Ascenso y Caída de las Democracias Europeas en el Período de Entreguerras

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La Fragilidad de las Democracias Liberales en el Período de Entreguerras

Tras la Primera Guerra Mundial, el prestigio de las democracias europeas parecía consolidarse. Sin embargo, la compleja coyuntura económica y social de la posguerra, la devastadora Depresión de 1929 y el impacto de la Revolución Bolchevique crearon un caldo de cultivo propicio para la desestabilización de estas democracias.

El Impacto de la Gran Guerra y la Expansión Democrática

La victoria de los estados democráticos en la Primera Guerra Mundial resultó en la desmembración de los imperios centrales, como el austrohúngaro, y el nacimiento de nuevos países. Estas naciones emergentes, como Alemania, Austria, Checoslovaquia, Polonia y Hungría, adoptaron sistemas políticos de carácter liberal parlamentario. En Europa occidental, la democracia también se consolidó en este periodo.

Desafíos Económicos y Sociales de la Posguerra

La década de 1920 en Europa estuvo marcada por serias dificultades económicas. La crisis de 1929 exacerbó esta situación, generando una profunda crisis social. En países con escasa tradición liberal-parlamentaria, y donde los partidos liberales o conservadores se vieron debilitados ante la crisis económica y la agitación social, se establecieron sistemas políticos autoritarios. Estas dictaduras prometían restablecer el orden, exaltaban el nacionalismo y se apoyaban en el Ejército o la Iglesia, con el objetivo de frenar el avance de las ideas socialistas y comunistas.

La Crisis de la Posguerra y el Auge de los Movimientos Radicales

La Agitación Social y Política

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las organizaciones obreras buscaron recuperar el poder adquisitivo perdido debido a la crisis económica. Esto desencadenó un movimiento huelguístico. En el ámbito rural, se desarrolló un movimiento de ocupación de tierras. Aunque estos movimientos fueron reprimidos, el temor a la bolchevización y al estallido de una revolución social se extendió entre la burguesía.

En el ámbito político, la monarquía constitucional en algunos países experimentó una fuerte inestabilidad, con la incapacidad de los partidos para formar mayorías estables y gobiernos duraderos. El régimen constitucional se sostenía en coaliciones de partidos liberales de centro, que comenzaron a ser fuertemente contestadas por el Partido Socialista y el Partido Popular. A esto se sumó un nacionalismo exacerbado, derivado de la frustración tras la Primera Guerra Mundial.

El Fascismo Italiano

En 1919, Benito Mussolini, un exmilitante socialista expulsado del partido, fundó los Fasci Italiani di Combattimento. En 1921, los transformó en el Partido Nacional Fascista, presentándose como una fuerza eficaz contra la amenaza del comunismo y la bolchevización de Italia. Su programa combinaba un discurso populista en lo social con la defensa de la propiedad privada, un fuerte nacionalismo y un proyecto expansionista y militarista. El partido adoptó una simbología propia: las camisas negras y el saludo romano. Este partido fue apoyado por sectores obreros descontentos, pero sobre todo por la pequeña burguesía.

La República de Weimar y el Ascenso del Nazismo

La Frágil República Alemana

En Alemania, tras la abdicación del káiser Guillermo II en 1918, se proclamó la República de Weimar. Esta tuvo que asumir la derrota militar y las duras condiciones de paz impuestas por los vencedores en el Tratado de Versalles. La República se basó en una constitución ampliamente democrática, pero fue incapaz de establecer un sistema político estable. A partir de 1920, se produjo el auge de grupos nacionalistas radicales que acusaban al gobierno de traición por haber firmado el armisticio y aceptado las condiciones del Tratado.

La situación económica era extremadamente difícil. Las deudas de guerra y las reparaciones que Alemania debía pagar a los vencedores provocaron un aumento de la inflación y una depreciación del marco alemán. Entre 1924 y 1929, Alemania experimentó un período de relativa estabilidad gracias a una mejora económica. Sin embargo, la crisis de 1929 agravó la situación de manera dramática.

El Ascenso de Adolf Hitler y el Partido Nazi

Adolf Hitler inició su carrera política en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En 1921, asumió el liderazgo del partido, reorganizándolo y dotándolo de un carácter violento con la creación de las SA (Sturmabteilung). Además, incorporó un componente antisemita y adoptó una serie de emblemas similares a los del fascismo italiano. En su obra Mein Kampf, Hitler expuso su pensamiento y programa político, defendiendo el antisemitismo, la superioridad de la raza aria y la necesidad de forjar un Gran Reich que incluyera todos los territorios de población germánica. La posición de Hitler dentro del partido y su liderazgo político se consolidaron. Fue reconocido como el Führer (jefe del partido) y en 1925 creó su propia milicia, las SS (Schutzstaffel).

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