Transformación Romana: Mario, Sila y el Ejército Profesional

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Las Transformaciones de la República Romana Tardía

Mario y la Reforma del Ejército

En 107 a. C., Mario, del partido popular, fue elegido cónsul y partió para la guerra contra Yugurta, rey de Numidia. Pero antes, Mario tomó una medida revolucionaria: alistó en el ejército a los voluntarios, algo que era anticonstitucional. Posiblemente, esto se debió a la falta de soldados movilizables entre las clases de propietarios, pero logró la suficiente disciplina y motivación de sus soldados para conseguir su fidelidad, la victoria y la correspondiente popularidad en su partido.

Efectivamente, dos años después de terminar la guerra con éxito, la popularidad de Mario fue tal que sería elegido cónsul seis veces en siete años, algo completamente anticonstitucional. Las primeras invasiones germánicas de la historia de Roma, protagonizadas por los cimbrios y los teutones (102-101 a. C.), obligaron a elegirlo cónsul para otorgarle el imperium necesario para rechazar a los enemigos, cosa que hizo brillantemente, acrecentando aún más su popularidad.

Los generales de los últimos años de la República repetirían esta iniciativa de Mario, con la consecuencia de que el servicio militar ya no se concibió como un derecho-deber de cualquier ciudadano, sino como un medio para mejorar las condiciones de vida; sería considerado como una profesión. Este ejército profesionalizado sería el que utilizarían los generales para hacerse con el poder (Sila, César, Augusto), ya que sería más fiel a su jefe que al Estado.

La Sublevación de los Itálicos y el Ascenso de Sila

El problema venía desde la época de los Gracos: las élites de los pueblos de Italia, socios de Roma, los socii, presionaban por el reparto de tierras y la igualdad de derechos con los ciudadanos romanos. Se habían concedido derechos de ciudadanía a algunas ciudades aliadas por servicios prestados, pero su esperanza llegó de la mano de un tribuno de la plebe en el año 91 a. C., Livio Druso, quien propuso una reforma política para dar la ciudadanía a todos los itálicos. Sin embargo, la oposición a esta propuesta fue tan dura que terminó violentamente con el asesinato de Druso.

Los itálicos, viendo una vez más sus esperanzas frustradas, reaccionaron con la revuelta armada. La llamada guerra social, que estalló a finales de ese año, tuvo graves consecuencias para Italia: provocó centenares de miles de muertos y la destrucción de muchas ciudades. El general que logró dominar el conflicto fue Sila, partidario de los optimates.

El Enfrentamiento entre Mario y Sila

El choque entre los dos generales, Mario (popular) y Sila (optimate), tuvo lugar en el año 88 a. C. por conseguir la gloria y un suculento botín en una guerra contra Mitrídates VI, rey del Ponto. (El Ponto era uno de los Estados que emergieron en Asia Menor desde que Roma ocupó la región occidental de esta zona. Ahora Mitrídates ponía en tela de juicio el control romano y los intereses de comerciantes romanos en esta región, y trataba de suscitar en Oriente un movimiento de revuelta antirromano. Roma le declaró la guerra).

En un primer momento, se le dio el mando de las legiones a Sila, pero Mario, por medios poco ortodoxos, consiguió quitarle el mando: el tribuno de la plebe Sulpicio Rufo consiguió la aprobación de otra ley que trasladaba el mando de Sila a Mario. De forma inesperada, Sila reaccionó frente al ultraje con una maniobra revolucionaria: en el 88 a. C. marchó sobre Roma a la cabeza de un ejército profesional, justificando este hecho como defensa de su dignidad ultrajada y para liberar a la República de la tiranía de un hombre.

Mario y los suyos huyeron; Sila eliminó algunos enemigos, ordenó la anulación de la legislación de Sulpicio Rufo y partió hacia Oriente contra Mitrídates. Tras la marcha de Sila, regresó Mario, quien volvió a retomar el control de la ciudad con violencia: proscribió a todos los enemigos y llegó a nombrarse cónsul sin elección. En el 86 a. C. murió Mario.

Sila, tras derrotar a Mitrídates, volvió en el 83 a. C. y comenzó una segunda guerra civil que se extendió a toda Italia. Tras la victoria, Sila instauró un clima de terror; se abrieron listas de proscripciones. A finales del 82 a. C. se nombró dictador y realizó una serie de reformas en las instituciones para recuperar las competencias que el Senado había cedido a magistrados y comicios en las reformas llevadas a cabo por magistrados populares. Se mantuvo en el poder tres años, retirándose voluntariamente a finales de los 80 a. C. para vivir en la Campania.

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