La Transformación Poética de Miguel Hernández: Compromiso y Voz en la Guerra Civil
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Los viajes de Miguel Hernández a Madrid supusieron un abandono del conservadurismo y la fe ciega, así como un distanciamiento poético e ideológico de su amigo Ramón Sijé. Su progresiva, aunque difícil, inserción en los ambientes intelectuales políticamente liberales del Madrid de los años treinta, provocó el desarraigo, el desapego y, por tanto, la creación de formas menos ceremoniosas y crípticas en su poesía.
La Evolución del "Olvido de Dios" y la Voz de la Tierra
El progresivo “olvido de Dios” o el abandono gradual de los signos religiosos en la poesía de Miguel Hernández se equiparan a la autodefinición que ofrece como poeta: una “voz de las venas de la tierra”. Esta definición es acertada, pues el salto discursivo emprendido desde El rayo que no cesa hasta Viento del pueblo no es solo estilístico o temático, sino también ideológico.
Con Viento del pueblo nace la estirpe de poemas estrechamente ligados a las circunstancias históricas, al testimonio del presente, a una historia que se forja en la urgencia de la guerra, en la exaltación social y política de los desposeídos —“la carne de barro”, como ha sido articulada una de sus mayores metáforas—, trabajadores españoles sometidos al yugo, a la ignorancia y al olvido.
El Poeta Combatiente: Miguel Hernández y la Guerra Civil
Con estos poemas, Miguel Hernández ofrece un proceso épico: el yo inserto en el colectivo, un yo que se alza como representante y depositario de una verdad que debe ser dicha, gritada, desde el “instrumento” lírico, desde la voz poética, articulada como arma reivindicativa, combatiente, revolucionaria. Hernández también encarnará la metáfora del ruiseñor enjaulado: poseerá el canto bello apresado por unas circunstancias terribles, por el horror de la guerra y, en definitiva, por las “acechanzas” del hombre exterminador de otros hombres, como es el caso de El hombre acecha.
Se ha dicho, por ejemplo, que la poesía de Miguel Hernández escrita durante la Guerra Civil es una poesía de urgencia, considerada por algunos como menoscabada por ciertas formas panfletarias debido a su posición política. Sin embargo, lo cierto es que Hernández representa y encarna, tal como dirá Juan Ramón Jiménez tiempo después, la difícil conjunción de poeta y combatiente. El supuesto carácter panfletario es un añadido interpretativo a posteriori de ciertos sectores empeñados en subordinar de forma exclusiva el arte a una determinada posición política.
La Poética de la Verdad Material: De Viento del pueblo a El hombre acecha
Durante este periodo, entre Viento del pueblo y El hombre acecha, la poética de Miguel Hernández integra la pasión, los sentimientos y el entramado de una verdad material e histórica; sin embargo, ambas se expresan bajo una subjetividad siempre poética. Así, la asunción del poeta del pueblo emergerá como “silbo vulnerado”, irrumpiendo con metáforas del aire, del viento que sopla y canta verdades en un terrible clamor, o grita iracundo las injusticias y el dolor terrible de la acechanza y la monstruosidad humana.
El hombre acecha: Un Eco de Unamuno y la Resistencia Poética
El hombre acecha evoca aquella advertencia anunciada por Miguel de Unamuno al bando de los vencedores de la guerra y, por ende, a la propagación del fascismo: “Venceréis, pero no convenceréis”. Miguel Hernández hace suyo el convencimiento de una razón y una pasión (lo político y lo social) no por el instrumento de la fuerza, sino por los gritos de su sentido poético. La desolación y el desamparo que vive España, víctima de la indiferencia de Europa, se convierten en cántico poético en la obra de Miguel Hernández.