Virtudes Éticas y Dianoéticas en Aristóteles: Alma, Razón y Hábito

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Las Excelencias del Carácter (Virtudes Éticas) y su Relación con las Virtudes Dianoéticas según Aristóteles

El Concepto de Alma (Psique) en Aristóteles

En la filosofía aristotélica, la psicología era entendida como el estudio de la psique o alma. El alma era aquello que infundía vida a un cuerpo.

Según Aristóteles, los seres naturales se dividen en dos clases:

  • Vivos
  • Inertes

Los seres vivos son aquellos que poseen vida. Por vida, Aristóteles entiende la potencia de ejecutar cierta clase de actividades o funciones. Por alma, entiende que es el conjunto de las funciones del cuerpo, ya sean estas biológicas o psicológicas. La muerte de un ser vivo significa el fin de su alma y de su cuerpo; por tanto, alma y cuerpo están intrínsecamente vinculados y son ambos mortales. El alma más compleja es la del ser humano, ya que es capaz de realizar un mayor número de funciones.

Estructura del Alma Humana

El alma, según Aristóteles, consta de dos partes fundamentales:

Parte Racional

Es la parte del alma dotada de razón y es exclusiva del animal humano. Su función primordial es la búsqueda del conocimiento. Se subdivide en:

  • Facultad científica: Es la facultad mediante la cual el alma humana puede lograr conocimientos y verdades necesarias e inmutables.
  • Facultad deliberativa (o calculativa): Es la facultad mediante la cual el alma puede formar opiniones probables y razonables sobre lo contingente, aquello que puede ser de otra manera.

Parte Irracional

Es la parte del alma que carece de razón intrínseca, aunque puede obedecerla. Se divide en dos subpartes:

  • Parte vegetativa: Es la responsable de las funciones vitales básicas de los organismos vivos (nutrición, crecimiento, reproducción). La hallamos en cualquier ser viviente (plantas, animales, humanos).
  • Parte apetitiva (o desiderativa): Es la parte del alma irracional en la que se generan los deseos, apetitos y las pasiones. Esta parte, aunque irracional, puede participar de la razón en la medida en que la escucha y obedece.

Las Virtudes Dianoéticas: Excelencias de la Razón

Las virtudes dianoéticas (o intelectuales) son excelencias de la parte racional del alma. Consisten en la perfección en el ejercicio de sus funciones, relacionadas con la búsqueda del conocimiento y la verdad. Estas proporcionan distintos niveles de conocimiento.

Se asocian a las facultades racionales:

  • En la facultad científica:
    • La ciencia (episteme): Conocimiento demostrativo de lo necesario.
    • El intelecto (nous): Captación intuitiva de los primeros principios.
    • La sabiduría (sophia): La unión de ciencia e intelecto, el conocimiento más elevado sobre los principios últimos.
  • En la facultad deliberativa:
    • La inteligencia práctica o prudencia (phrónesis): Saber elegir lo conveniente en cada situación para vivir bien en general.
    • El arte o técnica (techné): Saber producir objetos de manera eficaz.

Dentro de las virtudes de la facultad deliberativa, la inteligencia práctica (prudencia) es crucial para la ética, pues se trata del conocimiento sobre lo bueno y conveniente a la hora de actuar y elegir en cada situación concreta.

Las Virtudes Éticas: Excelencias del Carácter

Las virtudes éticas (o morales) son excelencias de la parte apetitiva o deseante del alma irracional, en cuanto esta obedece a la razón. Se relacionan con la gestión adecuada de las pasiones y deseos irracionales, consistiendo en un término medio entre dos vicios (uno por exceso y otro por defecto).

Aristóteles no elaboró un catálogo completo y sistemático de las virtudes éticas; sin embargo, cita ejemplos como la justicia, la templanza, la valentía, la generosidad, etc. El listado de virtudes éticas que ofrece refleja en realidad el código ético y los valores morales de la sociedad griega de su época.

Lo contrario de las virtudes éticas son los vicios, que son disposiciones habituales perjudiciales. Aristóteles menciona, entre otros, la injusticia, la intemperancia, la cobardía, la tacañería.

La Deliberación, la Elección y el Silogismo Práctico

Según Aristóteles, las acciones virtuosas surgen de una elección libre y voluntaria, y toda elección conlleva una cierta deliberación previa sobre los medios para alcanzar un fin. La facultad deliberativa, perfeccionada por la prudencia, es la que proporciona el conocimiento de los medios adecuados para lograr lo mejor y lo más conveniente en la acción.

Aristóteles representa la estructura de cualquier deliberación mediante lo que él denomina el silogismo práctico. Este consta de dos premisas y una conclusión:

  1. La premisa mayor es un enunciado general que enuncia el fin deseado o el bien a alcanzar (ej. "La salud es deseable").
  2. La premisa menor enuncia los medios concretos para lograr ese fin en la situación actual (ej. "Este alimento ligero es saludable").
  3. La conclusión no es un enunciado, sino la acción misma (ej. Comer el alimento ligero).

Para que una deliberación sea buena y la elección sea correcta, es necesario que se cumplan dos condiciones:

  • Que el fin sea bueno (determinado por la virtud ética).
  • Que los medios sean realmente adecuados al fin (discernidos por la prudencia o inteligencia práctica).

La Importancia del Hábito y la Experiencia

Según Aristóteles, el hombre bueno es aquel que ha desarrollado el hábito (hexis) de las virtudes éticas, pues son estas las que le predisponen a proponerse fines buenos. El hombre malo es el que, habituado a dejarse llevar por sus pasiones y deseos incontrolados, ha desarrollado vicios; estos son los que le predisponen a fines malos para él y para la comunidad. Por tanto, sin virtudes éticas no puede haber una buena deliberación ni una buena vida.

Las virtudes no son innatas, sino que se adquieren mediante la práctica y el hábito. Los jóvenes, debido a su falta de vivencias, carecen inicialmente de inteligencia práctica (prudencia), pues esta es una virtud dianoética que se desarrolla con la experiencia y la madurez. Por tanto, los jóvenes, ya sea por imitación, por obediencia a sus mayores o por respeto a la ley, tienen que realizar acciones virtuosas aun cuando al principio lo hagan sin plena convicción interna. Con el tiempo, a fuerza de repetirlas, desarrollarán el hábito de las acciones virtuosas. Conforme aumenten su experiencia, irán alcanzando madurez y desarrollando la inteligencia práctica. Una vez perfeccionadas ambas clases de virtudes (éticas y dianoéticas, especialmente la prudencia), lograrán actuar correctamente de forma consistente y alcanzar la felicidad (eudaimonia), que es el fin último de la vida humana.

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