Transformaciones Políticas y Sociales: Del Absolutismo Borbónico a la Revolución Francesa

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El Absolutismo Borbónico en España

Los primeros Borbones españoles siguieron el ejemplo de sus parientes e implantaron el modelo de absolutismo centralista francés. Todos los poderes residían en el monarca y las Cortes quedaron anuladas. Para gobernar, el rey se ayudaba de unos asesores o secretarios nombrados directamente por el monarca, quienes se reunían en el Gabinete, antecedente del Consejo de Ministros. Las Cortes desaparecieron, excepto las castellanas, y la labor legislativa dependía exclusivamente de las instituciones directamente controladas por el monarca. Los Consejos se mantuvieron, especialmente el de Castilla, pero su función era meramente consultiva.

Orígenes de la Revolución Francesa: Crisis y Descontento

En 1789, Francia se encontraba en una profunda crisis económica y social. Por un lado, desde 1760 venían sucediéndose malas cosechas que provocaron el alza de los precios de los alimentos y el consiguiente descontento popular.

El Estallido de la Revolución Francesa

La Revolución Francesa se inició con una revuelta de la aristocracia. Los privilegiados se negaron a pagar impuestos y exigieron a Luis XVI que convocase los Estados Generales, único organismo que podía aprobar una reforma fiscal. Los Estados Generales se abrieron en Versalles en mayo de 1789, presididos por el rey y conformados por los representantes de la nobleza, el clero y el Tercer Estado. Siguiendo la tradición, cada estamento contaba con el mismo número de diputados, deliberaba por separado y tenía un único voto.

Los representantes del Tercer Estado exigieron la doble representación, la deliberación conjunta y el voto por persona, ya que constituían la mayoría. La cuestión era importante: estaba en juego la idea de soberanía nacional, es decir, admitir que el conjunto de los diputados en los Estados Generales representaban la voluntad de la nación. El monarca y parte de la nobleza solo aceptaron la doble representación. Los diputados del Tercer Estado, reunidos el 20 de junio en un pabellón de París, se erigieron en Asamblea Nacional y se comprometieron a elaborar una Constitución que reflejase la voluntad de la mayoría de los franceses.

El Fin del Antiguo Régimen en Francia

El pueblo de París respaldó en la calle a los representantes del Tercer Estado y, ante el temor de que las tropas reales detuvieran a los diputados, el 14 de julio asaltaron la fortaleza de la Bastilla, tomaron las armas y se dispusieron a defender por la fuerza el proceso revolucionario. La Revolución se extendió también al campo en forma de una revuelta antiseñorial que comportó la quema de muchas residencias nobiliarias y la destrucción de documentos señoriales.

Ante la radicalización popular, la Asamblea Nacional decretó el 4 de agosto la abolición de los privilegios feudales y promulgó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, que reconocía como derechos inalienables las libertades individuales y colectivas, así como la igualdad ante la ley y los impuestos.

El Fracaso de la Monarquía Constitucional Francesa

La oposición de la familia real a la Revolución se manifestó a raíz de su huida de París para unirse al ejército austriaco que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutismo. El monarca, desprestigiado, fue devuelto a la capital, evidenciándose su rechazo al proceso revolucionario. En abril de 1792, la Asamblea Legislativa declaró la guerra a Austria. Los austriacos invadieron Francia y llegaron a las puertas de París. La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, quienes el 10 de agosto de 1792 asaltaron el palacio real, encarcelaron al monarca y proclamaron la República.

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