Tomás de Aquino: Límites del Conocimiento Humano y la Gnoseología Frente a Platón
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La Epistemología de Tomás de Aquino: Límites del Conocimiento Humano frente a Platón
Al tener en cuenta estas observaciones, se evidencia que en Tomás de Aquino no existe lo que pudiéramos llamar, imprecisamente, la «verdad del hombre», o el concepto o la idea del hombre (al menos en el sentido moderno). Esto se debe a que no concibe una única capacidad o facultad humana que permitiera al hombre captarse y comprenderse a sí mismo de forma perfecta. El hombre se comprende a sí mismo adecuadamente, esto es, de forma simplemente suficiente para algunos fines, pero no perfectamente.
La Naturaleza Sensitiva y Racional del Conocimiento Humano
Es fundamental tener presente que el conocimiento humano es en parte sensitivo y en parte racional, pero todos los conocimientos humanos principian desde los sentidos. Así, la razón humana forma conceptos e ideas a partir de los datos que le proporcionan los sentidos. El hombre es como el rey Midas, con la diferencia de que, en lugar de transformar en oro lo que toca, convierte en racional todo lo que conoce mediante la sensibilidad.
Si Platón tuviera razón, el hombre conocería su propia idea de un solo golpe de intuición y sabría perfectamente lo que es; sin embargo, la experiencia nos muestra lo contrario. El conocimiento humano no puede ser tan directamente intuitivo porque nuestros conocimientos (siempre plurales y distintos) principian por los sentidos, y la angostura de la sensibilidad provoca que lo que llega finalmente a la razón sea limitado. Efectivamente, todo el conocimiento del ser humano se ve afectado, antes o después, por las limitaciones que le impone su condicionante sensorial, lo que determina que su conocimiento sea, por lo general, de una calidad limitada.
La razón y el intelecto no nos revelan mucho sobre su propia esencia, porque ante todo nos informan sobre cómo conocemos, y no sobre la esencia de las cosas o la suya propia. El alma humana carece de una actividad autorreflexiva suficiente que permita al hombre volverse sobre sí mismo y conocerse acabadamente, por lo que nos conocemos, por así decir, por indicios.
Oposición a la Gnoseología Platónica
De ahí la oposición frontal de Tomás de Aquino a Platón, quien había sostenido que el hombre conoce directamente y sin mayores problemas el noúmeno en el que las cosas subsisten. Porque, con respecto a las ideas, nociones o formas de las cosas, el hombre sabe ante todo cómo operan, pero no tanto qué son o en qué consisten, dado que solamente conoce su alma por sus operaciones, no por su esencia. El conocimiento humano nos enseña el «cómo» de lo conocido, no el «qué» de lo que conocemos.
La Deficiencia del Ser Humano en el Conocimiento
Frente a los platónicos, Tomás de Aquino explica que la capacidad humana es una perfección según el modo de ser del hombre, que no puede comprender con certeza la verdad de las cosas mediante una intuición simple, especialmente en los temas prácticos humanos, que son contingentes. Como es lógico, el ser humano únicamente puede pretender encontrar alguna certeza, según lo que conviene a la materia que es conocida.
El hombre es, pues, un ser deficiente, porque su conocimiento comienza por los sentidos y, aunque posea capacidad racional (esto es, argumentativa o demostrativa), la razón solo puede deducir desde unos axiomas. Estos axiomas, en definitiva, han de ser conocidos por inducción a partir de lo suministrado por las percepciones sensibles, pues únicamente conocemos el cómo de las cosas según la forma de conocer del hombre. Conocemos solamente según la necesidad de la ciencia, no según la necesidad intrínseca de la naturaleza.
El hombre ni siquiera sabe expresar mediante su lenguaje lo que capta nuestro entendimiento, pues nuestro intelecto comienza a razonar a partir de los datos de los sentidos y no es capaz de trascender el modo en que estos los expresan.