La Virtud y la Voluntad en la Filosofía Utilitarista de Mill

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La Virtud: ¿Medio o Fin?

Mill es consciente de que hay otras cosas que queremos o que consideramos buenas, aparte de la felicidad. La virtud es una de ellas.

La solución de Mill es integrar la virtud como un componente de la felicidad. Los moralistas utilitaristas no sólo mantienen que la virtud debe ser deseada, sino también que debe desearse desinteresadamente. No sólo sitúan la virtud a la cabeza de las cosas que son medios para llegar a la felicidad, sino que también reconocen que es un bien en sí mismo.

Estas cosas las vemos como buenas (parte de la felicidad) porque originariamente llevaban a la satisfacción de los deseos naturales. La razón que hace que el arte o la virtud sean constitutivos de la felicidad no es que sean cosas valiosas en sí mismas, sino que su valor deriva de que las hemos asociado a la satisfacción de deseos que suelen traer consigo. Esto es claro en el caso del dinero y la fama, pero también en el de la virtud.

En conclusión, Mill parece admitir que la virtud es un bien constitutivo de la felicidad, pero al final opta por defender que es sólo un medio para la obtención de ésta.

Los que desean la virtud por sí misma, en el fondo, desean obtener el placer que ella les proporciona, o huir del dolor que su carencia les acarrea.

Desear una cosa y encontrarla placentera son fenómenos completamente inseparables.

Aquí vemos la tendencia antipuritana del utilitarismo y de Stuart Mill. Este antipuritanismo es en principio una buena idea, pero no podemos olvidar que el placer más profundo exige virtud, autocontrol e incluso sufrimiento. Pensemos en el deporte. Pensemos en el superhombre de Nietzsche.

La Voluntad

Mill se enfrenta a una nueva cuestión: la diferencia entre el deseo y la voluntad. El deseo es pasivo: es algo que nos ocurre. Me ocurre que me apetece comer un bocadillo de jamón ahora. La voluntad es otra cosa, es algo que yo controlo, que yo decido. La solución de Mill es sencilla: la voluntad tiene su origen en el hábito.

Esta respuesta tiene su origen en Aristóteles. Según Aristóteles, el hábito es como una segunda naturaleza, y es importante tener buenos hábitos para realizar con facilidad los actos buenos.

Mill señala una segunda razón que hace conveniente la implantación de buenos hábitos en las personas: Tanto en el sentimiento como en la conducta, el hábito es lo único que proporciona estabilidad y certeza. Y como es importante para nosotros y para los demás confiar en nuestro sentimiento y conducta, la voluntad debe ser cultivada hasta conseguir esta forma de independencia.

Sin embargo, algo falta en esta caracterización de la voluntad. La conducta guiada por el hábito puede ser tan automática, pasiva e irreflexiva como la guiada por los deseos. En cambio, cuando hago algo voluntariamente, parece que yo tengo un papel mucho más protagonista en ese acto.

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