El Tratado de París: Consecuencias de la Guerra Hispano-Norteamericana
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Tratado de París (1898)
Clasificación del texto
Nos encontramos ante un texto jurídico de carácter político, concretamente un acuerdo internacional, tratándose de una fuente directa y primaria para el conocimiento de las consecuencias geográficas y políticas de la guerra hispano-norteamericana. En cuanto a su naturaleza, es un texto público, y su autor, colectivo, ya que se trata del Tratado de París, un acuerdo internacional entre España y Estados Unidos, firmado en París el 10 de diciembre de 1898, por el que cesaron las hostilidades entre ambos estados y la guerra por la posesión de los restos del Imperio español en el Caribe y el Pacífico. Por parte española se firma en nombre de María Cristina de Habsburgo, como regente y madre de Alfonso XIII, de doce años de edad en ese momento.
Contexto histórico
El contexto histórico en el que se redacta el documento hay que situarlo dentro de la guerra de independencia de Cuba (1895-1898) y la entrada en el conflicto de Estados Unidos a partir de 1898, lo que aceleró el final de la misma. El régimen de la Restauración se vio muy afectado por la llamada cuestión cubana. Así, después de la llamada “Guerra Larga” (1868-1878), que terminó con la Paz de Zanjón (1878), no se solucionó el problema y se produjeron episodios violentos como la “guerra chiquita” de 1879 y las insurrecciones de 1883 y 1885. A esto había que sumarle que Cuba obtenía gran parte de sus ingresos de Estados Unidos, con lo que la presión diplomática estadounidense sobre la isla se incrementó.
La guerra terminó estallando en febrero de 1895 con el llamado “Grito de Baire”. A continuación se proclamó el Manifiesto de Montecristi, redactado por José Martí y Máximo Gómez, líderes civil y militar respectivamente del Partido Revolucionario Cubano, nacido en el exilio. A la muerte de Martí, al poco de iniciarse la guerra, Gómez y Antonio Maceo asumieron la dirección militar de los rebeldes.
El gobierno, presidido por Cánovas, respondió enviando un ejército al frente del cual se hallaba el general Martínez Campos. Sin embargo, la falta de éxitos militares de un ejército español mal aclimatado y equipado, decidió el relevo de Martínez Campos por el general Valeriano Weyler, que llegó a Cuba con la voluntad de emplear métodos más contundentes que acabasen con la insurrección por la fuerza.
Tras el asesinato de Cánovas, en agosto de 1897, un nuevo gobierno liberal decidió una estrategia de conciliación. Relevó a Weyler del mando y concedió una amplia autonomía a Cuba. Pero las reformas llegaron demasiado tarde ya que los independentistas, que contaban con el apoyo estadounidense, se negaron a aceptar el fin de las hostilidades.
Coincidiendo con la insurrección cubana, se produjo también la de Filipinas (1896-1897). El levantamiento filipino fue también duramente reprimido y su principal dirigente, José Rizal, acabó siendo ejecutado.
En 1898, Estados Unidos se decidió a declarar la guerra a España. Estados Unidos ya había realizado presiones anteriormente para que España les vendiese la isla, a lo que Sagasta se negó, por lo que el presidente McKinley tenía decidida la intervención. El pretexto fue el hundimiento, el 15 de febrero, tras una explosión, de uno de sus buques de guerra, el “Maine”, anclado en el puerto de La Habana. Así, el Congreso estadounidense aprobó, el 18 de abril, un ultimátum, que daba la posibilidad al presidente de los Estados Unidos de declarar la guerra a España en el plazo de tres días si no se cumplían las condiciones del mismo. Finalmente, el Congreso declaró la guerra a España el 25 de abril. De esta manera, entre abril y agosto, los americanos intervinieron en Cuba y Filipinas, desarrollando una rápida guerra que terminó con la derrota de la escuadra española en Cavite (Filipinas) y Santiago (Cuba), desembarcando los estadounidenses también en Puerto Rico.