Cicerón: Vida y obra del famoso orador romano

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Nació en Arpino, pequeña ciudad del sur del Lacio, de una familia de clase media; recibió su formación en Roma y la completó en Grecia. Vive en el medio siglo final de la república, época de grandes convulsiones internas: guerra civil entre Mario y Sila, rebelión de Espartaco, guerra contra los piratas, conjuración de Catilina, guerra civil entre César y Pompeyo; sucesos todos, que le tocan de cerca, interviniendo decisivamente en algunos de ellos. De hecho, fue protagonista directo de la conjuración de Catilina, que él hizo fracasar; en la guerra civil estuvo del lado de Pompeyo; César, vencedor, lo perdonó, pero él se retiró entonces a la vida privada para dedicarse a la redacción de su obra filosófica.

Tras el asesinato de César, Cicerón, ardiente republicano, creyó erróneamente que era posible la plena restauración de la república; vuelve, pues, a la palestra política pronunciando sus “Filípicas” contra Marco Antonio, que había recogido la herencia de César; esto le costó la vida a manos de sicarios de aquél, que, tras darle muerte, clavaron su cabeza en una pica y la pasearon por el foro.

Cicerón, aunque cultivó diversos géneros literarios, descolló, sobre todo, en el campo de la elocuencia, en sus dos ámbitos: el de la retórica y el de la oratoria.

El intento de dividir en periodos la producción ciceroniana es más fácil en el caso de las obras retóricas; se pueden establecer tres momentos: 1º, “De inuentione” (81-80), 2º, “De oratore” (55), 3º, “Brutus” y “Orator” (46).

De los más de treinta discursos que conservamos de Cicerón, comentaremos, someramente, sólo los más importantes:

Las “Verrinas”. Cuando los sicilianos acusan de concusión y extorsión a su ex–gobernador Cayo Verres, encomiendan a Cicerón la defensa de sus derechos, mientras Verres era defendido por Hortensio. Cicerón escribe siete discursos demoledores, pero parece que sólo publicó los dos primeros, pues el acusado, viéndose perdido, se desterró voluntariamente. Estos discursos, obra maestra de la oratoria por la solidez argumental y la brillantez de expresión, dispararon definitivamente a Cicerón hacia la fama. Las “Verrinas”, en cuanto son discursos pronunciados ante un tribunal, pertenecen a la oratoria forense.

De lege Manilia” o “De imperio Cn. Pompei”. Apoya Cicerón una propuesta de ley para que se conceda a Pompeyo el mando supremo de las tropas romanas en la guerra contra Mitrídates, rey del Ponto. Este discurso, que anuda la amistad entre el orador y el general, contiene el mayor elogio conocido de las cualidades militares y personales de Pompeyo y ha sido considerado como el manual del general. Aunque es un discurso representativo de la oratoria deliberativa, hay en él pasajes de tono epidíctico.

Las “Catilinarias”. Catilina, candidato al consulado junto con Cicerón, no es elegido y trama una conjuración para hacerse con el poder, incluyendo en ella el asesinato de Cicerón. Este, al tanto de todas las maquinaciones por la información que recibe de uno de los conjurados, pronuncia contra Catilina cuatro discursos, el primero de ellos ante el propio Catilina, al que señala acusadoramente una y otra vez. La actuación del Arpinate le acarreó una gloria apoteósica y el apelativo de “padre de la patria”; pero esta misma actuación, en la que mandó ejecutar a los cómplices de Catilina sin concederles el derecho de apelar al pueblo, le había de ser más tarde funesta, ya que en ella se basará su mortal enemigo Clodio para enviarlo al destierro.

Pro Milone”. En defensa de Milón, que había dado muerte a Clodio en un encuentro callejero entre bandas rivales, de las que ellos eran los respectivos jefes. Cicerón asume con entusiasmo la defensa de quien había trabajado con gran energía por su regreso del exilio, pero el ambiente tenso del foro y los gritos e intimidaciones de los partidarios de los dos cabecillas hicieron titubear al gran orador y Milón acabó exiliado en Marsella. El discurso que conservamos fue rehecho por Cicerón en un medio más apacible y, cuando se lo envió a su cliente, éste le contestó irónicamente que por suerte no había sido ese el pronunciado en el foro, pues en ese caso no hubiera podido degustar los sabrosos barbos de su retiro marsellés.

Pro Archia poeta”. Toma como pretexto la defensa del poeta griego Arquías, al que se acusaba de usurpación del derecho de ciudadanía, para hacer un encendido elogio de las letras en general y de la poesía en particular.

Pro Marcello” y “Pro Ligario”. Tras el triunfo de César, Cicerón, perdonado por haber militado en el bando contrario, pronunció algunos discursos en defensa de personajes que, como él, habían sido enemigos del dictador; entre ellos destacan los dos citados. Cicerón apela a la “clementia” cesariana, de la que hace un desmedido elogio.

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