Transformaciones de la Poesía Española: Del Franquismo a la Poesía de la Experiencia
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La Poesía Española: Un Reflejo de la Historia Reciente
La Guerra Civil española (1936-1939) dejó un país arrasado. En el ámbito literario, el drama fue enorme, ya que se disolvió una generación brillante. La "Edad de Plata" acabó de forma trágica. Federico García Lorca fue asesinado, y solo Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre permanecieron en el país, lo que provocó un cambio radical en el panorama poético. El resto de los autores se exilió. La miseria, las secuelas de la guerra, la represión y la censura del régimen franquista marcaron profundamente la poesía de la época. La literatura se convirtió en un instrumento de propaganda ideológica, a menudo carente de calidad.
En este contexto, surge la figura de Miguel Hernández. Natural de Orihuela, fue un genial epígono de la Generación del 27, a cuyos miembros admiraba. Amigo de Vicente Aleixandre, quien fue su padrino poético, dio ejemplo de cómo unir tradición y vanguardia. Su obra abarca diversas tendencias posteriores: vanguardista en Perito en lunas, petrarquista en El rayo que no cesa, y social y política en Viento del pueblo.
Etapas de la Poesía Española de Posguerra
Años 40: Poesía Arraigada y Desarraigada
Poesía Arraigada: De corte nacionalista, se centra en temas como la familia, el amor, el orden, Dios y la patria. Presenta un estilo clasicista y elegante, con Garcilaso de la Vega como principal referencia. Destacan autores como Leopoldo Panero con Canto personal, Dionisio Ridruejo con Sonetos, y Luis Rosales con La casa encendida, una memoria de los seres queridos.
Poesía Desarraigada: Refleja la destrucción causada por la guerra, con una visión desesperada y existencial. Influenciada por la última etapa de Miguel Hernández, aborda temas como la muerte, la soledad, la violencia, la injusticia y el caos. Se caracteriza por un estilo sin ataduras, con verso libre, versículo y un lenguaje conversacional. En 1944, se publican dos obras cruciales: Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, que expresa la angustia y la denuncia desde una perspectiva surrealista; y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, que evoca la felicidad perdida.
Un cambio significativo se produce gracias a los poetas de la revista "Espadaña", que rehumanizan la lírica y atacan la poesía de evasión y el estilo clasicista, optando por un tono más humano y existencial. Los libros de Blas de Otero, Gabriel Celaya y Carlos Bousoño marcan el inicio de la poesía social.
Años 50: Poesía Social
La poesía social ofrece un testimonio crítico de la realidad y muestra un fuerte compromiso ante la situación del país. Se concibe como un medio de comunicación dirigido a la mayoría, con un tono sencillo y coloquial, cercano al prosaísmo. Se convierte en un arma ideológica que exige justicia y libertad. Gabriel Celaya, en obras como Las cartas boca arriba y Paz y concierto, defiende que el poeta debe tomar partido "hasta mancharse". José Hierro evoluciona hacia la irrealidad y lo alucinado, alejándose del espacio-tiempo en Libro de las alucinaciones o Cuaderno de Nueva York. Blas de Otero, por su parte, pasa de lo existencial a lo social en Que trata de España, buscando concienciar y compartir la tragedia vivida.
Años 60: Poesía del Conocimiento
La poesía del conocimiento convive con la social, pero busca una mayor elaboración del lenguaje poético y se centra en lo personal en lugar de lo colectivo. La poesía ya no se ve como comunicación, sino como una forma de conocimiento. Surgen voces poéticas diversas que abordan temas como el tiempo, la amistad y la reflexión. Se emplea un lenguaje coloquial y el verso libre. Destacan autores como José Agustín Goytisolo, con un estilo directo y cotidiano en Algo sucede; Claudio Rodríguez, con influencias surrealistas en Alianza y condena; Ángel González, irónico e intimista en Tratado de urbanismo; y Jaime Gil de Biedma, sensual y romántico en Compañeros de viaje.
Años 70: Los Novísimos
Los novísimos se dan a conocer a través de la antología Nueve novísimos poetas españoles, de José María Castellet. Rompen con las tendencias anteriores y experimentan con el lenguaje poético. Introducen elementos de la vida urbana, como la cultura pop, el cine y los medios de comunicación, a través del collage y la intertextualidad. Pere Gimferrer es uno de sus abanderados con Arde el mar, junto a Leopoldo María Panero y Guillermo Carnero con El sueño de Escipión.
Conclusión: Hacia la Poesía de la Experiencia
En los años setenta, la poesía experimenta un nuevo cambio, recurriendo al pasado literario y a modelos como los poetas del 27 y del 50, especialmente Jaime Gil de Biedma y José Ángel Valente. Se produce el auge de la poesía de la experiencia, con Luis García Montero como uno de sus máximos representantes. En Completamente viernes, defiende la temática urbana y los motivos cotidianos. También surgen voces femeninas, como el neosurrealismo de Blanca Andreu o la vertiente erótica de Ana Rosetti en Los devaneos de Erato. La diversidad de tendencias configura una rica y variada geografía poética.