Validos y Reformas en la España del Siglo XVII: El Conde-Duque de Olivares

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El Ascenso de los Validos y la Figura del Conde-Duque de Olivares

Una de las principales novedades en la administración de los Austrias menores en el siglo XVII fue la figura del valido. Este cargo, similar al existente en otros estados europeos de la época, recaía en un personaje influyente, miembro de la aristocracia, en quien el rey depositaba toda su confianza y a quien encomendaba la mayor parte de las tareas de gobierno. Los validos intentaron tomar personalmente las riendas del Estado y gobernar al margen de los Consejos. Controlaban la concesión de cargos, pensiones y mercedes de todo tipo, lo que favoreció su enriquecimiento personal y la corrupción.

Fueron criticados ya en su época, pues se consideraba que separaban al monarca del contacto con sus súbditos y tomaban decisiones con frecuencia impopulares. Los Austrias menores tuvieron fama de no desarrollar una gran capacidad de trabajo y se centraron en las actividades específicas de la realeza: la vida cortesana, el protocolo, las ceremonias públicas, las cacerías, etc.

Uno de los validos más destacados fue Don Gaspar de Guzmán, el Conde-Duque de Olivares. Felipe IV entregó desde el principio de su reinado la dirección del gobierno a esta persona de confianza, que llegó a convertirse en la figura política más influyente de su época.

El Programa Político del Conde-Duque de Olivares

Su programa político era simple y nada novedoso: intentar mantener la herencia y el prestigio del Imperio Español. Pero eso significaba subordinar los intereses de los reinos hispánicos a los de la diplomacia y las guerras en Europa.

En el aspecto económico, Olivares intentó establecer una red de bancos "nacionales" que acabase con la dependencia con respecto a los banqueros extranjeros. Este proyecto tuvo pocos resultados debido a la escasez de recursos para ponerse en marcha.

Reformas Financieras y la "Unión de Armas"

La política interior estuvo relacionada con la exterior, especialmente en el aspecto financiero. La reanudación de los conflictos europeos exigía importantes sumas de dinero a una Hacienda en permanente crisis. Para paliar esta situación, Olivares planteó una reforma financiera encaminada a combatir la corrupción y reducir los gastos. El Estado tuvo que recurrir a declarar la bancarrota y a alterar el valor de la ley de la moneda.

Pero la reforma más importante del Conde-Duque fue el proyecto de la "Unión de Armas" (1625), que pretendía obligar a todos los reinos a contribuir a la defensa de la monarquía. Se trataba de crear un ejército permanente de unos 140.000 hombres, compuesto de contingentes de cada uno de los territorios, que tendría que ser costeado por todos los reinos en función de su población y riqueza. Hasta entonces, el principal esfuerzo en la defensa de la monarquía lo había efectuado Castilla, pero este territorio, afectado por una grave crisis económica, ya no podía soportar el peso de las enormes necesidades militares.

Centralización y Oposición a las Reformas

Estas reformas de Olivares pretendían unificar políticamente el Imperio, suprimiendo las diferencias territoriales y repartiendo por igual cargas y beneficios entre todos los territorios de la Corona. Buscaba crear una estructura centralizada del Estado, menos anacrónica y más eficaz en el gobierno. Pero su aplicación resultó casi imposible, tanto por las dificultades económicas de la monarquía como por la oposición de los distintos reinos, celosos de conservar sus instituciones, y unos fueros y privilegios que se remontaban a la Edad Media.

La Crisis de 1640 y el Fin del Gobierno de Olivares

La crisis española llega a su punto culminante en 1640, con las rebeliones de Cataluña y Portugal. Finalmente, Felipe IV decidió cesar en sus funciones al Conde-Duque en 1643, y tendrá que volver a la política foralista, de carácter pactista, que había caracterizado hasta entonces a los Austrias.

Buena parte de estas reformas fracasarán también como consecuencia del panorama de guerras europeas en el que España se encontraba inmersa. La guerra con Francia no concluyó hasta el Tratado de los Pirineos (1659). Francia obtuvo una parte de Cataluña y algunas plazas fortificadas en Flandes y Luxemburgo.

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