1

Enviado por Programa Chuletas y clasificado en Filosofía y ética

Escrito el en español con un tamaño de 9,61 KB

“Si quieres ser amigo de Allah y que él te ame, renuncia a este mundo y al otro, no lo desees más, vacía tu corazón de ambos, vuelve tu faz hacia Allah, y él la volverá hacia tí y te colmará de su favor.”

 “No hay culpa mayor que ser indulgente con los deseos; no hay mal mayor que el no saberse contentar; no hay daño mayor que nutrir ansia de posesión.”

 “Esto he oído. El Sublime permanecía cierta vez en el Parque del Ciervo, en Isipatana, cerca de Benarés; y allí, se dirigió a los cinco monjes, y dijo:

 La Noble Verdad acerca de la causa del dolor: es esa sed insaciable que conduce a la renovación de la existencia, acompañada del deleite sensual y la codicia, que busca satisfacción ora aquí, ora allí, es decir, el deseo para la gratificación de las pasiones, el deseo vehemente de vida futura.”

 La “renovación de la existencia” a que se hace referencia en este texto es el samsara o “evolución de la vida”, que incorrectamente suele ser traducido como “reencarnación”.

 No hay nadie para entrar según el budismo, por lo tanto no hay reencarnación, pero sí una continuidad de los procesos mentales, que es lo que nosotros llamamos renacimiento. Nirvana pone fin al proceso.”

 El renacimiento, a su vez, es causado por el karma (kamma, en pali); es la “ley del karma” la que genera una incesante cadena de nacimientos y muertes. El significado doctrinal que tiene este concepto es semejante al que se encuentra en el Hinduísmo.

 La voz “karma” procede, en sánscrito, de la raiz kr-, que significa “hacer”, “acción”, “acto”. En general, cuando en el Budismo se habla de “acción kármica” se debe entender sólo la acción volitiva, es decir, aquella en la que ha intervenido la voluntad como factor determinante;

 Sin embargo, no hay que olvidar que en el contexto budista, todo lo que haya de “bueno” o “malo” es relativo, encontrándose dentro del ciclo de continuidad, de evolución, llamado samsara.

 Es muy importante señalar que la teoría o doctrina del karma no debe confundirse con lo que suele llamarse “justicia moral”, o,  “doctrina de la recompensa y castigo”. En la concepción budista, estas expresiones carecen de sentido, pues la idea de justicia moral o de premio o castigo proviene de la concepción de un “ser supremo” o un dios-persona que juzga, dicta sentencia y decide lo que es bueno o es malo, o lo que merece el individuo de acuerdo a sus acciones . La teoría del karma, en cambio, es en el Budismo, al igual que en el Hinduísmo, una teoría de causa y efecto, de acción y

reacción, una ley natural, que no tiene nada que ver con la idea de justicia, de premio o castigo en relación con un dios-persona que ejerce esa suprema justicia.

 A este respecto, es pertinente señalar que es cierto que después de la muerte de Buddha, surgió una tendencia devocional entre los budistas, por la cual se creía que el solo culto o devoción a Buddha o a los Boddhisattvas ayudaba a obtener méritos religiosos y la salvación, pero, en todo caso, esa creencia, que a lo largo de la historia del Budismo ha tomado diferentes formas hasta el día de hoy, no elimina la doctrina del karma, sino que sólo la adapta a las necesidades psicológicas de una gran masa de creyentes para los cuales es difícil la práctica del Budismo entendido sólo como escuela de sabiduría.

 Hemos visto antes (cf. p. 9 y sigtes. de estos Apuntes) que para el Budismo el “yo” es sólo el resultado de la inter-relación de elementos dinámicos llamados skhandas (kkhandha, en pali).

La muerte es la disgregación de estos agregados; así, el cuerpo “se detiene”, “”termina”, pero, ¿todo él? El Budismo responde que no. De todos los “agregados”, permanece la “sed” (tanha), el deseo de existir, que es la fuerza más grande que existe, que mueve todas las vidas y todas las existencias del mundo entero. Esta energía, este deseo, esta sed, no se detiene, sino que continúa manifestándose bajo otras formas, “produciendo” otra existencia. Este “mecanismo” se denomina renacimiento (o “reencarnación”, aunque hemos indicado la inexactitud de este vocablo).

