Transformaciones Sociales en el Antiguo Régimen: Prostitución, Movilidad y Conflictos
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La Prostitución en el Antiguo Régimen: Tolerancia, Regulación y Perspectivas
En el Antiguo Régimen (AR), la sociedad experimentó diversas actitudes hacia la prostitución. Inicialmente, surgieron predicadores y órdenes religiosas contrarias a la permisividad, llegando incluso a producirse asaltos violentos a mancebías. Algunos monarcas cedieron a estas presiones y prohibieron la prostitución. Sin embargo, estas prohibiciones no se cumplían totalmente debido a la falta de recursos estatales para su control efectivo. Con el tiempo, se regresó a una actitud más tolerante.
A partir de entonces, triunfó la idea de que la mejor manera de erradicar la prostitución era evitando la concentración en ciertas zonas de las ciudades. Se optó por dispersar los prostíbulos por distintas áreas urbanas, mezclándolos con la población. Esta situación generó quejas por parte de la población civil, que la consideraba un mal ejemplo para las niñas, y de los conventos, que veían reducidos el número de fieles y los donativos.
La prostitución se mantuvo como un elemento inherente a la sociedad del Antiguo Régimen, y se podía hacer uso de ella tanto en prostíbulos como en la calle. Estas últimas, las prostitutas callejeras, recibían el nombre de carreristas. Todos los ayuntamientos llevaban un registro de prostitutas. Aquellas mujeres que se dedicaban al oficio perdían su nombre y apellidos, inscribiéndose con un nombre ficticio para preservar el honor de su familia, lo que implicaba la pérdida de cualquier derecho a heredar o a la legítima.
La Perspectiva Higienista y la Regulación
A partir del siglo XVIII, apareció una nueva perspectiva higienista en relación con la prostitución. La preocupación ya no radicaba en que fuera un mal social o un pecado, sino en que constituía un foco de difusión de enfermedades y mortalidad, siendo la sífilis la más conocida. Las opiniones contrarias a la prostitución comenzaron a aludir a estas consecuencias higiénicas. Por esta razón, se intentó regularizar y legalizar la prostitución para tener un mayor control sobre las prostitutas enfermas y separarlas del resto.
El Rol del Cliente en la Sociedad Patriarcal
El cliente nunca apareció como un elemento fundamental de la prostitución en el Antiguo Régimen, ya que se le veía como la vía por la cual el hombre podía saciar sus instintos sexuales insatisfechos en el matrimonio. Además, se consideraba la iniciadora de las prácticas sexuales en los varones. Esto convertía a la prostitución en un elemento fundamental del funcionamiento de las sociedades patriarcales occidentales.
Josephine Butler y el Abolicionismo
En el siglo XIX, Josephine Butler desarrolló una teoría que sí tenía en cuenta al hombre, argumentando que la enfermedad la difundían tanto la prostituta como el cliente. Fue la primera abolicionista de la prostitución, a la que consideraba una forma de esclavitud.
Casas de Acogida y Trata de Blancas
La sociedad del Antiguo Régimen articuló un sistema de acogida para las prostitutas, conocido como casas de recogida o de arrecogidas, sustentadas por órdenes religiosas femeninas. La mayoría de las prostitutas llegaban a estos lugares por decisión judicial. En estas casas, la disciplina era un elemento esencial, bajo la creencia de que el ser humano solo podía controlar su naturaleza a través de una dura disciplina; sin embargo, esta misma rigidez era lo que las hacía huir de esos lugares.
La prostitución conllevaba el comercio o la trata de blancas. Estas mujeres procedían normalmente del mundo rural y eran trasladadas de unos estados a otros. Esta actividad generaba importantes réditos y, aunque era perseguida, crecía al amparo de la ilegalización de la prostitución.
La Ausencia de Prostitución Masculina
No existía prostitución masculina reconocida, pues se consideraba un pecado nefando, contra la propia naturaleza humana, y era perseguido por la Iglesia y la Inquisición.
Movilidad Social y Conflictos en el Antiguo Régimen
La sociedad del Antiguo Régimen era estamental, donde cada estamento tendía a la endogamia, y la movilidad era muy difícil. Sin embargo, esto no significaba un estatismo absoluto. Junto a la jerarquización estamental, existía una movilidad tanto de tipo ascendente como descendente. Se podían conseguir títulos nobiliarios por servicios al estado o por compra. El ingreso al estamento eclesiástico era, de por sí, un elemento de movilidad. Para todos los ciudadanos, era una posibilidad de ascenso social porque no tenían que pagar impuestos y tenían asegurada la supervivencia, a pesar de no poseer riqueza. Existía un estricto control social, y por ello, la jerarquía estamental duró tanto tiempo como elemento organizador social, y tuvieron que pasar 300 años para la Revolución.
Reflejo de la Movilidad: Los Conflictos Sociales
Un reflejo de esa movilidad en el Antiguo Régimen eran los conflictos sociales que recorrían las sociedades europeas. Estos tendían a aumentar en momentos de crisis, como a finales del siglo XV o en el siglo XVII. Para que se dé un conflicto social, tenían que reunirse una serie de circunstancias:
- Existencia de dos partes diferentes pero relacionadas entre sí de manera directa.
- Interacción de las dos partes generando una serie de acciones de tipo violento dirigidas al control de recursos económicos o políticos más o menos escasos, o a imponer un cambio de valores mayoritariamente aceptados.
Estos conflictos no llevaban a rupturas importantes de la sociedad, pero introducían cambios progresivos en la convivencia que, al cabo de mucho tiempo, se instauraron.
Participantes en los Conflictos Sociales
Si tenemos en cuenta quiénes participaban en los conflictos, según su procedencia social, encontramos que había conflictos protagonizados por distintos grupos sociales dentro del mismo estamento:
- Conflictos entre capas medias y burguesía.
- Conflictos entre el mundo rural y urbano.
- Conflictos entre la nobleza de sangre y la nobleza de toga.
Otros conflictos enfrentaban a estamentos diferentes, como la alta burguesía con la nobleza.
También había otros conflictos en los que participaban integrantes de todos los estamentos y grupos sociales, lo que los convertía en conflictos que afectaban transversalmente a toda la sociedad.