Arqueología

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I. MARCO GEOGRÁFICO
 Si atendemos a la legendaria civilización de Tartessos, nos situamos entre las denominadas Columnas de Heracles y la desembocadura del Guadalquivir, según fuentes clásicas grecorromanas. Hoy día corresponde a parte de Huelva, Sevilla y Cádiz, lo que sería la Andalucía occidental; con extensión  a otros espacios lejanos y no tan lejanos. También gracias a hallazgos materiales que se vinculan a esta cultura, podemos situarla más o menos en esta zona.
Esta situación geográfica, es también apoyada por supuestos filológicos, sobre todo de la filología prerromana. 
 Esta zona se caracteriza por ser cercana al mar, siendo gran parte litoral. Además (gracias a la paleogeografía y la paleotopografía) sabemos que en la antigüedad, la zona de Sevilla también era costera; puesto que existía el denominado Golfo Tartésico (Lacus
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Ligustinus en período romano), situado aproximadamente en la zona de lo que hoy día constituyen las Marismas del Guadalquivir. Hacia este golfo y junto a él se sitúan ríos que permitían una fácil comunicación con el interior. Sin lugar a dudas, esta situación geográfica influirá en la cultura tartésica. 
 Otro aspecto a destacar sobre esta zona, es la riqueza mineral, según las fuentes literarias y arqueológicas también. En este sentido, hay que decir que en este ámbito (al que se añade ciertas zonas meridionales de Portugal), hay zonas mineras (de cobre y plata). Por ejemplo tenemos las minas de río Tinto. Todos estos lugares se encuentran en el entorno de Tartessos. También destaca la pesca y la agricultura y la ganadería.
 A partir de lo dicho, podemos establecer dos zonas: el área nuclear tartésica (Tartéside),  ubicada en el Bajo Guadalquivir (Huelva, parte de Cádiz y parte de Sevilla) y las zonas con influencia tartésica, que constituye la periferia tartésica, con lugares como el sur de Portugal, sur de Extremadura, alto y medio Guadalquivir e incluso Alicante y sur de Castilla-La Mancha; y quizás ciertos puntos de Andalucía oriental, donde según las investigaciones arqueológicas hubo contactos con Tartessos. Hasta aquí, podemos encontrar cierto consenso.
II. MARCO CRONOLÓGICO
En cuanto a la cronología, si hay más dudas y discrepancias. Dos etapas fundamentales:
 
1. Bronce Final Tartéstico, precolonial, prefenicio o pretartésico. Desde finales del II milenio a.C. (ss. XII-XI a.C.) hasta el 800-750 a.C. Primera etapa de formación que entronca con la última fase de la Prehistoria. 2. Período Orientalizante. Desde el 800-750 hasta 550-535 a.C. Etapa de desarrollo y contacto con los fenicios.
 
El punto de inflexión para dividir estas dos fases, sería la llegada de los pueblos del Mediterráneo oriental, fenicios y griegos. Contacto que va a provocar el paso de la etapa de formación a la de desarrollo. Esta idea es la más aceptada, pero otros investigadores como Ruiz Mata, afirman que sólo se puede hablar de Tartessos como tal, a partir del periodo Orientalizante. 
En cualquier caso, hay problemas con la cronología. El Bronce Final se conoce mal desde el punto de vista arqueológico, lo que hace casi imposible determinar su comienzo y su final. Así, al existir este problema nos encontramos con muchas propuestas cronológicas para marcar el tránsito de una etapa a otra: unos dicen que es en el siglo XI, otros en el IX, por la llegada de los fenicios, y otros en torno al 1000 a.C. No se puede dar una fecha concreta. Además tenemos que tener presente que el Bronce Final viene marcado por la llegada de los fenicios, en torno a la que también existe una
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gran controversia cronológica; y que estos sucesos no constituyen cambios del día a la mañana, sino que son fruto de proceso lento.
