Los 4 pasos de la duda metódica de Descartes

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3.1 Las cuatro reglas

En la 2º parte del Discurso formula los cuatro preceptos en los que finalmente ha resumido sus análisis y reflexiones sobre el método de las matemáticas y su aplicabilidad a la filosofía. Recordaremos que lo que Descartes pretende es la universalización del método geométrico, por lo que tiene que proceder a formular unos preceptos que sean tan simples y universales que le permitan su aplicación a cualquier ciencia:
a)El primer precepto es el de la evidencia y formula: no aceptare nada que no se me presento como evidente.
Debe fijar dos elementos importantes. EN primer lugar, evitar la precipitación y la prevención, pues son dos causas de errores. La precipitación es aceptar como evidente lo que es confuso y oscuro, por no haber procedido a una clarificación suficiente. La prevención es el error contrario, no aceptar como evidente aquello que es claro y distinto, por exceso de desconfianza. Ambas son actitudes contrarias que llevan al error. Ahora bien, el error no es de la razón, sino de la voluntad que decide precipitadamente aceptar como verdadero aquello sobre lo que aún no tiene certeza absoluta, o sigue negando obcecadamente la verdad de aquello que se le muestra clara y distintamente.
En segundo lugar, formula en el primer precepto el criterio de verdad, estableciendo la claridad y la distinción como notas carácterísticas de las evidencias y definiendo claridad como aquello que se presenta a un espíritu atento. Llamo distinto al conocimiento que es tan preciso y diferente. La claridad es, pues, la nítida presencia de un conocimiento en la mente, y la distinción el hecho de estar perfectamente, separado de todo lo demás, sin que contenga nada que pertenezca a otro.
b)El análisis propone la división de problemas hasta reducirlo a ideas simples, claras y distintas, luego en el límite de análisis es la evidencia.
c)La tercera regla, llamada de la síntesis, nos explicita con claridad la vía de deducción. En este proceso de la síntesis es donde interviene el segundo modo del conocimiento o segunda operación fundamental del entendimiento, la deducción que es una cadena ordenada de evidencias para llegar al conocimiento más complejo. La secuencia de las reglas 2ª y 3ª es la secuencia natural de la deducción. Ésta parte de naturalezas simples, absolutas e independientes, para llegar a las relativas o dependientes que no se pueden obtener.
d)El cuarto precepto es el de la enumeración y cita: Haré tantos recuentos y comprobaciones que este seguro de no haberme olvidado de nada coherente en el punto de partida. Los dos procesos del conocimiento, el análisis y la síntesis, se corresponden respectivamente con los dos modos de conocer del entendimiento: la intuición, que proporciona las ideas claras y distintas, y por tanto evidente, y la deducción, que nos permite prolongar esta evidencia hasta conocerlo. Este método es, pues, el único adecuado para la razón. Entiende como distinción aquello que no se confunde con los demás.

3.2. La duda metódica

El objetivo de Descartes, como ya hemos visto, es encontrar evidencias claras y distintas de manera que no sea posible dudar en absoluto. El primer problema que se le plantea es cómo encontrarlas, y para resolverlo elaborar el método. Pero una vez que lo tiene, ¿por dónde comenzar la búsqueda? La respuesta, y el primer momento de este proceso de búsqueda del conocimiento verdadero, es la llamada duda metódica.
Exigir un punto de partida absolutamente evidente obliga a un largo proceso de crítica y eliminación de todo lo que hasta el momento han sido considerados como verdaderos, pero que, no poseen una certeza absoluta. Una certeza que esté más allá de cualquier posibilidad de duda, por muy radical y extrema que sea. El primer paso, debe ser dudar de todo lo que se considera evidente inicialmente de todo aquello de lo que sea posible dudar. La sola posibilidad de dudar, ya será motivo suficiente para que dicha evidencia hasta dar con una evidencia indubitable.
Este primer paso se denomina duda metódica, porque es el resultado de la aplicación del primer precepto del método: no admitiré nada que no se me presento como evidente, no debe ser considerada como real, sino como un instrumento metódico para alcanzar su objetivo.
Tres serán los motivos de duda aducidos por Descartes y que escalonadamente alcanzan la máxima radicalidad:
a)
Duda sobre la fiabilidad de los sentidos o sobre el mundo sensible.
b)La hipótesis de sueño, o la imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño.
c)La hipótesis del genio maligno o duda hiperbólica.

