La Tendencia a la Rehumanización en la Poesía de la Generación del 27

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La Tendencia a la Rehumanización en la Poesía de la Generación del 27. Poesía Surrealista, Neorromántica, Social… Y Etapa de Posguerra. Autores y Obras Más Destacados.

Poesía Surrealista

Menos efímero que el resto de las vanguardias, el Surrealismo asegura su permanencia en la posterior poesía europea, hasta determinar buena parte de la poesía experimental española de los años 60 y 70. El Surrealismo entronca con dos actitudes básicas del Romanticismo: la necesidad de interpretar la metarrealidad oculta tras lo aparente y la consideración del poeta como guía de multitudes. De todos los poetas del veintisiete, Vicente Aleixandre es el que mantiene una obra más unitaria. En Espadas como labios, Aleixandre alcanza la mayor personalización de las técnicas surrealistas. La pérdida de conexiones lógicas y la afluencia de símbolos e imágenes subjetivas y herméticas se encaminan al desciframiento del sentido oculto del mundo. El hermetismo surrealista es relevante en Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca y en Sonetos del amor oscuro, en el que funde trayectorias tradicionales y clásicas, incluyendo la forma del soneto, y una dicción superrealista que expresa un amor angustiado.

Poesía Neorromántica

Se ha aplicado a la lírica que aspiró a expresar vivencias intensas y sentidas. En rigor, poco tiene que ver con lo romántico. Es poesía esencializadora, a veces intelectual, que recorre los vericuetos de la pasión sin aspavientos ni gesticulaciones, con una visión concreta pero trascendente. Formalmente este neorromanticismo lírico es heredero de la poesía pura. El tratamiento del tema del amor en los poetas del 27 tiene su inspiración en el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. El neorromanticismo se situaba en una línea frecuentada por algunos de los líricos españoles más representativos de los siglos XIX y XX, sobre todo Juan Ramón Jiménez. Luis Cernuda con Donde habite el olvido, donde se advierte un amor desdichado del poeta, que supuso la entrega de Cernuda al más puro romanticismo de poetas como Hölderlin, Shelley o Keats, y, sobre todo, Pedro Salinas con La voz a ti debida y Razón de amor son los nuevos poetas de la experiencia amorosa. Por su parte, Sobre los ángeles de Rafael Alberti, funde dicción surrealista y visión del mundo con clichés becquerianos.

Poesía Social

Acorde con la conflictividad político-social de la II República, la deshumanización vanguardista desembocó en la rehumanización civil, política y social. Pablo Neruda y César Vallejo llegan a España y a una poesía comprometida cuyo tema político llama a las puertas de los maduros poetas del Veintisiete y de otros más jóvenes que iniciaban entonces sus obras. A través de la revista que funda y dirige con Altolaguirre, Neruda reclama la necesidad de una poesía “impura” y de urgencia que dé cuenta de los hechos sociales, que se oponga al auge del fascismo europeo, que tome partido por las clases desfavorecidas. Prados, Miguel Hernández y Alberti pronto se sitúan en esa línea de urgencia reclamada por Neruda. Esta trayectoria política culminará en la guerra civil, cuya poesía combativa abandona definitivamente el hermetismo surrealista, apenas atiende a la calidad técnica ni a la innovación y se transmite, más urgentemente que nunca, en recitales y encuentros propagandísticos. La poesía político-civil de Rafael Alberti se encuentra en El poeta en la calle; Un fantasma recorre Europa, alegato contra el fascismo; y Trece barras y cuarenta y ocho estrellas, contra el imperialismo americano. Por su parte, el compromiso político de Emilio Prados se hace poesía en No podréis, Llanto en la sangre y Destino fiel, que agrupa sus poemas de la guerra, por lo general romances, y cuyo libro principal es Cancionero menor para los combatientes.

Etapa de Posguerra

Tras la guerra, el grupo se separa. García Lorca ha sido asesinado en 1936 y Miguel Hernández muere en la cárcel en 1942; otros se quedan en España, en un exilio interior que los lleva a posturas existenciales de tono angustiado y solidario. Y la mayoría marcha al exilio exterior, donde continuarán su labor creativa, alimentada por la nostalgia de su país. Ha terminado la guerra, pero no se han cerrado las obras de los poetas del Veintisiete. Una segunda fase de la lírica contemporánea se abre en un contexto cultural y político radicalmente diferente, que hace cambiar las actitudes personales y renueva los temas y los tonos de la poesía, pero que no impide la continuidad de una tradición que es la misma que operaba antes del conflicto. Esta segunda fase, va a discurrir por las mismas trayectorias de la primera, en orden inverso: en los comienzos está el segundo garcilasismo, continuación estilística de la recuperación de la tradición culta evidenciada en la preguerra; desde ahí se avanzará hacia formas de rehumanización que, sin perder los rasgos del código surrealista, ahora se llamarán existencialistas y sociales; y finalmente hacia la escritura experimental que llegará hasta finales de la década de los 60. Dámaso Alonso cobrará verdadera importancia como poeta en la segunda fase de la lírica contemporánea. Hijos de la ira es el libro que mejor expresa su línea poética. En ella son relevantes el grito por la ausencia de Dios y la soledad de los hombres en un mundo caótico y en una ciudad destruida. El vigoroso magisterio que ejercerá Vicente Aleixandre sobre las promociones de los años 60 y 70. Con ella se construyen Sombra del paraíso, en la nostalgia surrealista de un mundo puro y elemental perdido por causa de la civilización y de la razón instrumental. El exilio de Rafael Alberti alimenta poemas de recuerdo a su tierra: Entre el clavel y la espada, Roma, peligro para caminantes, entre otras.

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