El Teatro y la Visión del Mundo en el Barroco Español: Claves de una Época de Contrastes
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Cultura Urbana y el Teatro Barroco en Madrid
Se trata de una cultura eminentemente ciudadana y capitalina, con Madrid como epicentro. Allí, el teatro se desarrolla principalmente para un público urbano en los característicos corrales de comedias. Tanto los temas como los espacios escénicos son, en su mayoría, urbanos. De toda la vasta producción teatral barroca, un gran porcentaje se ambienta y representa en la ciudad. Además, de esta manera, el teatro se dirige a la masa urbana e influye en ella. Las obras teatrales deben exaltar los valores fundamentales de la época: Dios, la patria y la Monarquía. Un ejemplo de esto sería una obra donde un rey pueda ser representado como malvado, pero sin que ello suponga una crítica directa a la institución monárquica en sí.
Conservadurismo y Revolución en el Teatro Barroco
A pesar de que la cultura barroca es, en muchos aspectos, profundamente revolucionaria en sus formas, también exhibe un marcado conservadurismo. Ciertos pilares, como la religión o la monarquía, son intocables. Así, el Barroco es conservador y moderno simultáneamente: mantiene ciertas pautas heredadas de la Edad Media mientras innova en otros campos.
La Imagen del Mundo en el Barroco
Durante el Barroco, la imagen que los artistas y pensadores tienen del mundo y de sí mismos es marcadamente negativa. Esto da lugar a una serie de tópicos literarios y artísticos que reflejan esta cosmovisión pesimista: el mundo es percibido como un lugar caótico, incomprensible, loco. