Las Vías de Santo Tomás: Demostraciones Filosóficas de la Existencia Divina

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Nociones Fundamentales en la Demostración de la Existencia de Dios

1. El Movimiento y el Primer Motor (Primera Vía de Santo Tomás)

En su primera vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás parte del hecho de que en el mundo material hay cosas que se mueven. En este caso, se trataría del cambio de lugar de una cosa. Pero no solo observamos que en el mundo hay cosas que cambian de lugar, sino que hay distintas clases de cambio: cambios sustanciales como la generación (pasar del no-ser al ser) y la corrupción (pasar del ser al no-ser); y cambios accidentales como el cambio local o de lugar. Pero, ¿cómo es posible ese movimiento o cambio?

Aristóteles, en cuyas teorías se basa Santo Tomás, resolvería el problema del cambio (y el movimiento) con su teoría del acto y la potencia. Pues, si ni los presocráticos ni Platón consiguieron resolverlo, diría Aristóteles, fue porque no se dieron cuenta de que el mundo material está formado por seres que son mezcla de ser y no ser.

De modo que, según Aristóteles, la semilla es un árbol en potencia porque tiene la capacidad de convertirse en árbol. Y el cambio o movimiento sería el paso de la potencia al acto, cuando lo que es solo posible se convierte en algo real. Pero, ¿por qué se produce el cambio? ¿Cuál es su origen? ¿Qué hace que se produzca el paso de la potencia al acto? Aristóteles contestará que “todo lo que se mueve es movido por otro”. Es decir, que el cambio que se produce en toda sustancia es producido por otra sustancia.

2. La Causa Eficiente Primera y el Ser Necesario (Segunda y Tercera Vías de Santo Tomás)

2.1. La Causa Eficiente Primera (Segunda Vía)

En su segunda vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás se basa en la causa eficiente de Aristóteles. Parte del hecho de que todo lo que existe es el efecto de una causa que lo ha producido, porque ninguna sustancia puede producirse a sí misma. De manera que la causa de la existencia (o el origen) de cualquier ser (o sustancia) es siempre otro ser (o sustancia); todos los seres son “efectos” de otros seres que son las “causas eficientes” de su existencia; porque no hay nada que sea su propia causa, pues habría de ser anterior a sí mismo y eso es imposible.

Pero, dado que prolongar hasta el infinito la serie de causas eficientes como explicación de los efectos equivaldría a no explicar nada, tendremos que pensar que existe una “causa eficiente primera”, de la que procedería toda la serie de causas y efectos, y a la que, según dice Santo Tomás, llamamos Dios.

2.2. El Ser Necesario (Tercera Vía)

En su tercera vía para demostrar la existencia de Dios, Tomás de Aquino adopta la distinción entre esencia (lo que las cosas son) y existencia (el hecho de que existan) de los filósofos árabes medievales Averroes y Avicena. De modo que llama “seres contingentes” a los que existen en potencia, pueden ser o no ser, tienen la posibilidad de existir o no existir; mientras que el “ser necesario” es el que existe siempre en acto, es decir, que existe necesariamente porque no tiene la posibilidad de no existir. Dicho de otro modo, “seres contingentes” son los que tan solo tienen la posibilidad (pero no la necesidad) de existir, ya que pueden (tienen la potencia de) existir o no existir. Ese ser eterno que es acto puro, según Santo Tomás, es Dios.

3. Los Grados de Perfección (Cuarta Vía de Santo Tomás)

En su cuarta vía para demostrar la existencia de Dios, Santo Tomás recurre a la teoría platónica de la “participación” o de los “grados de perfección” de las cosas. Parte de que hay diversos grados de perfección en las cosas, que pueden ser (más o menos buenas, más o menos verdaderas, más o menos bellas, etc.), pero su perfección siempre es limitada (su grado de perfección nunca es el máximo). Pues, si no existiese ese ser perfectísimo, que nos sirve como modelo de cómo deben ser las cosas, no habría una referencia que nos permitiese comparar las cosas entre sí y decir que una es más perfecta que otra. A ese ser perfectísimo, según Santo Tomás, lo llamamos Dios.

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