Teoría del Conocimiento, Ética y Sociedad en Santo Tomás de Aquino

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Teoría del Conocimiento en Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino, a diferencia de los filósofos modernos, no desarrolló una teoría del conocimiento sistemática. Siguiendo la línea de la filosofía clásica, abordó el problema del conocimiento en relación con otros problemas filosóficos. Su enfoque, basado en la filosofía de Aristóteles, consideraba la forma, lo universal, como el objeto del conocimiento intelectivo. Sin embargo, esta forma solo puede ser aprehendida en la sustancia, la entidad concreta e individual, que a su vez es captada mediante los sentidos. De ahí la importancia de la experiencia sensible como punto de partida de todo conocimiento, incluso del conocimiento divino. Esta perspectiva llevó a Santo Tomás a adoptar el método a posteriori en su demostración de la existencia de Dios a través de las cinco vías.

Tomás de Aquino afirmaba que el conocimiento empírico es el origen de todo conocimiento humano: “no hay nada en el entendimiento que no haya pasado anteriormente por los sentidos”. Es decir, el entendimiento elabora los conceptos a partir de los datos proporcionados por la percepción sensible.

Teoría de la Abstracción

Para explicar el origen de los conceptos, Tomás de Aquino, inspirándose en Aristóteles, elaboró la Teoría de la abstracción, que describe el siguiente proceso:

  1. Los sentidos captan un ente real. Los datos sensoriales se graban en la imaginación o memoria como imágenes particulares, no universales.
  2. El entendimiento agente actúa sobre estas imágenes, abstrayendo lo común y eliminando lo diferente. Despoja al objeto concreto de sus características individuales, dejando solo lo esencial, lo universal.
  3. El entendimiento posible elabora el concepto a partir de lo universal.
  4. Finalmente, el entendimiento posible aplica el concepto a las imágenes sensibles mediante juicios, afirmando o negando un predicado respecto de un sujeto (por ejemplo, “Sócrates es hombre”).

El Problema de la Ética

Siguiendo a Aristóteles, Tomás de Aquino defiende una concepción teleológica de la naturaleza y la conducta humana: toda acción tiende a un fin, que es el bien. Existe un fin último para todas las acciones humanas: la felicidad. Su ética, al igual que la de Aristóteles, es eudemonista. Sin embargo, aunque coincide en que la felicidad no reside únicamente en la posesión de bienes materiales, Tomás de Aquino, de acuerdo con su visión trascendente del ser humano, identifica la auténtica felicidad con la contemplación beatífica de Dios, con la vida del santo.

Esta idea contrasta con la antropología dualista de Tomás de Aquino, basada en la imagen religiosa del ser humano.

Al igual que Aristóteles, distingue dos tipos de virtudes: morales e intelectuales. Define la virtud como un hábito selectivo de la razón que se forma mediante la repetición de actos buenos.

La Ley Natural

Para explicar cómo el hombre puede realizar el bien y alcanzar la auténtica felicidad, Tomás de Aquino desarrolla su doctrina de la ley natural, distinguiendo tres tipos de leyes:

  1. Ley eterna: El orden de la inteligencia divina que gobierna el Universo.
  2. Ley natural: El orden divino inscrito en el ser humano, que participa del orden de la ley eterna.
  3. Ley positiva: La ley política que concreta la ley natural. Dado que los preceptos de la ley natural son genéricos, los Estados deben dictar normas específicas para la convivencia y el bien común.

El Problema de la Sociedad

En cuanto a la sociedad y la política, Santo Tomás se distancia de San Agustín, quien concebía dos ciudades: la de Dios (Jerusalén) y la terrestre (Babilonia), identificadas con la Iglesia y el Estado pagano, respectivamente. Para San Agustín, Babilonia era resultado del pecado original, mientras que Jerusalén representaba la comunidad cristiana que vivía según los principios bíblicos.

En la Baja Edad Media, la cristiandad estaba dividida entre el poder del Emperador y el del Papa, lo que generaba constantes conflictos.

Tomás de Aquino, siguiendo a Platón y Aristóteles, considera la sociedad como el estado natural del hombre, un ser social por naturaleza. Sin embargo, al asignar al hombre un fin trascendente, otorga un papel crucial a la Iglesia en la vida terrenal.

Respecto a las formas de gobierno, siguiendo a Aristóteles, distingue tres formas buenas y tres malas, que son la degeneración de las anteriores.

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