Utilitarismo: Fundamentos y Evolución del Principio de la Mayor Felicidad
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El Utilitarismo: Lo Bueno es lo Útil
Antecedentes: David Hume
El antecedente inmediato de las éticas utilitaristas del siglo XIX es David Hume, filósofo escocés del siglo XVIII. Hume niega que los preceptos y las normas de la moral encuentren su fundamento último en la razón. En su opinión, las normas morales dependen de los sentimientos. Son los sentimientos los que llevan al ser humano a hablar de comportamientos buenos y malos. Cuando un ser humano siente agrado ante un determinado comportamiento, lo aprueba y lo califica de bueno. Cuando un comportamiento le desagrada, lo reprueba y lo califica de malo.
¿Qué tipo de comportamientos agradan al que los observa y le llevan a aprobarlos y a considerarlos como buenos? Los útiles, los comportamientos que benefician a alguien, teniendo en cuenta que en ese alguien no solo está incluido el sujeto que actúa, sino también los demás. Por el contrario, los comportamientos que perjudican a uno mismo y a los demás son los comportamientos que desagradan y se reprueban, los que se consideran malos moralmente. El motivo por el que las cosas ocurren de esta manera es que en todo ser humano existe un sentimiento de simpatía hacia los demás seres humanos y hacia la humanidad en conjunto. Hume considera, pues, que lo bueno es lo útil, lo útil para el individuo y para la sociedad.
Desarrollo en el Siglo XIX: Bentham y Stuart Mill
Estas ideas de Hume las desarrollan en el siglo XIX pensadores como J. Bentham, que es el primero en sistematizar y dar rigor a las ideas utilitaristas, y J. Stuart Mill. Ambos tratan de hacer de la moralidad una ciencia exacta y, para ello, pretenden basarla en hechos reales que puedan ser medidos y que tengan entre ellos unas relaciones precisas. Y como consideran que dentro de la vida moral los únicos hechos mensurables son el placer y el dolor, afirman que la conducta del ser humano está determinada por la espera del placer y el temor al dolor.
Bentham establece como primer principio de la ética el principio de interés: el interés fundamental del ser humano consiste en la búsqueda del placer y la huida del dolor. Pero teniendo en cuenta que no todos los placeres son iguales. Los placeres que provienen de producir satisfacción a los demás son más fuertes, más importantes que los que se obtienen solo con la propia satisfacción. El principio de interés es también un principio de felicidad. Una conducta es buena si produce felicidad. Y la felicidad propia incluye la felicidad de los demás, por lo que se puede considerar como máxima suprema de la moralidad la siguiente: es buena la acción que produce la mayor felicidad posible para el mayor número de personas.
Del Hedonismo Individualista al Hedonismo Social
El utilitarismo ya no es un hedonismo individualista que se limita a buscar el placer del individuo, como ocurriría en el epicureísmo, sino que se convierte en un hedonismo social que tiene en cuenta el bienestar de los demás. Los utilitaristas fueron filántropos, impulsores de muchas reformas sociales y, en el siglo XX, del Estado del bienestar.
Neoutilitarismo en el Siglo XX: Esperanza Guisán
Este tener en cuenta el bienestar de los demás se ve con más claridad en los pensadores llamados neoutilitaristas o neohedonistas del siglo XX, entre los que se encuentra la pensadora española Esperanza Guisán. Para esta pensadora, el objetivo de la vida humana no puede ser otro que la felicidad, felicidad que se obtiene disfrutando del placer. Pero no todos los placeres son iguales. El ser humano es de tal manera social que los placeres que de verdad le hacen feliz son aquellos que provienen del encuentro con los otros, de la colaboración, del trabajo compartido, de la solidaridad. Los placeres que provienen del dinero, de la posición social de privilegio, de los honores, son insignificantes en comparación con ellos.