El Poder Transformador de la Creencia: Un Viaje al Corazón de la Fe
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La Fe: ¿Qué es creer? Creer, según la revelación, implica un diálogo iniciado por Dios con el hombre, a lo que este responde con fe. Por la fe, sometemos nuestra inteligencia y voluntad a Dios y a todo lo que Él ha revelado. La fe es un diálogo personal con Dios. Por tanto, la fe es mucho más que "dar por verdadero" un enunciado abstracto que no se puede demostrar. Creer significa sentirse seguro en Dios, confiar en Él, contar con Él, basar la existencia en Él. La fe no es un puro asentimiento intelectual, ni un puro sentimiento, sino que implica la entrega de nuestro ser a Aquel que es mayor que yo. En una palabra, es un acto de confianza absoluta (testimonios: Abraham, María...). La fe es algo relacional porque se necesita un "Yo" y un "Tú", solo que este "Tú" es Dios.
"Lo esencial es invisible a los ojos, solo se ve bien con los ojos del corazón". Esto quiere decir que en la vida no todo es intelectual, pues hay cosas que no se pueden mensurar. Por tanto, podemos decir que la fe no es racional, es razonable, es decir, no se puede someter a métodos empíricos de salvación. De ahí que mucha gente se acoja al "no lo veo, no lo creo". La fe es razonable. En la vida, las grandes preguntas del ser humano se pueden razonar, se pueden pensar. La búsqueda de respuestas muestra que el hombre está abierto a lo trascendente. Por tanto, hay razones para creer. Por eso la teología está en la universidad.
En el Nuevo Testamento, creer significa seguir a Jesús de Nazaret, estar en comunión con él; además, se acepta que la resurrección de Cristo es el fundamento de nuestra fe. Es el camino que todos tenemos que recorrer. San Pablo dice: "Si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe". Podemos decir que la fe es un proyecto de vida que lo abarca todo, es una actitud integral de la existencia. Es aquello que configura mi forma de ser y estar en el mundo.
La fe es un don de Dios, nos abre a una nueva visión de la realidad, nos hace ver con los ojos de Dios porque Él ha salido antes a tu encuentro y te ha dicho: "Creo en ti". Y tú, como sujeto humano, le dices: "Creo lo que Tú me dices". Creo lo que Dios me dice. El dinamismo de la fe queda resumido en el siguiente esquema:
- Dios dice: "Creo en ti" (esto es la Revelación)
- "Tú", como sujeto humano: "Creo lo que Tú me dices"
Formas Actuales de Increencia
Increencia bajo forma de indiferencia: Son hombres y mujeres en cuya existencia no aparecen ni siquiera las preguntas sobre el sentido último de la vida, a las que hay que responder. Son personas increyentes que ignoran prácticamente hasta el mismo planteamiento de lo trascendente.
Vida Intrascendente
Se da en los casos en los que lo importante es vivir, asegurar las pequeñas felicidades que uno puede tener, sin plantearse grandes cuestiones. Así se hace un estilo de vida, girando en torno a sus propios intereses; podríamos definirlo así: "gente que carece de oído para lo religioso".
Indiferentismo
Es vivir sin responder a la cuestión religiosa. Viven sin Dios y no lo echan en falta para nada, no sienten su ausencia; llevado al extremo, puede ser el estadio de mayor alejamiento de la fe.
Agnosticismo
Para el agnóstico, Dios es una hipótesis que no es posible verificar. No hay fundamento racional para que yo sepa algo sobre Dios, no hay razones ni para afirmar ni para negar a Dios. Por eso el agnóstico no puede ser creyente, respeta lo religioso y su postura más lúcida es vivir instalado en la finitud, es decir, en los límites. Es como aprender a vivir con fecha de caducidad.
Increencia Positivamente Afirmada
Son aquellos que niegan decididamente la religión. No solo rechazan la religión, sino que piensan que este rechazo es indispensable para instaurar un verdadero humanismo.
Humanismo
Entusiasta
Es como decir que el hombre es el fin en sí mismo, el único artífice y creador de la historia; el hombre ha llegado a su mayoría de edad y puede prescindir de Dios.
Vitalista
Es una exaltación de la vida que termina en el hedonismo a corto plazo, intenta sacarle a la vida el máximo jugo y el hombre se convierte en un "pequeño dios".
Desesperado
Si el hombre es un dios, resulta que es consciente de que hay fracasos, hay enfermedades, hay decepciones, hay límites, y así muchos llegan al desencanto, a la desesperación; su vida se queda vacía porque el hombre no puede todo.