El Utilitarismo de Mill: Felicidad Colectiva, Sacrificio Personal y Ética Consecuencialista

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La Virtud Moral al Servicio de la Felicidad

Mill entiende por virtud moral la capacidad de priorizar la felicidad general sobre la personal, lo que implica la capacidad de sacrificarse por los demás. La finalidad de esta actitud es la felicidad.

Un sacrificio que no tuviera como fin la felicidad de alguien sería un sinsentido.

Mill concluye: la moral utilitarista reconoce en los seres humanos el poder de sacrificar su propio bien por el de otros. Un sacrificio que no incremente la suma total de felicidad es un sacrificio malgastado.

Imparcialidad

El utilitarismo es una filosofía moral exigente, ya que define la acción moral como aquella que produce la mayor felicidad general posible. A veces, este objetivo requiere sacrificar el propio bienestar en beneficio de la mayoría, exigiendo imparcialidad: si se ha de elegir entre la propia felicidad y la de los demás, se debe optar por la de los demás.

Mill parece no percatarse de que esta imparcialidad puede tener consecuencias indeseables; por ejemplo, en un caso donde el mayor beneficio global se consiga mediante un reparto muy desigual. No obstante, Mill da por sentado que el principio utilitarista no debe interpretarse de este modo.

La Moral y los Afectos Personales

Para ser imparcial, es necesario poner en suspenso los afectos personales hacia individuos concretos. Mill acepta esta premisa, afirmando que es un requisito común a todas las teorías morales (por ejemplo, al evaluar candidatos para un puesto de trabajo).

Lo cierto es que nuestras actitudes morales suelen tener una base natural que se expresa en afectos hacia las personas cercanas y con las que mantenemos una relación personal. Resulta poco realista pensar que podemos desligar completamente nuestra actitud moral de nuestros sentimientos.

Consecuencialismo

Es una característica central del utilitarismo. Una filosofía moral es consecuencialista si sostiene que lo que hace que una acción sea moral son sus consecuencias, no las intenciones con las que se realiza.

  • No sirven de nada las buenas intenciones si no desembocan en una mejora del bienestar general.
  • Si una acción mejora el bienestar general, es moralmente buena, sea cual sea la intención inicial.

El consecuencialismo presenta atractivo, pero también enfrenta problemas importantes. Uno de ellos es la dificultad para prever todas las consecuencias de una acción. Para hacer viable la teoría, se suele recurrir al concepto de 'consecuencias racionalmente esperadas', lo que, irónicamente, reintroduce la importancia de las intenciones. Por otra parte, nuestro sentido moral intuitivo sugiere que existen acciones intrínsecamente malas, aunque no disminuyan necesariamente el bienestar general (ej.: prostitución).

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