A) Duda sobre la fiabilidad de los sentidos

Los sentidos nos ponen en contacto con el mundo material y nos proporcionan un conocimiento de cosas que se suelen aceptar como verdaderas. Pero, a veces, los sentidos nos engañan. ¿Qué seguridad tenemos, entonces, de que no nos engañan siempre? Existe un gran número de ilusiones y alucinaciones o alteraciones perceptivas. Pero, ¿en qué medida son suficientes para suspender provisionalmente el juicio sobre lo infinitamente sensorial son fuente de conocimiento. Las experiencias del engaño nos han de llevar a concluir que el conocimiento proporcionado por lo sentidos, es como mucho, probable, y esto no es lo absolutamente verdadero. Descartes busca una primera verdad absolutamente cierta, sobre la que no pueda dudarse jamás para iniciar, a partir de ella, por deducción, la construcción del resto del conocimiento. Por tanto, si no quiere construir sobre cimientos que le puedan fallar en cualquier momento, debe desechar todo aquello de lo que pueda dudar.
Pero, ¿hasta dónde es posible dudar de los sentidos? ¿Es posible llevar la duda sobre las cosas hasta la propia realidad personal esto es, hasta el hecho de que el propio cuerpo sobre el cual también recogemos información a través de esos mismos sentidos que nos engañan en ocasiones acerca de lo que nos rodea.

B)La dificultad de distinguir la vigilia del sueño


En efecto, a veces tenemos dificultad para distinguir el sueño de la vigilia. Tenemos sueños tan vivos que los sentimos como reales sólo al despertar descubrimos que eran sueño. Esto nos permite pensar que podemos estar dormidos y que las percepciones sobre nuestro propio cuerpo - que abrimos los ojos o que movemos la cabeza, por ejemplo- no son más que representaciones de sueño. Y aún más ¿cómo puedo probar que ahora mismo no estoy durmiendo sino despierto?
El segundo motivo de duda llega mucho más lejos: no sólo debemos dudar de que la cosas sean como las vemos, sino de la misma existencia de las propias cosas. En suma, este motivo de duda nos lleva a rechazar la seguridad sobre la existencia de nuestro propio cuerpo y del mundo material. Los medios que tengo para distinguir sin error posible la vigilia de sueño, no son absolutamente válidas, por tanto debo desconfiar de ellos.

C)La hipótesis del Genio Maligno


La duda aplicada metódicamente nos ha llevado a dudar del conocimiento proporcionado por lo sentidos. En un paso más radical, nos ha llevado a dudar de la existencia de las cosas y del mundo. Lo único que parece quedar a salvo son las verdades matemáticas, pues, ya esté despierto o dormido, dos más tres siempre serán cinco y el cuadrado tendrá cuatro lados.
Sin embargo , Descartes añade un tercer motivo de duda, aún más radical y extremo, tanto que él mismo la denomina Duda Hiperbólica, la hipótesis del Genio Maligno y por lo tanto suspende provisionalmente el juicio sobre ellos.
Nada le impide pensar, en efecto, que haya sido creado por el genio maligno de tal manera que su entendimiento se equivoca necesariamente cuando piensa que ha alcanzado la verdad. Este tercer paso es la extrema radicalidad, es una hipótesis improbable, pero no imposible. Lo realmente importante de este tercer momento de la duda es que afecta a las verdades matemáticas mismas. Verdades que son consideradas como evidentes y, por tanto, absolutamente ciertas, aunque no resisten la duda generada por la hipótesis del genio maligno.
Recapitulando: la duda radical exigida por el método le ha llevado a rechazar el conocimiento en su totalidad, hasta las mismas verdades matemáticas. No obstante, esta duda es provisional, es decir, un camino para obtener la verdad absoluta y no una vía hacia el escepticismo que es precisamente el que pretende rebatir.

