Adorno y la Escuela de Frankfurt: Crítica Estética y Vanguardia
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La Escuela de Frankfurt como Introducción al Pensamiento de Adorno
La Escuela de Frankfurt se desarrolló en los años 30, siendo una escuela de inspiración marxista, aunque con una interpretación distinta. Se centró en la crítica del realismo tal y como lo entendía el marxismo, aportando una renovación de los principios básicos para el estudio de la teoría literaria marxista y, en consecuencia, para el estudio de los textos. Parte de la tradición del racionalismo clásico del siglo de las luces de Kant y Hegel. Todas estas teorías pretendieron conciliarlas con las del marxismo histórico, remontándose a las fuentes como Marx y Engels, y también al psicoanálisis.
Esta escuela se constituyó en torno al “Instituto para las investigaciones sociales”, por iniciativa de Max Horkheimer y Leo Lowenthal, al que se unieron Theodor Adorno, Herbert Marcuse, Ernst Bloch y Walter Benjamin. La labor del instituto era variada e interdisciplinar. Por ejemplo, investigó cuestiones sociales y filosóficas, realizó estudios sobre el nazismo y la autoridad, sobre los medios de comunicación de masas y planteó una “nueva teoría estética y literaria marxista”. El individuo fue el eje principal que articuló las investigaciones de la escuela. Y, también en este sentido, se procuró una vuelta al concepto marxiano de sujeto revolucionario.
De ahí su:
- Defensa del arte de vanguardia.
- De las nuevas técnicas literarias que subvierten la tradición estética y alejan el arte de su valor de cambio.
De ahí también su aversión a los modelos culturales totalizadores y su rechazo generalizado (excepto Benjamin) de la tecnificación y del consumo masivo.
Theodor Adorno (1903-1969): Crítica a Lukács y Defensa de la Vanguardia
Adorno criticó las bases de la estética de Lukács en su obra “Lukács y el equívoco del realismo” (1958). Adorno reprochó a Lukács:
- Su supeditación a las directrices de la burocracia soviética.
- Su dogmatismo.
- Dudas sobre la fidelidad de sus ideas a las de Marx y Engels.
Frente a la estética realista lukacsiana, Adorno defiende el arte y la literatura de vanguardia. Es curioso que ese enfrentamiento entre realismo y vanguardia se dé todavía en el campo de la literatura y de las artes:
- Por su valor más crítico y revolucionario (que el de los textos realistas).
- Por ser menos asimilables por el sistema (que el mensaje revolucionario directo).
- Por su subversión del valor de cambio por el valor de uso.
- Porque la propia autonomía de las obras de arte de la vanguardia hace saltar por los aires la dimensión represiva inscrita en toda sociedad. Es decir, las sociedades funcionan porque hay una serie de leyes, pero también una serie de prohibiciones. La dimensión revolucionaria de todo esto es la negación de ciertas convenciones sociales, pero también la negación de la realidad misma. La realidad se ve desde otra perspectiva crítica para ver desde otro punto de vista cómo funciona. Se trata de desautomatizarnos para ver desde otra perspectiva las cosas.
Adorno defendió el principio de autonomía artística frente al compromiso político de la literatura y su consiguiente “conceptualización de la sociedad” defendidas por Lukács. Por lo tanto, es la absoluta libertad del arte la que contradice precisamente la permanente “sojuzgación o sometimiento” inscrito en toda sociedad, por lo que el énfasis sobre la autonomía de la obra es en sí mismo de naturaleza política y social. Por último, Adorno niega el contenidismo lukacsiano porque el arte se diferencia de la ciencia precisamente a través de la organización formal y propia de los medios expresivos y porque el arte es consciente y establece su condición de arte como mediación. Es decir, el arte supone (para Adorno) un conocimiento de la realidad, pero piensa que hay un “proceso de mediación” entre la existencia y la conciencia (proceso de mediación que “modifica su contenido original”). El arte es consciente de su mediación, de su artificialidad y que además esa mediación no modifica su contenido original.