Tocqueville: Pasiones Democráticas, Igualdad e Individualismo en la Sociedad Moderna
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Las Pasiones del Hombre Democrático según Tocqueville
Democracia como Estado Social
La democracia, según Tocqueville, es más que un sistema político; es un estado social. No se limita a la igualdad de condiciones, igualdad de derechos, igualdad jurídica y movilidad social.
Hemos transitado desde una sociedad con un orden jerárquico hacia una percepción igualitaria de los órdenes sociales; la antigua jerarquía ha desaparecido. Esto implica también un cambio en la percepción de dichos órdenes.
Los hombres que viven "lo nuevo" experimentan las situaciones desiguales de otra manera. Por ejemplo, la difusión de información se presenta como muestra de que todos somos iguales. Esto se puede observar en el capítulo sobre el amo y el criado: en la sociedad aristocrática, existía una dependencia mutua; aunque el amo estaba por encima, también protegía. Se forjaban lazos de dependencia y admiración, en los que el criado podía incluso aspirar a mejorar su condición, reflejando la estructura de esa sociedad.
La Experiencia Psicosocial de la Igualdad
Tocqueville examina lo "psicosocial", es decir, cómo los hombres sienten la igualdad. Existe una tensión inherente entre lo que la igualdad promete a nivel cultural (el estado social, ejemplificado sobre todo por EE. UU.) y las posibilidades reales de cumplir esas expectativas. El mismo estado social que fomenta los deseos de enriquecerse, limita per se las posibilidades de satisfacerlos plenamente para todos.
En EE. UU., observa Tocqueville, las personas tienden a limitar sus expectativas para evitarse decepciones. La dinámica democrática surge de la idea de ser completamente iguales, hasta el punto de que las diferencias residuales entre los individuos pueden volverse insoportables.
Materialismo, Presentismo y Ansiedad
Tocqueville identifica que los hombres democráticos se mueven predominantemente por el gusto del bienestar material. Describe una pasión (en el sentido de obsesión) por la búsqueda del confort material, un deseo cambiante que, enfatiza, provoca ansiedad. Esta obsesión es fomentada por el propio estatus social y la comparación constante.
El hombre moderno, según esta visión, no mira hacia el futuro lejano, hacia su horizonte temporal; está centrado en el presente, un presente que se percibe como limitado.
Esta percepción presentista, si se une a la limitación de expectativas y a la falta de creencias trascendentes o heterorreferenciadas (creencias superiores al individuo), provoca una falta de perspectiva a largo plazo. La conciencia del final, de que el tiempo pasa y solo queda la muerte, genera una huida. Esto, argumenta Tocqueville, provoca una "melancolía democrática", a menudo fomentada o disfrazada por la acumulación de objetos materiales.
El Fenómeno del Individualismo
Tras esto surge el individualismo, que Tocqueville define como un fenómeno moderno. Consiste en el abandono de la sociedad política y del ámbito público, un repliegue en la vida privada y un creciente desinterés por los asuntos comunes (no habla de apatía, sino de una retracción).
El individualismo democrático es propio del hombre moderno (aunque él lo analiza como si fuera propio de los americanos, su trascendencia radica en que se extrapola a todas las sociedades modernas). Se trata de una indiferencia generalizada donde los vínculos sociales se debilitan. Esto, advierte Tocqueville, allana el camino hacia el despotismo, que es el riesgo subsiguiente a esta atomización social.