La Visión Marxista de la Religión y el Hombre: Fundamentos y Críticas
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El Pensamiento Marxista: Fundamentos y la Cuestión de la Religión
Fundamentos del Pensamiento Marxista
El pensamiento marxista se fundamenta en el carácter esencialmente histórico del hombre, según su método crítico-histórico. Se interesa por el hombre real y vivo en su libertad. Al respecto, Marx sostiene que el ser humano se forma por las relaciones sociales y productivas, constituyendo estas últimas un factor fundamental en el hombre entendido como ser social.
La Religión como Alienación Secundaria
De acuerdo con su materialismo histórico, Marx determina que la religión es una alienación secundaria, puesto que la alienación primaria reside en la estructura social del hombre: la económica. Este poder económico origina una sociedad clasista, dando lugar a injusticias sociales.
En el capitalismo, sociedad actual, el hombre cede su trabajo, su elemento racional, quedándose solo con los actos meramente naturales. Ante el fracaso y la alienación, el hombre se siente oprimido e impotente y crea la religión. El capitalismo la mantiene y la fomenta. Por tanto, la religión surge como una protesta que vuelve al hombre ahistórico, adormeciendo los sentimientos sociales.
Una actitud práctica nos lleva al estado de ateísmo: las necesidades se satisfarán desde el propio trabajo y el hombre se encontrará de nuevo a sí mismo.
Crítica al Marxismo: La Negación de Dios y la Esencia Humana
La Religión como Alienación
El marxismo cree que la religión debe ser suprimida atendiendo a la naturaleza misma de la religión, calificada de «alienación». Consiste, según Marx, en poner en Dios —un ser «fantástico y extraño» forjado por el hombre— el fundamento y la razón de la propia vida. De esta manera —entiende el marxismo— el hombre pierde su independencia, porque «un ser no se considera independiente más que cuando es su propio amo y no es su propio amo más que cuando a sí mismo debe su existencia. Pero yo vivo —continúa el marxista— completamente por la gracia de otro cuando no solamente le debo el sostenimiento de mi vida, sino que, además, es él quien ha creado mi vida, quien es la fuente de mi vida y mi vida tiene necesariamente una razón fuera de ella, ya que no es mi propia creación».
Esta es la afirmación más grave del marxismo, la que presenta mayor alcance: es la crítica a la esencia misma de la religión, presentada como negadora de la esencia humana. Por lo tanto, la negación de Dios es, en el marxismo, condición necesaria de la afirmación del hombre.
El Marxismo como Humanismo: El Hombre y la Existencia
El Hombre Genérico y la Ausencia de Alma
El marxismo se presenta como un «humanismo», puesto que el «hombre» que cuenta en el mundo marxista no es el hombre singular, sino «el hombre genérico», en la «colectividad». El hombre marxista es un hombre sin alma (sin alma inmortal y estrictamente espiritual y, por lo tanto, portadora de valores eternos, de derechos inalienables).
La Cuestión de la Existencia de Dios
Marx asegurará, por su parte, que, en efecto, en el soñado mundo comunista las condiciones socioeconómicas serán tales que ni siquiera se planteará la cuestión de la existencia de Dios. De ahí el poco interés que tuvieron él y los materialistas de su tiempo en examinar las pruebas que han ido surgiendo a lo largo de la historia sobre la existencia de Dios. La fe en Dios priva al hombre de la conciencia de su grandeza y le esclaviza; por lo que la liberación exige la muerte de Dios. Dios o el hombre: he aquí el dilema que plantea también el existencialismo ateo. Feuerbach: «homo homini Deus», el hombre es Dios para el hombre; el hombre es el Ser Supremo. El cristiano, en cambio, puede encontrarse poseyendo la fe como un don, pero luego se preguntará: ¿Es posible demostrar racionalmente la existencia de Dios? Y comprobará que sí. El marxismo, en cambio, partirá de que «Dios no existe».
La Autocreación del Hombre: Un Círculo Vicioso
Por lo demás, si el hombre no es criatura de Dios, ¿de quién es criatura? El marxismo responde: el hombre se crea a sí mismo mediante el trabajo. Pero aquí hay un círculo vicioso evidente. Nadie da lo que no tiene. Un «ser» que todavía «no es» no puede «darse el ser». Solo cabe acudir a una serie indefinida de padres hasta llegar al simio. Este sería el fundamento de la «dignidad» humana.