 Para el Budismo, la diferencia entre la vida y la muerte estriba en que en un momento de pensamiento, el último pensamiento de esta vida, condiciona el primer pensamiento de la vida siguiente, que es, en realidad, la continuación de una misma serie; una serie sin fin, sin solución de continuidad, que cambia a cada instante; mientras hay deseo, el ciclo sigue indefinidamente. Eso es samsara, o “rueda de las encarnaciones”. Este concepto de continuidad lo ejemplifica un autor budista con la imagen de una vela encendida, cuya llama es siempre la misma, sin ser, en realidad, la misma, o a la inversa.

 El ciclo de nacimientos y muertes sólo podrá detenerse mediante la sabiduría que desarraigue el deseo; la sabiduría que vea la realidad tal como es y permita así, alcanzar el Nirvana (Nibbana, en pali). El Nirvana es, pues, un estado incondicionado de suprema paz y dicha.

 EL DIALOGO INTER RELIGIOSO

Vivimos en un mundo único o aldea global.

Constituye así una suerte de obligación moral interesarnos en los valores y normas conceptuales de culturas y religiones diferentes a la nuestra. Vivimos hoy en un mundo cada día más interdependiente, no sólo en el aspecto comercial y tecnológico, sino también en lo cultural y espiritual.

 Se ha tomando conciencia, de la necesidad de trabajar por el diálogo inter-cultural e inter-religioso, pues no se puede amar lo que no se conoce.

 Hay que agregar religiones que hasta hace algunas décadas parecían lejanas y exóticas, y  que  están hoy presentes y  activas entre nosotros.

Constatar la existencia de grupos representativos de diferentes aspectos de las religiones y filosofías  de la India, especialmente el yoga; también numerosas agrupaciones budistas tanto de origen tibetano como japonés, acusan su presencia entre nosotros. Algunos de estos grupos llevan casi un siglo en Chile, aunque sólo recientemente han comenzado a hacerse presentes  de manera pública.

Frente  a esta realidad, ¿qué condiciones deben darse para que haya realmente diálogo? implicitamente se está estableciendo que quienes “dialogan” son seres humanos, esto es, personas. Aclarado esto, podemos  decir que las condiciones para que se lleve a cabo un verdadero diálogo son las siguientes:

 1.- Autoafirmación; afirmar la propia identidad  personal, cultural,  religiosa, lingüística (Yo = Persona). Si no soy fiel a mi mismo tendré dificultades para abrirme a un “tú” que a su vez quiere abrirse a mí.

2.- Reconocimiento del otro, como persona, como un “tú”, instalada  a  su vez en su propia y personal circunstancia cultural, religiosa, lingüística, etc.

3.- Intercomunicación:El establecer una verdadera relación inter-personal, intersubjetiva, surgida de manera natural una vez que se cumplen las condiciones anteriores. Sólo cuando hay un “yo” frente a un “tú”  puede surgir el “nosotros”.

 diálogo entre las religiones es necesario con urgencia

El encuentro de las diferentes religiones ofrece un terreno común para todos los hombres, siendo el factor que más facilita la comprensión entre los pueblos

Los sectores integristas o fundamentalistas, presentes  siempre al interior de las religiones, puedan pensar lo contrario, o incluso actúen en sentido contrario.

 Es nuestra convicción que si las religiones aprenden a comprenderse mutuamente y a cooperar, contribuirán más a la fraternidad universal y a la paz mundial que todos los esfuerzos de los políticos. Lo que de verdad dará frutos es la conversión del corazón de cada ser humano, no la sola firma de utópicos tratados de desarme o de no agresión.

  La Iglesia Católica ha sido desde hace cuarenta y cuatro años (1965-2009) pionera en la promoción del diálogo  “La Iglesia católica nada rechaza de lo que en estas religiones hay de verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, aunque discrepan en muchos puntos de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres (nº 2). Y más adelante,  declara: “No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y la relación del hombre para con los hombres sus hermanos, están de tal forma unidas que, como dice la Escritura, el que no ama, no ha conocido a Dios (I Jn, 4,8)”.

 Para el tema del “no-teismo” del Budismo, remitimos a la obra de Raimon Panikkar El silencio del Buddha. Una introducción al ateismo religioso (2000), passim.

 

Entradas relacionadas: