Tópicos literarios
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Homo viator («hombre viajero, caminante») donde se entiende la vida como un camino sin posibilidad de retorno, un viaje que nos va cambiando y purificando transformándonos en otras personas más sabias y maduras conforme atravesamos por diversas experiencias y desengaños. Es «El todo pasa y todo queda» de Antonio Machado, o la referencia de Berceo en la introducción a los Milagros de Nuestra Señora, en que compara al hombre con un romero o peregrino. Es el tópico del Peregrinatio vitae. Memento mori («recuerda que has de morir»): carácter cierto de la muerte como fin de la vida. Es una advertencia aleccionadora. La frase tiene su origen en una peculiar costumbre de la Roma antigua. Cuando un general desfilaba victorioso por las calles de Roma, tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía pronunciando esta frase. También podría proceder del memento, homo, quia pulvis es et in pulvere reverteris, del libro del Génesis, 3, 19. Nihil novum sub sole («nada nuevo bajo el sol»). Tiene origen bíblico (Eclesiastés, 1,10) y alude a la repetición constante, a que en realidad todo es siempre lo mismo. Vanitas vanitatum et omnia vanitas o «vanidad de vanidades, y todo es vanidad» (Eclesiastés 1,2). Nada merece la pena o el esfuerzo por conseguirlo, porque no es posible alcanzar satisfacción, todo se reduce a polvo. Se intenta ser más de lo que se puede ser, y eso es hincharse de dolor y angustia, y tanto más cuanto más se desea, pues todo está vacío de contenido y no merece la pena que se toma por conseguirlo. Nuestro insaciable orgullo nunca se satisface, así que nuestro orgullo es un tormento y está vacío de toda satisfacción. Sic transit gloria mundi («así pasa la gloria del mundo»). Se utiliza para señalar lo efímero de los triunfos y el carácter pasajero de la fortuna o reputación humana, condenada a verse arrastrada por la muerte. El origen de la expresión parece provenir de un pasaje de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis (1380-1471) en la que aparece la frase «O quam cito transit gloria mundi» (Imitación de Cristo 1, 3, 6) («Oh, qué rápido pasa la gloria del mundo»). Es una frase que se utiliza durante la ceremonia de coronación de nuevos papas, en donde en cierto momento un monje interrumpe el acto, muestra unas ramas de lino ardiendo y cuando se han consumido dice «Sancte Pater, sic transit gloria mundi» (Santo Padre, así pasa la gloria del mundo), recordando al Papa que a pesar de la tradición y la grandilocuencia de la ceremonia, no deja de ser un mortal. También se puede encontrar la expresión en muchos cementerios, inscrita en las tumbas de personajes famosos o populares en su época. Vita-somnium («la vida como sueño»): carácter inconsistente e ilusorio de la vida humana, entendida como un sueño irreal, una ficción extraña y pasajera. Recuérdese La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Theatrum mundi («el mundo como teatro»): relacionado con el tópico de la vita-somnium, presenta la existencia humana como una representación que concluye con la muerte. Recuérdese, también, El gran teatro del mundo, de Calderón. Contemptus mundi («desprecio del mundo»). Menosprecio del mundo y de la vida terrena, que no son otra cosa que un valle de lágrimas y de dolor. El concepto fue acuñado por Bernard de Cluny, un monje benedictino de la primera mitad del siglo XII autor del largo poema titulado De contemptu mundi. Omnia mors aequat «la muerte lo iguala todo»).Carácter igualitario de la muerte que, en su poder, no discrimina a sus víctimas ni respeta jerarquías. Esta visión democrática de la muerte está presente en las Danzas de la muerte (siglo XV), y en las coplas manriqueñas. Puer senex o «niño viejo». Un joven pide consejo a un sabio anciano y experimentado y lo sigue con gran beneficio. El Conde Lucanor, de don Juan Manuel, por ejemplo. Fortuna imperatrix mundi (Fortuna, la emperadora del mundo) o rueda de la fortuna. La fortuna todo lo trastoca: eleva al malvado y arroja a la miseria al virtuoso; este tópico nace del De cosolatione Philosohiae de Boecio. Es muy propio de la Edad Media y del Renacimiento. También se conoce como fortuna mutabile. Donna angelicata, o mujer angelical en italiano: la amada del poeta representa, sobre todo después de la muerte de la misma, un mediador entre Dios y el poeta que intenta depurar el amor de éste de componentes sensuales y materiales pecaminosos y transformarlo en un amor a la filosofía, a la virtud y a Dios. La amada estimula la disposición innata del amante para el bien absoluto y lo pone en comunicación con el amor divino. Es un tópico de origen petrarquista. Religio Amoris («culto de amor»). La mujer es un ser superior de raíz divina ?celestial y angelical? y el hombre debe profesar la fe e iniciar una vía de perfeccionamiento a su servicio. Su belleza y su perfección son propios de un ser divino. Por ello, se la iguala con los ángeles o el propio Dios; el amante acaba convirtiéndose a su particular religión de amor basada en su amante: recordemos el «Melibeo soy» de Calisto en La Celestina. Fue un tópico duramente perseguido por los moralistas medievales y provocó ?por parte de estos? el auge de la literatura de corte misógino de la época. Venatus amoris («caza de amor»): la relación amorosa es presentada como cacería del ser amado. Amor post mortem («amor más allá de la muerte»). Carácter eterno del amor, sentimiento que perdura después de la muerte física. El tópico del amor más poderoso que la muerte fue excelsamente tratado por Francisco de Quevedo. Sapere aude («atrévete a saber»): originalmente de Horacio, y popularizada por Immanuel Kant en su artículo «¿Qué es la Ilustración?». Sapere aude es una expresión del latín, que indica «Atrévete a saber»; también suele interpretarse como «Ten el valor de usar tu propia razón». Su divulgación se debe a Immanuel Kant, en su ensayo «¿Qué es la Ilustración?», aunque parece que su uso original se da en la Epístola II de Horacio del Epistularum, liber primus: «Dimidium facti qui coepit habet: sapere aude» («Quien ha comenzado, sólo ha hecho la mitad: atrévete a saber»). Epistularum, liber primus II, 40.