La Trinidad como Misterio de Amor y la Universalidad de la Iglesia Católica
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Consecuencias Prácticas de Creer en la Trinidad: ¿Qué es el Amor?
Creer en la Trinidad es de suma importancia, puesto que nos da a conocer a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Sin embargo, esta creencia no es para que la entendamos de una manera meramente abstracta o conceptual.
Dios es Amor; para Él, existir y amar es lo mismo. Dios nos ofrece la eternidad y la libre decisión de amar. Ahora bien, el amor exige unidad y pluralidad. Amar no es amarse a sí mismo; amarse a uno mismo de forma aislada no es amar, porque no es ni dar ni acoger. El amor exige plenitud en uno mismo y, a la vez, salir fuera de uno mismo. La verdadera plenitud no se encuentra en el aislamiento, sino en la comunión, como la del varón y la mujer que se aman hasta llegar a ser uno.
Todas las personas que aman anhelan la unidad y dicen: «Tú y yo somos uno». Sin embargo, en este mundo, el proyecto del amor humano a menudo experimenta limitaciones y sufrimos por ello, pues seguimos siendo dos y nunca llegamos a ser absolutamente uno. En Dios, en cambio, esta unión alcanza la Unidad perfecta, una unidad que es fruto del amor. En Dios, este amor perfecto es la Realidad misma.
Dios es Amor porque es Trinidad
Un amor verdadero implica una pluralidad de personas. Por tanto, decir que Dios es amor es decir que es Trinidad. Creer en la Santa Trinidad nos proporciona una tranquilidad y una ternura inquebrantables. Es un refugio donde podemos encontrar la paz. Para poder comprender qué es la Trinidad, es necesario vivir y ofrecer amistad, perdón, humanidad, solidaridad y justicia. El Espíritu nos ilumina para entender la verdad completa de la palabra y la obra de Jesús.
Celebrar la Trinidad es descubrir que estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios con quien podemos estar en comunicación permanente y que nos da su amor. Para poder encontrar la felicidad, hay que compartir y ser solidario con los demás. Si Dios no fuera Trinidad, no podríamos decir que es Amor, pues no podríamos creer en un Dios que no fuera, en su misma esencia, una relación de amor. El cristianismo afirma que Dios es un eterno intercambio de amor entre tres Personas.
Amar es ser y vivir para el otro y por el otro, para los otros y por los otros. El primer don que nos llega del Espíritu Santo es el Amor. Este don es el más importante, y debemos rogarle a Dios que nos enseñe a amar, pues ahí está la clave de todo lo demás. Quien posee el don del Amor está en el camino correcto hacia la santidad, y este es el don por excelencia del Espíritu. Para ello, lo más importante es creer en Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
La Diversidad y la Catolicidad de la Iglesia
La Iglesia es católica porque es universal. El término «católico» deriva del griego kath'holon (καθ' ὅλον), que significa «según el todo», es decir, la totalidad y la integridad.
Decimos que la Iglesia es católica en tres sentidos fundamentales:
- Casa de la fe para todos: Es el espacio, la casa en la que se anuncia la fe y en la que la salvación de Cristo se ofrece a todos. Nos hace encontrarnos con la misericordia de Dios que nos transforma, porque en ella está Jesucristo. En la Iglesia, cada uno de nosotros encuentra lo necesario para creer, vivir como cristiano, ser santo y caminar en todo lugar y en cada época.
- Misión universal: No es un grupo de élite, no tiene límites; es enviada a todas las personas y abarca una gran variedad de gentes y pueblos que sienten la misma fe y que se nutren de la Eucaristía. La Iglesia está presente hasta en las partes más pequeñas de sí misma. Debemos sentir que todos estamos en misión.
- Casa de la armonía: Es la «casa de la armonía», donde la unidad y la diversidad se combinan para ser riqueza. Para explicar la diversidad de la Iglesia, podemos compararla con una gran orquesta compuesta por una gran variedad de instrumentos y músicos. No todos somos iguales, somos diferentes, y cada persona aporta sus propias cualidades. Entre quienes componen la Iglesia hay diversidad, pero esta no entra en conflicto, sino que se funde en armonía gracias al Espíritu Santo. Se acepta que exista una justa variedad, que haya personas diferentes. La vida de la Iglesia es variedad.
Oremos al Espíritu Santo, autor de esta unidad en la diversidad y de la armonía, para que nos haga cada vez más católicos en esta Iglesia que es, por definición, católica y universal.