Al-Ándalus y los Reinos Cristianos: Auge y Declive en la España Medieval
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Al-Ándalus y la Reconquista (1031-1492)
Los Reinos Taifas, los Almorávides y los Almohades (1031-1246)
La división de Al-Ándalus en reinos taifas supuso su debilidad política y militar frente a los cristianos, a los que debieron pagar parias para evitar sus ataques. Sin embargo, el avance cristiano no se detuvo, y en 1085, Toledo cayó en manos de Alfonso VI, rey castellanoleonés. Esta circunstancia alarmó a los reyes de las principales taifas (Sevilla, Badajoz, Granada…) que pidieron ayuda a los almorávides, una tribu guerrera bereber que había formado un gran imperio en Marruecos. Los almorávides lograron derrotar a los cristianos en Sagrajas (1086) e incorporaron las diversas taifas a su imperio. No obstante, no consiguieron retomar Toledo. Su avance hacia el norte se frenó en Valencia, conquistada en 1094 por el Cid. Solo pudieron conquistar Zaragoza (1110).
El Reino Taifa de Toledo
Cuando en 1031 el Califato entró en crisis, en el territorio denominado como Marca Media se constituyó la taifa de Toledo, que se extendía por toda Castilla-La Mancha excepto Albacete. El reino taifa toledano tenía frontera con el poderoso reino cristiano de Castilla y León, al que debía pagar parias. Tras el esplendoroso reinado de Al-Mamun y durante el ineficaz reinado de su hijo Al-Qadir, se produjo la conquista del reino de Toledo por parte de Alfonso VI. Esta victoria cristiana tuvo un enorme valor simbólico por ser Toledo la antigua capital del Estado y de la Iglesia de los visigodos.
A mediados del siglo XII, ante el avance de las conquistas cristianas y la impopularidad de algunas de las medidas adoptadas (impuestos extraordinarios), el imperio almorávide sufrió un colapso que hizo resurgir las taifas en Al-Ándalus (Segundos Reinos de Taifas). Los reinos cristianos aprovecharon para ampliar sus territorios. De nuevo los andalusíes solicitaron ayuda al nuevo imperio constituido en el norte de África, el fundado por los almohades. Estos iniciaron la invasión de la Península en 1146, pero fue difícil y lenta. Su victoria en Alarcos (1195) contra los cristianos marcó el cenit de su poder. Veinte años más tarde, la unión de los ejércitos cristianos comandados por Alfonso VIII de Castilla logró la victoria de las Navas de Tolosa (1212). Esto supuso el derrumbe del dominio almohade y aparecieron las terceras taifas, que poco a poco fueron cayendo en manos cristianas, con la excepción del reino de Granada.
El Reino Nazarí de Granada (1246-1492)
El reino nazarí de Granada fue fundado en 1238 por Mohamed ben Nazar y en él consolidó su poder la dinastía de los Banu Nasr o Nazaríes. Esta dinastía mantuvo la independencia de Granada gracias a su hábil gestión diplomática ante los reinos cristianos, a la cohesión que logró establecer en sus territorios (Almería, Málaga y Granada) y a la llegada masiva de andalusíes procedentes de otros reinos musulmanes que huían de la conquista cristiana. Este reino alcanzó su máximo esplendor durante el siglo XV bajo el reinado de Yusuf y su hijo Muhammad V, pero a pesar de todo tuvo que aceptar ser vasallo de Castilla. A principios del siglo XV, la situación cambió, ya que los problemas sucesorios desestabilizaron el reino y Castilla conquistó algunas ciudades. Tras la unión en 1479 de Castilla y Aragón, la suerte estaba echada y las principales ciudades del reino fueron cayendo en manos cristianas (Ronda -1485-, Almería -1489-). Finalmente, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición de Granada (1492). Según los tratados, la población musulmana podía quedarse en el reino, conservar sus propiedades y practicar su religión, aunque poco después (1501), se forzó a que optaran por la conversión o el exilio.
La Consolidación de los Reinos Cristianos (XI-XII)
Los continuos repartos territoriales, como el de Sancho III de Navarra y el de Fernando I de Castilla y León, debilitaron a los reinos cristianos hasta que Alfonso VI volvió a unificar la herencia de su padre e inició una ofensiva contra Al-Ándalus que le reportó la conquista de Toledo, la antigua capital visigoda, en el año 1085. De nuevo, a la muerte de Alfonso VI, el reino castellano-leonés se dividió, mientras que el condado de Portugal pasaba a ser independiente y se convertía en un reino de la mano de Alfonso Henríquez, nieto de Alfonso VI, que en 1147 tomaba Lisboa a los musulmanes. En el este peninsular, Aragón (convertido en reino en 1035) vivió un momento de apogeo con Alfonso I el Batallador, que consiguió tomar Zaragoza en 1118, pasando a convertirse en la capital del reino aragonés. En este siglo XII se produjo el ya mencionado matrimonio de Berenguer IV con Petronila, que tenía tan solo un año de edad. Este compromiso matrimonial suponía la unidad entre el reino de Aragón y los condados catalanes. Nacía así la Corona de Aragón.