 No obstante, en líneas generales, se puede detectar un cambio en el registro arqueológico en las poblaciones del suroeste peninsular hacia el 825-750 a.C. (segunda mitad del IX a.C. Y principios del VIII a.C.). En todo caso no son fechas completamente cerradas, pues el análisis de nuevos hallazgos está cambiando las cronologías. El uso del C14 proporciona informaciones de fechas más antiguas, pero no tanto como muestran las fuentes literarias.
III. FUENTES SOBRE TARTESSOS
 Podemos dividir las fuentes sobre Tartessos en tres:
Fuentes literarias
Existen referencias en el Antiguo Testamento (Biblia, ss. X-IV a.C.). En el Antiguo Testamento, aparece un término que abríó el debate: Tarshish. Muchos eruditos lo relacionaron con Tartessos. Ya desde el Siglo XVI, humanistas como Juan de Pineda o Rodríguez Caro comenzaron a relacionar Tarshish con Tartessos. Este debate se reactivo en los siglos XVIII y XIX, entroncando con la importancia de la Monarquía española, legitimada por una antiquísima Monarquía Tartésica. Este debate seguirá vivo en los años 60’s y 70’s del Siglo XX.
 Cuando aparece el término Tarshish en la Biblia lo hace para designar distintas cosas, según la época en la que aparezca. En unos casos designa a una persona, en otros un barco, una piedra preciosa, el color del mar, etc., pero también hace referencia al nombre de un lugar. Este caso es el que da pie al debate en el que participan españoles y extranjeros. No obstante algunas referencias, sí podrían aludir a una realidad cultural.
 El topónimo se ha relacionado con el Mar Rojo, el Mediterráneo central, oriental, etc. Aunque hay investigadores que han hablado de que el topónimo podría hacer referencia al Mediterráneo occidental. Si bien los expertos coinciden en que Tarshish debíó referirse originalmente a un lugar concreto o zona geográfica lejana a las costas fenicias, las referencias bíblicas son lo suficientemente vagas como para haber permitido muy diferentes interpretaciones en cuanto a la identificación de dicho lugar. 
 A pesar de los intentos de Schulten por razonar la equivalencia del término bíblico con el Tartessos de los griegos, la arqueología ha puesto en duda esta concepción, al no haber en la Península hallazgos que ratifiquen las alusiones.
 El reconocido especialista sueco en textos del Antiguo Testamento, Täckholm expuso que si bien algunos productos a los que la Biblia refiere como procedentes de Tarsis, pudieron venir desde la Península Ibérica (como el oro, la plata, e incluso los monos),  otros no pueden haber llegado de la Península. Además, la referencia de que los astilleros de Salomón (donde se construían las naves de Tarsis) estaban en el Mar Rojo, hacen imposible la posibilidad de que Tarsis pudiese haber sido Tartessos. 
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Este término, se ha emparentado con las relaciones comerciales del rey Salomón e Hiram de Tiro en el Siglo X a.C. El rey Salomón podía tener acceso a los productos de Tiro, por ello se hace referencia en la Biblia a una nave de Tarsis y a una regíón denominada Tarshish. No hay una equivalencia absoluta, pero algunas de esas referencias puede que se refiera a la zona más occidental. Esto parece implicar una fuerte actividad comercial con el Sur o Sudeste de la Península en tan temprana fecha, lo cual como hemos dicho antes, hasta el momento no había sido corroborado por la evidencia arqueológica.
Escritores grecolatinos. En lo referente a las alusiones a Tartessos a través de autores grecolatinos, encontramos la referencia a este concepto bastante pronto, en el siglo VII a.C., en relación al viaje de Coleo de Samos descrito por Heródoto (aunque esto está escrito en el siglo V a.C., que es la época del autor); un siglo después nos lo encontramos en una obra de Estésícoro. Llama la atención que ni Homero, ni Hesíodo lo mencionen, lo que nos da que pensar que Tartessos era, en el siglo VIII a.C., completamente desconocido. 