4. La formulación y fundamentación del criterio de verdad

4.1. El cogito: primera verdad y criterio de certeza
La duda metódica no lleva a Descartes al escepticismo como hemos dicho. Por el contrario, será de la duda radical, precisamente, de donde extraerá la primera certeza absoluta: la existencia del sujeto que piensa, verdad que expresa en su célebre formulación: pienso, luego existo (cogito, ergo sum). Esta verdad resiste toda duda por muy radical que sea; incluso es inmune a la hipótesis del genio maligno, pues el propio hecho de dudar o de ser engañado es prueba de su verdad.
En el discurso del Método 4ª parte escribe su formulación más famosa. En la cual dice: todo lo que pienso puede ser falso, estoy convencido de que nada existe, incluso que las consideradas verdades matemáticas son errores de mi entendimiento provocados por un genio engañador. Pero de lo que no cabe duda alguna es del hecho de que yo dudo, de que yo pienso.
Para Descartes, cogito, ergo sum es una verdad inmediata conocida por la intuición. Recordemos que la intuición es como una luz natural que hace transparente a la mente en su propio acto de entender.
Es la primera verdad porque es resultado de la intuición y porque, además, posee las dos carácterísticas esenciales de toda verdad evidente: la claridad y la distinción.
Esta primera verdad no solo nos informa de la existencia del sujeto, sino que también aporta conocimiento sobre qué es ese yo. No puede afirmar que sea cuerpo porque se lo impide la duda.
Descartes, surge de la duda metódica con el conocimiento de la existencia del yo, una cosa que piensa y siente.
Pero el cogito es algo más que la primera verdad: es el modelo de toda verdad. Pienso, luego existo es una verdad indudable porque se presenta con claridad y distinción.
Ahora bien, este criterio de certeza tendrá que fundamentarlo. ¿Cómo? Descartes sabe que Pienso, luego existo es una proposición verdadera, evidente, clara y distinta. Debería tener plena garantía de que lo claro y distinto es verdadero pues de momento la hipótesis del Genio maligno sigue siendo eficaz así que necesita salir del callejón sin salida donde le ha dejado la hipótesis del genio maligno. Y acude a las ideas, de entre todas las ideas va a encontrar Descartes una que por el hecho de tenerla garantiza la existencia objetiva, es decir, fuera del sujeto pensante, de aquello pensado en la idea. Esta idea será la idea de Dios.

5. Concepto Cartesiano de Idea y sus tipos

La aplicación del primer principio del método y el uso de la intuición han dado como resultado la primera verdad. A partir de ella, Descartes deberá enfrentarse al problema de deducir la existencia de la realidad extramental, es decir, del mundo de las cosas materiales. El problema lo podemos formular de la siguiente manera: ¿Cómo demostrar la existencia de la realidad extramental partiendo exclusivamente de la existencia del pensamiento?
La respuesta a este problema la da mediante su teoría de las ideas. En primer lugar, Descartes cambia el concepto de idea respecto a filosofía anterior. Con la filosofía platónica la Idea era un Modelo Ideal cuya existencia era más real y perfecta que la de la realidad material. La filosofía medieval como una intermediaria entre el pensamiento y la cosa pensada. Descartes, por el contrario, afirma que el pensamiento recae directamente sobre las ideas, no sobre las cosas. Las ideas son como una representación gráfica de las cosas. Pero Descartes, sólo tiene certeza mental de esa idea, pero no tiene ninguna certeza de que el contenido de esa idea tenga realidad extramental. Con lo cual, se ha vuelto problemática la existencia de las cosas que pensamos.
Para dar respuesta a este interrogante, Descartes procede a analizar la naturaleza de las ideas, y distingue tres tipos de ideas:
·Ideas adventicias
·Ideas facticias
·Ideas innatas

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