Zaratustra y los pilares de Nietzsche
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Nietzsche se sirve de la figura de Zaratustra para desarrollar y enlazar los cuatro elementos principales sobre los que se asienta toda su obra y que son exhaustivamente tratados a lo largo de este libro: la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder y (aunque no lo desarrolla explícitamente) el eterno retorno de lo idéntico. Zaratustra es un ermitaño que vive recluido en la montaña, donde a lo largo de su retiro reflexiona sobre la vida y la naturaleza del hombre. Una vez siente que es el momento adecuado, decide regresar al mundo para comunicarle el fruto de su conocimiento.
La muerte de Dios
Nietzsche constata que Dios “ha muerto”, es decir, “ya no es presente” en nuestra cultura porque la sociedad ya no se mueve por sentimientos religiosos sino por motivaciones políticas, económicas o científicas, etc. Por eso Nietzsche no ataca, nunca, expresamente la creencia en Dios; solo mira de sacar las consecuencias. El problema ahora, dice, son los substitutos que hemos puesto en el lugar dejado vacío por Dios, porque nos cuesta vivir sin ningún tipo de trascendencia; fin de nuestra civilización.
El superhombre
Nietzsche ve en su propio tiempo el reino del último hombre, el hombre que vive el triste fin de la civilización en la cual todos los valores ya son muertos, el hombre se ve precipitado al nihilismo, se ha quedado sin valores. El superhombre es el ser capaz de estar a la altura del acto del asesinato de Dios, es el nuevo Dios terrenal. El superhombre que anuncia Zaratustra no es, sin embargo, sino el nuevo...
3 transformaciones:
- El camello (hombre normal): representa el hombre capaz de llevar el peso de la ley moral.
- El león (hombre---superhombre): lucha contra su último Dios, moral y valores.
- El niño (nihilismo positivo): representa el querer creador y espontáneo, libertad verdadera, representa la existencia como aventura y como juego, el bien y el mal es lo natural e insincero, decir sí a la vida.
La voluntad de poder
Es un concepto complejo de Nietzsche. Él dice que es algo muy general, la voluntad psicológica está dentro de la voluntad de poder. La voluntad de poder es un elemento básico de la realidad que está en todas las cosas que tienen vida, todos los fenómenos naturales tienen una cantidad de energía. Nietzsche dice que la vida, como resultado, es la lucha para imponerse el propio destino, para progresar e incluso para avanzar. El mundo no está creado por un Dios, sino por un perpetuo juego de fuerzas que se afirma en la generación y la destrucción de todas las cosas. El universo es un universo dionisíaco, un caos sin ley más allá del bien y del mal.
El eterno retorno
El superhombre es el único que puede aceptar el eterno retorno, porque la moral del resentimiento odia el tiempo, porque el tiempo es destructor (no ser), desaparición culpable de todo el mal y el dolor que hay en la existencia. El eterno retorno se puede considerar que tiene un valor hipotético. Decir que el eterno retorno es hipotético quiere decir que hemos de vivir como si el retorno fuera verdad para vivirlo positivamente: hay que decir sí incondicional a todas las cosas/todo lo que ha valido un instante vale por toda la cadena que lo hace posible, todo está ligado y no se puede eliminar ni estimar nada sin eliminarlo o estimarlo todo/si decimos sí en un instante decimos sí a la existencia entera. Los débiles no pueden ni podrían soportar el eterno retorno, porque la moral occidental espera un paraíso sin cambios y en paz con todos los mismos. Si hace falta, podría plantearse el eterno retorno como una especie de imperativo ético. Exigir la voluntad de querer cada acto y cada instante como si se pudiera vivir eternamente, como si no tuviera que pasar. El mundo sigue un tiempo circular, no lineal.