 De estas fuentes podemos distinguir varios tipos de textos: narraciones míticas de héroes y textos ‘‘históricos’’. Sobre las narraciones míticas de héroes que aluden a Tartessos hay que decir que pueden ser ciertas o no por tratar tópicos, mitos, etc. La mayoría de las referencias griegas a Tartessos están inmersas en relatos mitológicos originados no en el extremo occidental, sino en anteriores historias griegas de tema épico que en algún momento se sitúan en Occidente al entrar esta parte del mundo en el horizonte geográfico de los griegos. Tartessos representaba la regíón misteriosa y rica más allá de las columnas de Heracles.
 Estésícoro en su obra Gerioneida del 600 a.C., es el primero que lo nombra, aunque menciona algunos de los tópicos de Tartessos relaciónándolo con un río o con riqueza en plata.
 Pero el más importante, de naturaleza histórica, es Heródoto en sus Historias del siglo V a.C., donde pone en relación a los griegos con Tartessos. Nos habla del rico emporio al que llegó por accidente Coleo de Samos y de donde retornó con una gran fortuna fruto de sus negociaciones en aquellas tierras, y del rey tartésico Argantonio, legendario por su longevidad y su amistad con una expedición de foceos. Este deja claro que fueron los foceos los primeros que llegaron a Tartessos en el primer texto (el de los foceos) y en el segundo habla de que los samios fueron los pioneros (en el de Coleo), por lo que entra en contradicción. 
También destaca algunos autores tardíos vinculados al mundo romano como Estrabón en su obra Geografía del siglo I d.C., Justino del siglo III d.C. Y Rufo Festo Avieno en su obra Ora Marítima del silos IV d.C., etc. Avieno basa su obra en textos muy antiguos, donde se nombra a Tartessos.
En estas fuentes Tartessos es definido como un reino una ciudad o un río. También estas fuentes grecolatinas aluden a la existencia de una serie de personajes o
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reyes míticos como Gerión y Hércules, Norax; Gárgonis y Habis que los nombra Justino; y Argantonio y los focenses que los nombra Heródoto. Estos personajes pueden esconder un trasfondo real.
A partir de la tradición literaria se ha creado un mito: reino desarrollado, un rey que vive muchos años. Los investigadores tienen que tener cuidado a la hora de interpretarlo, ya que supone un problema la validez o no histórica de los textos antiguos referidos a Tartessos.
Un problema planteado en los últimos tiempos, es el conocer de dónde procede el término de Tartessos. Para unos tiene una raíz griega, para otros es de origen semita y a partir de ahí fue adoptado por los griegos, otros consideran que tiene un origen indígena o autóctono, que es adoptado por fenicios y griegos.
IV. FUENTES EPIGRÁFICAS Y LINGÜÍSTICAS
 En las fuentes epigráficas, destacan las inscripciones en la Estela de Nora (Cerdeña, ¿siglo IX a.C.?), en la cual se da la posibilidad de la existencia de un comercio entre el pueblo sardo y el suroeste peninsular, algo que se ve reforzado por el hallazgo en Huelva de cerámicas sardas del s. IX a.C. Pero hasta la fecha, no se ha documentado ningún edificio que nos muestre la presencia sarda en la Península, por lo que es más lógico pensar que los objetos sardos fueron introducidos por el comercio fenicio.
La estela está escrita en fenicio, un navegante chipriota agradece al Dios Pumar haber llegado a su hogar BTRŠŠ sano y salvo. El acrónimo BTRŠŠ ha sido relacionado por muchos especialistas con Tarshish (Tartessos). Pero también se interpreta por templo del cabo y mina o fundición, haciendo una más que posible referencia a la propia Cerdeña que era explotada por su riqueza mineral por los fenicios. No obstante, en los últimos años se la relaciona con el relato de Pausanias del rey Nórax y la posible relación entre el suroeste peninsular y Cerdeña. 
