Abd al-Rahman I: Consolidación del Emirato Omeya en al-Ándalus
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En la época en que Yusuf al-Fihri proclamaba la independencia de al-Ándalus, el Imperio experimentaba un cambio radical con la llegada de los Abasidas al poder. Este cambio se produjo a través de una guerra civil y una sangrienta persecución a los miembros de la familia Omeya. Sin embargo, Abd al-Rahman, nieto de Hisham, logró sobrevivir. Custodiado por Badr, un liberto de su casa, se refugió con los parientes de su madre en el Norte de África, donde permaneció cinco años. Durante este tiempo, maduró la idea de aprovechar el territorio andalusí para crear un núcleo de poder frente a los Abasidas.
El Contexto en al-Ándalus
Hacía nueve años que Yusuf ejercía el gobierno en al-Ándalus con mano dura. Cuando Abd al-Rahman envió a Badr a la Península en 754, los yemeníes sufrían una fuerte represión, el ambiente político de los qaysíes era tenso, la población padecía hambruna y malas cosechas, y al-Fihri no ofrecía soluciones. Badr tenía la misión de conseguir apoyos para la causa Omeya. En sus reuniones con los mawlas omeyas, presentaba a Abd al-Rahman como la única esperanza de pacificación, capaz de restablecer el orden y la paz.
La Llegada de Abd al-Rahman y la Fundación del Emirato
Abd al-Rahman desembarcó en Almuñécar en 755 y se dirigió a Torrox, donde formó un ejército. Entró en Medina Sidonia y Sevilla, sumando más refuerzos tras la deserción de soldados del ejército de Yusuf. Este último, rápidamente, perdió tropas y quiso negociar, pero ya era tarde. Abd al-Rahman fue proclamado emir en Archidona en 756, recibiendo apoyos de todas partes. En mayo de 756, derrotó a al-Fihri en Córdoba y presidió la oración en la mezquita mayor. Así nació el Estado musulmán independiente del Califato Abasí.
Consolidación del Poder y Desafíos Internos
A lo largo de sus 32 años de gobierno, Abd al-Rahman se centró en consolidar las bases de al-Ándalus, esforzándose en que la umma se recuperara de los odios sufridos y en afianzar su poder. Ganó una guerra civil con un bando compuesto por árabes, bereberes y muladíes, que desalojaron a los qaysíes del poder. El emir buscó la pacificación, mostrándose clemente con sus opositores, lo que provocó el descontento de los vencedores.
Para consolidar su poder, permitió la emigración de parientes, amigos y clientes de los Omeya, así como de la aristocracia árabe quraysí, descontenta con los abasidas. Con ellos formó una élite con beneficios en pensiones y honores. Así, el régimen Omeya en al-Ándalus se asemejaba al que gobernó en Damasco. Sin embargo, los bereberes volvieron a mostrar su descontento por la llegada de tanta gente ajena a al-Ándalus.
Revueltas y Política de Mano Dura
En los tres primeros años de gobierno, la política omeya enfrentó dificultades y el descontento se extendió. Desde 759, comenzaron una serie de revueltas que no terminarían hasta 784, obligando al emir a cambiar su política por una de mano dura, eliminando definitivamente a al-Fihri. Un momento crítico fue cuando Sulayman, gobernador de Zaragoza, intentó independizarse y pidió ayuda a Carlomagno, quien llegó ante la ciudad en 778. Sin embargo, el gobernador cambió de actitud y Carlomagno tuvo que retirarse, sufriendo la derrota de Roncesvalles. El emir consiguió mantener Zaragoza, pero no pudo impedir que Carlomagno se apoderase de Gerona y de la zona ultrapirenaica. Toledo, que se sublevó en 762, fue sometida tres años después, pero se sublevaría de nuevo en 785, obligando a la intervención personal del emir. Finalmente, se enfrentó a los abasidas en Beja, donde se encontraba al-Ala ben Mugith, para reclutar partidarios. Abd al-Rahman se instaló en Carmona con sus tropas más fieles y destruyó a ben Mugith. Las cabezas de este y sus partidarios fueron enviadas a Cairuan.
El Despotismo Militar y la Administración
El régimen derivó hacia un despotismo militar, ya que Abd al-Rahman no tuvo más remedio que apoyar el gobierno en las armas. La pobreza de doctrina política de los primeros tiempos del Islam, cuando autoridad religiosa y potestad civil se confundían, tuvo su reflejo en al-Ándalus. Abd al-Rahman solo tomó el título de emir, de carácter militar, y aunque a veces se le denominó malik (rey), nunca se tituló oficialmente así, y menos califa. Cuando asumió el gobierno, la oración se rezaba al nombre de al-Mansur, pero más tarde se suprimió, estableciéndose la ficción de que el califato estaba vacante. Al emir se le debe la primera fase de la construcción de la mezquita de Córdoba, construida a semejanza de la de Damasco.
El emir poseía la potestad correspondiente al estado y la ejercía a través de sus rentas y el ejército. Una novedad fue la creación de unidades militares profesionales que independizaron el gobierno del caudillismo militar. Para ello, se constituyó un ejército mercenario de bereberes y esclavos, prisioneros de las campañas carolingias, que pudieron alcanzar la cifra de 40.000 hombres.
Economía y Sociedad
En el gobierno de Abd al-Rahman se introdujeron novedades, producto de la apertura a los mercados norteafricanos, que renovaba la demanda de la artesanía y de la paulatina ampliación de los cultivos de huerta. De este modo, los grandes territorios heredados de los visigodos comenzaron a desaparecer. También las ciudades crecieron, así como la administración fiscal, que reportaba el dinero para sus proyectos, ordenando la acuñación de la moneda de oro (dinar) y de plata (dirham).
La Amenaza Cristiana y las Campañas Militares
La afirmación del nuevo estado islámico requería defender la umma de la amenaza constante del reino astur, fortalecido tras el reinado de Alfonso I, quien provocó la creación de una “tierra de nadie” entre sus dominios y los del emirato. La existencia de esa tierra obligó a los musulmanes a lanzar ataques a los flancos de los núcleos cristianos: Galicia y Álava. Abd al-Rahman I fue derrotado en la campaña de Galicia, aunque logró someter la zona de Álava como tributaria del emirato.