Utilitarismo de John Stuart Mill: Ética, Felicidad y Política

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John Stuart Mill: Ética y Utilitarismo

La ética de John Stuart Mill sigue la tradición empirista de las éticas británicas, basadas en la observación de los actos humanos. Mill examina la conducta humana y sostiene que realizamos acciones buenas porque esperamos que estas nos produzcan placer, ya que, en definitiva, lo que buscamos es la felicidad.

La idea central es que actuamos bien porque esto nos hace felices. Pero, ¿en qué consiste este actuar bien? El bien se identifica con la utilidad; lo bueno es lo útil, porque las acciones útiles nos acercan a la felicidad, que es la finalidad de todo acto humano.

Mill afirma que no hay duda de que todo lo que podemos desear o buscar es, en último término, la felicidad. Si creemos que perseguimos otras metas como la fama, el dinero o el poder, lo que hacemos en realidad es intentar alcanzar un medio para que este nos conduzca a la felicidad, el auténtico fin. La idea es que buscamos y deseamos la fama, el dinero o cualquier otra cosa porque esto nos hace felices, y por esta razón, estos objetivos no son fines en sí mismos, sino medios.

Mill nos dirá que incluso si creemos que perseguimos otras cualidades como fines en sí mismos, como por ejemplo la virtud, en realidad también estamos persiguiendo la felicidad, porque la virtud también forma parte de esta. En consecuencia, todo lo que podemos buscar no es otra cosa que la felicidad; todo lo que podemos desear es la felicidad y, por esta misma razón, la felicidad es algo deseable.

El esquema es simple: así como la prueba de que un objeto es visible es el hecho de que la gente lo ve, la prueba de que la felicidad es deseable es el hecho de que la gente la desea. Ahora bien, ¿es la felicidad el único motor de nuestros actos? Mill reconoce que las personas no solo actuamos por deseo, sino también por voluntad.

No es lo mismo desear que querer, pero según él, la voluntad tiene su origen en el deseo. La voluntad se implanta deseando algo; después, los actos se pueden convertir en hábito, pero su nacimiento reside en el deseo. Todo señala que la voluntad parte del deseo y si, como hemos dicho anteriormente, el objeto supremo del deseo es la felicidad, también será la felicidad el objeto de la voluntad.

Por todo esto, queda demostrado que la felicidad es el fin último y motor de nuestros actos. Este hecho no necesita más evidencia, ya que los fines últimos no requieren pruebas ni argumentos. No tiene sentido preguntarnos por qué queremos ser felices, porque la única respuesta posible es "para ser felices". Es una pregunta con una respuesta circular. Queda claro, entonces, que la naturaleza humana consiste en perseguir la felicidad, y por eso debemos construir la ética a partir de este hecho.

Este modelo es el que siguen las éticas naturalistas: los valores éticos se extraen de la realidad, de la naturaleza humana. De hecho, Mill nos dirá que el utilitarismo es una teoría de la vida. Como la felicidad es la finalidad del hombre particular y el criterio de la ética, los utilitaristas lo que harán será intentar determinar de qué forma se puede alcanzar la felicidad colectiva, cómo se consigue que el mayor número de personas sean felices.

Utilitarismo de los Actos vs. Utilitarismo de la Regla

En este punto podemos ver diferencias de criterios.

  • Jeremy Bentham, el padre del utilitarismo, elaboró una teoría conocida bajo el nombre de utilitarismo de los actos. Defendió que las acciones morales se deben valorar a partir de la utilidad del resultado de los actos concretos y que la felicidad colectiva se alcanzaba mediante la suma de acciones útiles. La idea principal es que el valor moral reside en las consecuencias. Esta teoría constituye la base del utilitarismo ético.
  • Sin embargo, Mill reelabora la doctrina con el utilitarismo de la regla. Mill dice que la felicidad colectiva no es simplemente la suma de intereses particulares, porque este principio debe encajar con una norma general de acción, es decir, una regla universal que guíe el principio de utilidad.

¿En qué consiste esta regla? Tenemos que hacer una distinción cualitativa de los placeres. El utilitarismo identifica la felicidad con el placer, pero, ¿cualquier clase de placer sirve para ser auténticamente felices?

Según Mill, no. No todos los placeres tienen el mismo valor. Están:

  • Placeres sensuales: inferiores, corpóreos y efímeros. Por ejemplo, el placer de comer.
  • Placeres intelectuales: superiores, porque estimulan los sentidos, la mente o la imaginación y están relacionados con el desarrollo personal, con la capacidad de conocer, crecer, etc.

