El universo literario de Miguel Delibes: una exploración del espacio rural y la crítica a la modernidad
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Una mirada al mundo crítico de la educación aparece en El príncipe destronado. También lo encontramos en Cinco horas con Mario y en Los santos inocentes. Estas obras muestran la importancia de la educación para Delibes.
El espacio rural y otros espacios
La primera reflexión que debemos plantearnos es: ¿qué debemos entender por espacio rural? Lo que a Delibes le interesa básicamente es el campo, que no se corresponde exactamente con el concepto de naturaleza. El campo es la tierra de cultivo, el entorno inmediato del aldeano. El campo es la fusión lógica del hombre con el paisaje, y es célebre la afirmación de Delibes sobre los que él considera elementos inexcusables en la construcción de un relato. La naturaleza es un término más genérico.
El hombre cuida su campo, deposita en él su esperanza y su subsistencia. Un espacio que le es propio. El hombre es un punto minúsculo en la naturaleza. La sequía, la helada, el pedrisco son las fuerzas ante las que el hombre nada puede y no cabe más remedio que la resignación. El hombre se inserta en el campo, pero el hombre de campo está a expensas de la naturaleza. Delibes no presenta un medio rural idílico: la vida en el campo es difícil y dura. La tierra es sufrimiento. En Las ratas se presenta el mundo rural inhóspito, pero el hombre no entiende la vida más allá de su espacio, en el que sigue comiendo ratas de agua porque desde siempre se ha hecho así y en el que, a pesar de que el granizo ha desbaratado la cosecha, volverá a sembrar el cereal en la otoñada.
Frente al campo, la ciudad, el espacio urbano en el que los valores del mundo natural no sirven. La ciudad se rige por unos parámetros diferentes. El hombre de ciudad compra su sustento y, por ello, se ha liberado del poder abusivo de la naturaleza. El espacio urbano se opone al rural, porque el primero implica progreso y el segundo, la tradición. En la ciudad, el hombre es un ser desarraigado; en el campo, mantiene sus raíces con su cultura y su pasado. A Delibes le preocupa que el progreso termine con el modo de vida ancestral de Castilla.
Con el paisaje muere el hombre, pero también la tradición, la costumbre y hasta el mismo lenguaje que nombra con precisión cada planta, cada objeto, cada animal. La ciudad simboliza la alienación del ser humano, el triunfo de la sociedad mecanizada que destruye la libertad individual del individuo. Delibes liga la idea de progreso con el espacio urbano. El tema de su discurso es la explotación irracional de la naturaleza que realiza el capitalismo. La ciudad es un espacio que se crea desde el progreso y para el progreso, y este se olvida de la naturaleza, cuando no entra directamente en lucha con la misma. La ciudad, meca del progreso y del dinero fácil, embauca al aldeano que abandona su medio para acudir a un falso reclamo. Una realidad social de los años 50 y 60: el abandono del campo y el crecimiento disparatado de las ciudades.
El hombre es el punto de unión de sus temas; hay un marco, un espacio que cumple la misma función: Castilla, una Castilla real y antirretórica, lejos de la idealización de la generación del 98, en la que el vallisoletano sitúa a personajes que viven en interacción con el medio, sobre todo, en las novelas rurales. La creación de un personaje se basa en el individuo, en los valores que Delibes juzga inherentes al hombre. El espacio rural ofrece unas perspectivas que no ofrece el espacio urbano. En el rural, el personaje se enfrenta a la naturaleza desde su propio yo; en la ciudad, los perfiles del individuo se disuelven entre la masa.