como trabajo. Reducir las inversiones de capital variable (porción del capital invertida en fuerza de trabajo) no es directamente proporcional al aumento del capital constante (masa de capital invertida en medios de producción). Según Elster, Marx no defendió de manera consistente que la tasa de explotación permanece constante.
Exposición elemental de la crítica marxiana de la economía política clásica
La economía política clásica es una ciencia positiva, pero no crítica: se ocupa de estudiar el funcionamiento de los mercados en la producción de capital, pero no critica la situación de trabajo alienado del proletario. Estudia las leyes económicas como si fueran leyes naturales (en realidad, las leyes económicas son históricas). El modo de producción capitalista tuvo un origen y tendrá un fin. Las crisis del sistema capitalista son consecuencia de la contradicción entre la lógica de la producción y las relaciones de producción, que terminará llevando a este sistema al colapso.
El valor de la mercancía y el trabajo socialmente necesario
Marx parte de la base de que el valor de una mercancía está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirla. Este trabajo socialmente necesario se refiere al trabajo humano abstracto, es decir: gasto de esfuerzo físico y mental humanos, independientemente de las características concretas del trabajo. Sin embargo, no todas las personas trabajan igual, sino que su trabajo depende de su edad, de su experiencia, su habilidad, etc. Si el valor de una mercancía dependiese únicamente del tiempo individual que ha costado producirla, se llegaría a una situación absurda: cuanto más lento se trabajase, tanto más aumentaría el valor de la mercancía resultante. Así pues, el valor de cambio de una mercancía no es igual al trabajo individual, sino al trabajo socialmente necesario para producirla, siendo esto la cantidad de trabajo necesario en condiciones medias de productividad en una determinada sociedad y en una determinada época. Todos los bienes producidos por trabajo social, en un régimen de intercambio, adoptan forma de mercancías y toda mercancía tiene que tener un valor de uso. Toda mercancía se intercambia en el mercado por dinero, adquiriendo así un precio determinado. La oferta y la demanda hace variar los precios, pero no explican el nivel en torno al cual oscilan los precios, que solo se puede explicar por los gastos de producción (el trabajo necesario para producir una mercancía determina el valor de trabajo, el cual es la base del precio de cualquier mercancía).
El fetichismo de la mercancía y el dinero
La expresión del valor de una mercancía mediante otra mercancía se denomina forma del valor. El valor es una propiedad inmanente (no trascendente) a la mercancía, y como tal carece de forma objetiva. La objetividad del valor solo puede presentarse en la relación de cambio de una mercancía con otra. El dinero es la mercancía por la que se cambia la mercancía producida por el trabajo socialmente necesario, se convierte así en un medio de pago. El poder del dinero no es más que la manifestación del poder de las mercancías sobre los hombres. El poder de las mercancías sobre los hombres en la economía de mercado fue denominado por Marx como fetichismo de la mercancía (y el fetichismo del dinero es una de las peores formas del fetichismo de la mercancía). Este fetichismo no desaparece prohibiendo el dinero, si no corrigiendo las relaciones de producción que produce el trabajo alienado, lo que se consigue aboliendo la propiedad privada y el mercado como regulador de los precios y estableciendo una economía planificada.