El Viaje de Chan la Lagartija: Superando el Miedo y Descubriendo la Libertad en el Pueblo
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Chan: Una Lagartija Nada Aventurera
Chan era una lagartija nada aventurera. Lo sabía porque cuando escuchaba las historias de sus abuelas lagartijas le entraba un miedo atroz con solo pensar que tenía que salir por callejuelas de pueblos llenas de muchos otros animales vecinos, al intenso sol, con muchos niños correteando…
La Vida Tranquila en la Ciudad
No se sabe por qué, pero Chan llegó con su familia de lagartijas a vivir a una zona de grandes edificios, con pocos animales alrededor y con poco sol. Correteaba todos los días por un jardín abandonado sin que nadie la molestara, en busca de su alimento, entre sus flores y con su madre. Así que vivía muy tranquila.
El Primer Encuentro y la Amistad
Un buen día, Chan estaba caminando cerca del asfalto cuando no se enteró del ruido que hacía un niño al correr y sintió cómo alguien la cogía.
A pesar del miedo que sentía, por primera vez notó sus pequeñas patas muy ágiles, aunque le resultaba más fácil arrastrarse por la tierra. El niño jugaba mientras a ponerle una carretera con piedras. Chan se divertía intentando esquivarlas. De repente sintió que alguien la llamaba:
—¡Ey tú! ¿Quién eres? ¿No te conozco?
Chan miró para la derecha y vio a un pequeño insecto muy raro para ella.
—Soy Chan, la lagartija. ¿Y tú?
—Soy Teo, el escarabajo.
El niño vio que Chan se paraba con el escarabajo y los juntó a los dos en otra parte del mismo jardín. Chan y Teo se hicieron amigos esa mañana y, cuando el niño se fue y los dejó solos, Chan disfrutó del intenso sol del que tanto le hablaban sus familiares, de trepar por las rocas, de comer más variado que en la ciudad… ¡Qué divertido era el pueblo!
El Regreso Forzoso y la Jaula
La Captura Inesperada
Pasaron varios días y Chan disfrutaba del entorno cuando, por segunda vez en tan poco tiempo, sintió que la volvían a atrapar. Intentaba mover su cuerpo para percibir quién era esta vez y volvió a reconocer al niño al que le tenía que estar agradecida. Otra vez la horrible jaula. El niño consiguió volver a meter a Chan en el recipiente y llevárselo a la ciudad de nuevo.
El niño tenía a Chan en su mano izquierda, la observaba y sonreía por el original hallazgo. En la otra mano tenía una pequeña jaula.
—¡Qué feliz soy! —dijo en alto el niño mientras metía a Chan en la jaula—. Ya tengo una mascota.
Chan gritaba para sus adentros:
—¡Ahhhhh Dios mío! ¡Me han atrapado! A mí, que vivo en la máxima tranquilidad.
—¿Dónde me lleva? Pero si soy una lagartija. ¿Cómo voy a ser su mascota?
No había podido avisar a su mamá y se llevaría un disgusto.
El Viaje a Toldesilla
El niño enseñó a Chan a todos sus amigos del barrio y al día siguiente la metió en el maletero del coche para llevársela de fin de semana a su casa del pueblo. Chan pensó que nunca más estaría en libertad, pero no fue así. Nada más llegar a un pueblo llamado Toldesilla sintió cómo le daba el aire en su rostro. ¡Por fin podría ser libre!
La Libertad Recuperada
El niño apoyó la jaula en el suelo y abrió la pequeña compuerta. Chan estaba muerta de miedo; para ella era como ir a la selva. El niño la sacó con sus pequeños dedos y Chan correteó entre la tierra que nunca había conocido antes.
Chan pensaba que al final, si la cambiaba de sitio, se volvería a quedar sola, pero no fue así. El niño la devolvió al mismo lugar donde la había cogido y Chan pudo encontrarse con su familia de lagartijas que la habían echado de menos y disfrutaron mucho de las historias nuevas que Chan contó.