Para ejemplificar esta clasificación, Mill defenderá que:

"Es mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho, y es mejor ser un humano insatisfecho que un cerdo satisfecho."

La idea que hay detrás de estas afirmaciones es que, en los dos primeros casos, Sócrates y el humano seguramente han experimentado la satisfacción de las dos clases de placeres y saben que los inferiores solo les aportan una satisfacción momentánea y no completa. Es mejor ser un Sócrates insatisfecho porque así somos capaces de valorar qué placeres nos conducen a la felicidad auténtica, algo que no podemos hacer si somos necios. Para Mill, reconocer que algunos placeres son más deseables que otros es compatible con el principio utilitarista de la máxima felicidad para el mayor número de personas.

Con el segundo ejemplo, podremos entender aún más que es diferente la clase de placer que puede experimentar un cerdo en relación con la que puede alcanzar un humano. La satisfacción de un cerdo se limita a la que le proporcionan los placeres sensuales y, por lo tanto, no puede alcanzar una felicidad real.

En contraste, un humano tiene la posibilidad de llegar a esta a través de los placeres intelectuales. La felicidad auténtica está conectada a un sentimiento de realización personal, pero no se limita a esto, también contempla a los otros.

Según Mill, uno solo puede ser feliz si se rodea de personas que también lo son. Esto no significa que siempre tengamos que andar buscando la felicidad ajena. Mill reconoce que existen héroes e incluso mártires que sacrifican la felicidad propia por la de los demás, pero son pocas veces. En escasas ocasiones una persona puede favorecer la felicidad del conjunto. De lo que se trata es de atender la felicidad propia y la de los que nos rodean; si hacemos esto, ya estamos contribuyendo a la del conjunto. La mayor parte de acciones no buscan la felicidad del conjunto del mundo, sino la individual, pero la felicidad del mundo está hecha de la felicidad de sus individuos.

Y así es como la felicidad individual se puede situar en armonía con el interés del conjunto.

Aplicación Política del Utilitarismo

Para Mill, la acción política debe tener como objetivo la felicidad colectiva, por eso mismo se considera un demócrata y está en contra de todas las dictaduras. El gobierno actúa, pero dentro de unos límites. Este límite es la libertad individual, valor constitutivo de cada persona, fundamento de sus deberes y derechos, conforme al cual cada persona puede decidir autónomamente sobre las cuestiones esenciales de su vida, donde nadie puede interferir, ni siquiera el Estado. Entonces, todas las personas somos libres siempre que respetemos el principio de daño, un principio que dice que somos libres mientras nuestras acciones no generen daño a otros y cumplamos con las obligaciones sociales. Por ende, si una persona incumple el principio de daño, el gobierno sí que podría actuar para evitar que haga daño a otra persona.

Este principio también es aplicable a la sociedad en general y a la opinión pública, la cual no puede intervenir en la libertad individual.

Mill defiende la diversidad y contempla la dignidad humana, que significa no juzgar a las personas por razones culturales, religiosas o de género. Además, afirma que si la sociedad y el gobierno respetan la libertad individual, entonces están contribuyendo a alcanzar la felicidad colectiva absoluta.

Comparación entre la Teoría Moral de Kant y la de Mill

Elementos en común:

  • Son los dos intentos más importantes de la filosofía moderna de crear una teoría moral independiente de la metafísica y la religión.
  • Ambos reflejan el intento difícil de universalizar una teoría moral que no tenga un fundamento objetivo, es decir, los dos están de acuerdo en que las cosas en sí mismas no son ni buenas ni malas, pero consideran que hay que universalizar una moral sobre la base del respeto al otro, el reconocimiento del otro y de la igualdad de derechos de todos.

Diferencias:

  • La teoría moral de Kant considera que la moral es la finalidad. Para Kant, somos morales porque la moral nos da una dignidad; la dignidad que tenemos como humanos viene de nuestra naturaleza moral, por lo tanto, no necesita más justificación que esta.
  • En cambio, para Mill, la moral solo puede justificarse desde el punto de vista de su utilidad. La moral es necesaria porque es útil, buena para la convivencia, la felicidad y para la libertad del conjunto de los humanos. Por lo tanto, para Kant, la moral es un fin que se justifica como tal y, en cambio, para Mill, la moral es un medio cuyo objetivo es la felicidad colectiva.

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