La vida en el Paleolítico y la romanización de la Península Ibérica

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Los pobladores del periodo Paleolítico (De paleo antiguo y lithos piedra primer periodo de la Prehistoria de la humanidad desarrollado durante el periodo geológico del Pleistoceno) eran depredadores y su economía era de subsistencia, basada en la caza, la pesca y recolección de frutos. Era una sociedad nómada vinculada y dependiente de las condiciones climáticas favorables. La presencia del Homo sapiens (Paleolítico) en la península ibérica está datada entre los 30000 y 35000 años a. C. hasta el 10000 a. C. Su organización social era colectiva y vivían en grupos nómadas con una clara diferenciación social, pero la necesidad de colaborar para cazar grandes animales determinaba un cierto tipo de organización tribal. El medio climático de la Península era muy diferente del actual. Era una zona fría y con lluvias abundantes, debido a ello la fauna estaba conformada por bisontes, renos, ciervos. El hombre, para protegerse del frío, vivía en cuevas, compartiendo esos lugares con otros animales. Su forma de vida era depredadora, es decir, vivía de lo que le ofrecía el medio: caza, pesca, recolección de frutos silvestres y cuando se agotaba una zona o las condiciones naturales no eran favorables, se desplazaba a otro territorio, por lo que nos referimos a la práctica del nomadismo para este periodo. La industria lítica es diversa y se complementa con utensilios de huesos. Entre el periodo 6000 y 3000 a. C. aparecieron en la Península Ibérica las primeras comunidades neolíticas (Neo-murvo y lutho piedra) que, a diferencia del Paleolítico, practicarán agricultura y la domesticación de animales fundamentalmente cabras y ovejas, dando lugar al apto periodo conocido como Neolítico. Esta es la principal causa del cambio que llamamos Revolución Neolítica, que determina que el hombre se vuelva productor y sedentario y habite en poblados por la necesidad de atender su producción agrícola y ganadera. También desarrolló la producción de tejidos y cerámicas y de utensilios necesarios para la agricultura, como hachas y azadas de piedra. Al dedicarse a la agricultura, la mayoría de la población, los que se dedican a otros trabajos, van a adquirir funciones diferenciadas (guerreros, sacerdotes), con lo cual la sociedad se va a estratificar en grupos sociales. El desarrollo de actividades como cestería, cerámica, tejidos, dará lugar también a intercambios porque el excedente de productos dará lugar al intercambio de productos con otras comunidades. Surgen así las primeras formas de intercambio que en esta modalidad primaria se denomina trueque. En la Península Ibérica, el Neolítico no se desarrolló en todas las zonas al mismo tiempo, comenzó primero en el Levante y en el Sur, y más tarde y menos desarrollado en el centro y el norte peninsular. En definitiva, se pasa de una sociedad nómada y depredadora a una sociedad sedentaria y productora, y de una sociedad tribal a una sociedad organizada en comunidades estables (poblados) y en grupos sociales que comienzan a diferenciarse por su actividad.



La conquista de la Península Ibérica por los romanos se inició en el siglo IV a. C. y concluyó, tras un proceso largo y complejo, en el siglo I a. C. Geográfica y cronológicamente podemos distinguir tres etapas principales: 1. Conquista del este y el sur peninsular (218-197 a. C.) 2. Conquista del centro y el oeste peninsular (155-133 a. C.) Los romanos tuvieron que hacer frente a la resistencia de los pueblos de esta zona. 3. Conquista del norte peninsular (29-19 a. C.) La romanización es el proceso por el cual los habitantes de la Península van a modificar sus formas de vida tradicionales y van a adoptar las características de la civilización, leyes y costumbres romanas, o bien se van a mezclar ambas. Este proceso, de manera general, se denomina aculturación, y se aplicó en este momento histórico como romanización. Los medios empleados para llevarla a cabo fueron los siguientes: a) La vida urbana, las vías de comunicación y el comercio. El Imperio romano aprovechó las ciudades existentes en la Península, transformando sus órganos de gobierno y haciéndolos dependientes de Roma, además fundó nuevas ciudades con pobladores romanos. El desarrollo de un amplio sistema de calzadas favorece el intercambio comercial y la llegada de pobladores, ejércitos, comerciantes. Las principales ciudades romanas estaban intercomunicadas entre sí y con Roma a través de la Vía Augusta, que iba paralela al litoral mediterráneo. b) El papel del ejército. El ejército fue un importante vehículo de romanización, los soldados llevaban la lengua, creencias y costumbres de Roma y las difundieron por todo el Imperio. Roma contaba también con tropas hispanas que, en contacto con lo romano, se romanizaron rápidamente. c) La concesión de la ciudadanía romana. No todos los habitantes tenían el título de ciudadano romano. Obtener la ciudadanía romana significaba obtener privilegios y un alto honor. La recibían quienes colaboraban con Roma y tenían un alto grado de integración en el mundo romano, era un título ansiado por muchos. Al principio, a muchos ciudadanos se les otorgó la ciudadanía latina (con menos privilegios) y, por último, con Caracalla, en el siglo III d. C., toda Hispania recibiría la ciudadanía romana. d) Los elementos culturales. La presencia romana introdujo elementos culturales unificadores como la lengua común, el latín, que era la lengua culta y hablada. A partir del año 313, durante el gobierno del emperador Constantino, por medio del Edicto de Milán, se proclamó la libertad religiosa del cristianismo en todo el Imperio romano y se difundió el cristianismo como religión que actuó como elemento unificador. El Derecho romano también contribuyó a unificar las relaciones privadas y el funcionamiento de las instituciones en el Imperio. Todos estos elementos, interactuando, cohesionaron dentro del Imperio a los habitantes de la Península Ibérica (Hispania), especialmente cuando a partir del siglo III d. C. se concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes del Imperio. Además, Hispania aportó a la cultura romana intelectuales como Séneca y Quintiliano y emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio.

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