El Cogito: Reflexiones sobre la existencia y la realidad

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El Cogito

Al prescindir de los conceptos nacidos de los sentidos, e igualmente de los elementos simples que define la mente (figura, extensión, movimiento), no queda nada; nada puede decirse con certidumbre a excepción de que no hay nada de cierto en el mundo, o mejor, que ni siquiera hay mundo. Pero si podemos fingir que no hay ciencia alguna, y por consiguiente tampoco mundo alguno, no podemos fingir que no existe el sujeto que piensa en todo ello. Por tanto, la proposición “yo pienso, yo existo”, es necesariamente verdadera. Descartes quiere decir que, incluso si nunca hubiera sentido, ni percibido ni imaginado ningún objeto real existente, fuese parte de su cuerpo o exterior a su propio cuerpo, no por ello dejaría de ser verdadero que le parece imaginar, percibir y sentir, y en consecuencia, que tiene esas experiencias, en la medida en que son procesos mentales.

Descartes observa que “del hecho de que pienso que ando puedo perfectamente inferir la existencia de la mente que lo piensa, pero no la del cuerpo que anda”. Puedo soñar que estoy caminando, y para soñar tengo que existir; pero de ahí no se sigue que camine realmente. El proceso de la duda metódica ha conducido a Descartes a poner en tela de juicio la existencia de la realidad exterior a la propia mente. Se denomina idealismo a la doctrina que afirma que no se puede demostrar la existencia de la realidad exterior, es decir la realidad de las cosas, pues de lo único que podemos estar seguros es de nuestras ideas y en principio no tenemos garantías de que nuestras ideas se correspondan con cosas, es decir, que no sean fruto de una especie de delirio de la mente. A partir de Descartes se inicia un giro idealista en la historia de la filosofía y de la ciencia.

La sustancia. El dualismo cartesiano

Descartes considera que nada pertenece a la esencia de su yo excepto que es una cosa pensante e inextensa, mientras que, por otra parte, tiene una idea clara y distinta del cuerpo como una cosa extensa y no-pensante. De ahí se sigue que “ese yo es entera y absolutamente distinto de mi cuerpo, y puede existir sin éste”.

El hecho de que Dios no sea engañador no elimina todas las posibilidades de error. Es preciso utilizar el Método para formar concepciones claras y distintas acerca del mundo material. El último recurso a Dios no nos devuelve todo lo que fue eliminado en la Duda. La reflexión filosófica ha hecho muy diferente la noción de cómo es el mundo físico cuya existencia en último término se afirma. La concepción clara y distinta de la materia como sustancia extensa implica que sólo podemos considerar propiedades objetivas de los cuerpos físicos las denominadas cualidades primarias: volumen, forma, movimiento. Deberemos descartar, en cambio, las denominadas cualidades secundarias (color, sabor, olor y todas aquellas propiedades que se entiendan en términos perceptivos).

Descartes define la sustancia como una cosa existente que no requiere más que de sí misma para existir. Pero esta definición, si se entiende en su sentido literal, solamente tiene aplicación a Dios (sustancia infinita). Si pensamos en la sustancia solamente en su aplicación a las criaturas, podemos ver que hay dos clases de sustancias, las pensantes y las corpóreas, que son definidas como cosas que solamente necesitan del concepto de Dios para existir. Pero lo que percibimos no son sustancias como tales, sino atributos de sustancias.

Certeza y verdad

Certeza: cualidad subjetiva que se atribuye a la creencia del sujeto y expresa la seguridad que el sujeto muestra ante el enunciado en cuya verdad cree. En Descartes es sinónimo de evidencia y se contrapone a la duda y la opinión.

Verdad: Es la conformidad entre lo que se dice, piensa o cree y la realidad, lo que es o lo que sucede. Para Descartes es la meta indiscutible del conocimiento y el objetivo de su filosofía: aprender a distinguir entre lo verdadero y lo falso. Para ello necesita encontrar una verdad primera o básica que aparezca como evidente.

Sustancia: es aquello que existe de tal modo que no precisa de ninguna otra cosa para existir. Así pues, sólo Dios es verdaderamente sustancia para Descartes; pero también, con existencia recibida de Dios, son sustancias la extensa (cuerpo) y la pensante (alma).

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