Beethoven y Schumann: Reflexiones de Dos Músicos Románticos sobre su Arte

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Muchos músicos románticos meditaron y escribieron sobre su arte: Beethoven, Hoffmann, Berlioz, Weber, Schumann, Liszt, Wagner, etc. Sus escritos constituyen un documento de máximo interés con vistas a trazar la línea sobre la que se perfiló la historia de la estética musical durante el Romanticismo.

Ludwig van Beethoven (1770-1827)

Su obra, su vida, su destino desafortunado, se han transformado en símbolos del Romanticismo y han alimentado una vasta literatura que, a menudo, ha mitificado su figura. El ideal de la música y el músico románticos hallan en Beethoven el modelo más perfecto. Dejó sus cuadernos de conversación y un rico epistolario como testimonio de sus pensamientos. Él vivió el periodo de transición del Iluminismo al Romanticismo. Beethoven leía a filósofos, poetas, historiadores, críticos; su saber era mucho más extenso que el que correspondía a un músico de cultura normal.

En una carta de 1809 a unos editores a los que solicitaba una buena cantidad de libros, escribía: “...me he esforzado, desde la infancia, en comprender el pensamiento de los mejores y de los más sabios de cada época. Debe avergonzarse el artista que no se sienta culpable por no llegar, al menos, hasta ahí”. La música ha de comprometer al hombre en su totalidad; la condición del artista no puede ser otra que la libertad absoluta con respecto a cualquier vínculo moral y material. Beethoven insiste en la exigencia de insertar la música en el tejido vivo de la cultura.

Se puede decir que sus maestros en filosofía fueron Kant y Schelling. El primero lo fue por cuanto respecta a su rigor moral. Extrae de Schelling su concepto del arte como revelación del Absoluto, como encarnación de lo infinito. Beethoven reconoce a la música la más elevada función unificadora y valor de mensaje eterno; en la música vive “una sustancia eterna, infinita, que no es del todo aprehensible”.

En una carta de 1801 escribía: “En el mundo debería haber una organización que se ocupara de la venta del arte; el artista simplemente, enviaría allí sus obras y, a cambio, se le daría tanto dinero como precisara para sus necesidades”. En 1809 afirmaba: “Debe de ser la finalidad y la aspiración de todo verdadero artista procurarse una posición que le permita, sin verse molestado por otros deberes o preocupaciones de carácter económico, entregarse a la composición de grandes obras que pueda ofrecer al público”.

En una conversación con el músico Louis Shlösser en 1822 o 1823, describe todo el proceso de la creación, demostrando cómo la composición ha de ser precedida de un largo trabajo, de una paciente meditación: “Durante mucho tiempo, arrastro mis pensamientos conmigo antes de escribirlos: puedo fiarme de mi memoria y estar seguro de que, una vez encontrado un tema, no lo olvidaré a pesar de que pasen años”, “me preguntáis de dónde vienen mis ideas. Yo no puedo responder con certeza: más o menos nacen espontáneamente. Las atrapo con las manos en el aire, mientras paseo por los bosques, en el silencio de la noche o al alborear el día. Actúo estimulado por los sentimientos que el poeta traduce en palabras y yo en sonidos que retumban dentro de mí y que me atormentan, hasta el instante en que, al fin, los tengo delante de mí en forma de notas”.

Robert Schumann (1810-1856)

Los escritos de Schumann se sitúan entre los más significativos de este período y constituyen un ejemplo de la mejor crítica romántica. Sufrió frecuentes crisis nerviosas a lo largo de su vida, padecía un trastorno bipolar, una enfermedad maniaco-depresiva.

En 1834 funda y dirige la revista “Nueva Revista para Músicos”, semanario de crítica que se convierte en una plataforma del romanticismo musical. En su obra “Danzas de la cofradía de David”, comienza con una mazurca (que aparece en otras obras) compuesta por Clara Wieck, pianista virtuosa y compositora, que se convertirá en su esposa en 1839 y dará a conocer la obra de Schumann por toda Europa.

Se consideraba una excentricidad para sus contemporáneos que Schumann en su revista elevara como grandes compositores a Mozart, Beethoven y Weber, así como expresar su aprecio hacia Chopin, Mendelsshon o Berlioz. Schumann fue el descubridor del joven J. Brahms.

El concepto central que guía su pensamiento a lo largo de todos sus escritos es el principio de la inseparabilidad del arte y la vida: el arte es expresión –expresión de la personalidad del artista, el cual vuelca sobre el arte todas sus pasiones, sentimientos y emociones-; el arte es un compromiso total en relación con la propia vida del artista.

Para Schumann “la música habla el lenguaje más universal, aquel por medio del cual el alma es excitada de una forma libre e indeterminada y se siente en un hábitat más idóneo. Hasta acabaréis oyendo nacer la hierba en la Creación de Haydn”. El concepto de expresión es uno de los más ambiguos de cuantos usan los románticos, con significados a menudo muy diversos y contradictorios.

Para Schumann, afirmar que la música es expresiva no significa afirmar un poder vago en orden a expresar de modo indefinido los sentimientos, es decir, la forma de los sentimientos o el sentimiento in abstracto como opinara Schopenhauer. La música es un lenguaje verdadero y auténtico, no exclusivamente en sentido metafórico; es capaz de expresar toda la gama de matices posibles, correspondiéndose con cada expresión musical una expresión literaria adecuada.

Hablando de las Seis romanzas sin palabras para piano, op. “En tal caso, si el nuevo texto coincidiera con el viejo, sería una prueba más que aseguraría la expresión musical”. Esta fe inquebrantable en la “claridad del sentimiento musical” anima toda su obra.

A pesar de tantas afirmaciones estéticas de carácter contenidista, la crítica musical de Schumann se interesa preferiblemente por los valores formales. Como para muchos críticos románticos, también para Schumann renovar viejas formas o inventar otras nuevas es signo de espíritu genial y revolucionario: así, Berlioz es el innovador dentro del campo de la sinfonía (para Liszt, Berlioz será el inventor del poema sinfónico).

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