Teoría del Poder-Control: Delincuencia y Género
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Teoría del Poder-Control (TPC)
La Teoría del Poder-Control (TPC) se centra en la delincuencia común y busca explicar las diferencias en los índices de criminalidad entre hombres y mujeres. Los autores se basan en postulados neomarxistas y feministas, aunque se trata principalmente de una teoría del control social: “La pregunta que la teoría del poder-control inevitablemente se hace es: ¿cómo y por qué los individuos ubicados en posiciones adolescentes masculinas están más libres para incurrir en la desviación?”. Según Hagan y sus colaboradores, la familia es la institución fundamental que vincula las relaciones de género y de clase con la delincuencia.
1. Bases de la Teoría del Poder-Control
La TPC parte de dos procesos: el relativo al poder específico que concede a los individuos encontrarse en una determinada posición social; y el relativo al control que ejercen los padres y las madres en la socialización de hijos e hijas. De ahí la denominación de la teoría.
1.1. El Poder
Se centra en la posición social en el mundo del trabajo que ocupan tanto el padre como la madre. Por ello se recurre a la teoría neomarxista que propone una división social a partir de dos elementos: la propiedad y la posición de autoridad en el lugar de trabajo. En este esquema, las personas se pueden agrupar en cuatro clases sociales:
Empresarios: dueños de los medios de producción y supervisan a otros.
Pequeña burguesía: tiene la propiedad, pero no supervisa a nadie.
Gerentes: supervisan a las personas, pero no son dueños de los medios de producción.
Trabajadores (incluidos los desempleados): no poseen los medios de producción ni supervisan a otros.
Las relaciones de propiedad y autoridad implicadas en la estructura de clases se dan en el lugar de trabajo, pero influyen en la división sexual del poder y en las prácticas paternales. Hagan y sus asociados conjeturan que esta posición laboral tiende a reproducirse en la familia: si solo trabaja el padre o la madre y en un puesto directivo, normalmente traerá su posición especial a la familia, que es una posición de poder. De este modo, en las estructuras familiares, el padre y la madre tendrán posiciones más o menos poderosas. Los autores proponen tres modelos básicos “ideales” de familias:
El patriarcal: existe una gran división del trabajo familiar, el padre suele trabajar fuera de casa y la madre dedicarse a las tareas domésticas o bien tener un puesto de trabajo de menor estatus y, en todo caso, cuidar de los hijos. La posición de clase más alta en el mundo de trabajo contribuye a incrementar la capacidad para establecer y reproducir estructuras de dominación masculina en casa.
El matriarcal: la madre tiene una posición de clase más alta en el mundo del trabajo que el padre. El acceso de la madre a más recursos le permite un mayor control para decidir la naturaleza y el alcance de su participación en la vida familiar.
El igualitario: el padre y la madre tienen una posición de clase similar en el lugar de trabajo. El acceso a recursos más igualitario puede alentar a la pareja a repensar y reestructurar los roles familiares.
Hagan y sus colegas advierten que se tratan de tipos ideales, puesto que existen diversas estructuras familiares intermedias. Asimismo, los autores reconocen que las sociedades son cambiantes, de modo que no solo se encuentran las familias nucleares, también son habituales formas alternativas o nuevas de relaciones familiares. Sin embargo, los teóricos del poder-control destacan que:
Para la teoría, las estructuras centrales basadas en el género influyen más en las familias con padres heterosexuales (biológicos o adoptivos).
Las personas jóvenes están más influenciadas por la familia en la que pasan sus años de formación.
El padre o la madre que entra en la familia cuando los hijos e hijas ya son mayores tienen una influencia secundaria.
La estratificación de clase y de género en el lugar de trabajo puede llegar a ejercer una influencia más fuerte en el modelo de la familia que se forma en la edad adulta que incluso las prácticas de estratificación de clase y de género que la persona experimentó durante su infancia.
1.2. El Control
Se expresa en la acción que ejercen los padres y las madres en la socialización y en el control de los hijos e hijas. La TPC mantiene que el motivo de la diferencia relativa en la criminalidad de hombres y mujeres reside no en diferencias biológicas o en otras propuestas tradicionales, sino en los mecanismos de socialización. Chicos y chicas son socializados de manera diferente, y es por ello que las chicas tienen una menor tendencia a incurrir en comportamientos arriesgados, desviados y delictivos.
Las diferencias serán especialmente patentes en las familias con estructura más patriarcal, puesto que en ellas las diferencias en la socialización que se da a hijos e hijas están más marcadas todavía. Concretamente, en las familias más patriarcales se tiende a reproducir la división del trabajo doméstico patriarcal. Asimismo, en estas familias, el peso de la educación y la socialización recae sobre todo en las madres. Las hijas son socializadas para que asuman papeles domésticos y se las somete a un control especial para protegerlas de cualquier cosa que pueda alejarlas de los mismos y para limitar su tendencia a asumir riesgos y su actividad sexual. Los mecanismos que aseguran el mayor control de las hijas son dos: la dominación masculina y la socialización en papeles que se asumen como de “naturaleza femenina”.