Ulises en la Odisea: El Desafío del Cíclope Polifemo y el Reencuentro en Ítaca

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Las Aventuras de Ulises: El Cíclope Polifemo

Después de siete días de navegación, Ulises y sus hombres llegaron a una isla con una gran bahía. Era de noche y vararon en el lugar más protegido, cerca de la tierra. Era un islote. Por la mañana, Ulises se dirigió en su nave a la isla con doce tripulantes; los demás quedaron en el islote.

Al llegar a la isla, descubrieron una cueva rodeada de apriscos, llenos de ovejas y cabras. No se veían los pastores. En la cueva había quesos; comieron de ellos y esperaron a que volviera el propietario.

A la caída de la tarde, lo vieron: era un gigante con un solo ojo. Era la tierra de los Cíclopes. Se agacharon en lo profundo de la cueva, pero al encender el fuego, el Cíclope los descubrió y les preguntó quiénes eran. Ulises le dijo que eran griegos, guerreros que regresaban a su casa después de haber estado nueve años en la guerra de Troya.

Ulises le pidió hospitalidad, pero el Cíclope, el gigante, no era hospitalario: los atacó y los fue devorando. Cuando el gigante se quedó dormido, Ulises le clavó su espada hasta que el Cíclope muriera. Ulises y sus hombres no podían salir de la cueva a causa de una gran piedra.

Ulises fabricó una gran vara y al día siguiente se la clavó en el ojo al gigante, que murió de dolor. Todos los hombres salieron, los animales, Ulises y sus seis hombres, y subieron a la nave con unas cuantas ovejas.

El gigante Polifemo se enfureció y arrojó un trozo de roca al mar, provocando una gran ola que acercó la nave al islote donde estaba el resto de la tripulación.

El Regreso de Ulises: El Mendigo en Palacio

Telémaco llegó a Palacio, donde fue recibido por su madre, Penélope, quien ya sabía que iba porque se lo había dicho Eumeo, el porquero. Eumeo condujo a Ulises, el viejo mendigo, hasta la ciudad.

A la entrada de la ciudad, un perro sabueso, viejo y abandonado, lo reconoció: era Argos, su perro. Al llegar al salón del palacio, se quedó en una esquina, mientras los pretendientes le tiraban comida.

Más tarde apareció el rey de los mendigos, quien lo quiso echar. Se pelearon, pero ganó el viejo mendigo.

Cuando los pretendientes se fueron a dormir, la reina Penélope fue a hablar con el mendigo para preguntarle si sabía algo de Ulises. El mendigo le dijo que estaba vivo, pero la reina dudaba.

Penélope llamó a la nodriza vieja para que le lavase los pies al mendigo. La nodriza supo que era Ulises por una cicatriz que tenía en la pierna desde que era niño. Lo había reconocido, pero Ulises le dijo que no le contase nada a la reina.

A la mañana siguiente se celebraría un concurso entre los pretendientes: el que fuese más rápido en armar el arco de Ulises y pasar las doce anillas. Penélope lloraba por su esposo Ulises, pero Atenea le trajo el sueño y se durmió.

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