 En el texto de Assarhaddon  de Asiria (h. 680-670 a.C.), texto asirio donde se nombra el término Tarsisi, como un lugar en el extremo occidental del Mediterráneo, pero no hay constancia de que los asirios se expandieran por el Mediterráneo, a no ser que estos considerasen una extensión de su Imperio el poderío comercial fenicio.
 Otra fuente se trata de un ostrakon, un fragmento de cerámica en escritura paleohebraíca del siglo VII a.C., donde se nombra la plata de Tarshish destinada al templo de Salomón. 
 También disponemos de inscripciones en una supuesta ‘‘lengua tartésica’’ sobre piedra y cerámica en la Península Ibérica datadas entre los siglos VII y VI a.C. Constan aproximadamente una setentena de estas inscripciones que se han encontrado principalmente en el sur de Portugal (Algarve y Baixo Alentejo), mientras que algunas se han encontrado también en el Guadiana Medio (en Extremadura) y unas pocas en el Bajo Guadalquivir. Dado que en la zona propiamente tartesia su documentación es
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exigua, se ha discutido si esta escritura se corresponde efectivamente con la lengua tartesia o si se trata de una lengua periférica a lo tartesio.
 Desde el punto de vista lingüístico destacan una serie de prefijos y sufijos como Ip/Ippo – oba/uba, etc., dentro de los nombres de lugares en época romana (Corduba, Onuba,…) y que podrían relacionarse con gentes que hablan una misma lengua.
V. FUENTES ARQUEOLÓGICAS
En este sentido hay que empezar diciendo que la realidad que muestra la Arqueología es muy distinta a la realidad presentada por la literatura. Pues la Arqueología ha aportado informaciones reales sobre la cuestión tratada. Por tanto, muchos aspectos de las fuentes literarias habría que rechazarlos. No podemos hablar según el registro arqueológico de ciudades esplendorosas o de un urbanismo evolucionado.
Los restos constructivos que han sido hallados son muy escasos y la mayoría de las veces son estructuras de hábitat, construcciones muy sencillas (talleres, espacios, sacros…).
Por otro lado debemos tener en cuenta las llamadas “Estelas decoradas”, también denominadas de guerreros, tartésicas, del Suroeste, etc. Las estelas decoradas del Suroeste Peninsular son piedras de tamaño grande, oscilan entre los treinta o cuarenta centímetros de lado menor y hasta un metro o casi dos, en algún caso, y que tienen grabadas representaciones de armas y objetos de uso personal y prestigio, acompañadas en ocasiones de figuras humanas. Su utilidad o funcionalidad siempre se ha relacionado con rituales funerarios, para cubrir cistas de inhumación, en algunos casos, y, en otros, para marcar, clavándolas en el suelo, lugares de enterramiento; probablemente mediante incineraciones, aunque también se ha debatido sobre su función de marcadoras de caminos, rutas, espacios controlados por ciertas élites guerreras (escudos, lanzas, espadas, cascos, arcos, carros, ...) y poderosas (diademas, pectorales, cinturones, espejos, peines, fíbulas, instrumentos musicales...).
La cronología también ha sido y es discutida pero siempre enmarcada en el primer milenio antes de nuestra era (a. N. E.) en el horizonte cultural del Bronce Final y I Edad del Hierro también denominado Periodo Orientalizante.
En cuanto a la existencia de estructuras funerarias para Tartessos se nos plantea el problema (de datación) de la aparente inexistencia de estas (salvo en contadas ocasiones). Este panorama cambia radicalmente a partir del s.VII-VI a. C durante el llamado “Periodo Orientalizante” en el que si hay resto de enterramientos.
La cultura material recuperada de Tartessos nos muestra un predominio de los objetos cerámicos (a mano en un primer momento), y de los objetos metálicos (armas, orfebrería…) y objetos de marfil para el periodo orientalizante.


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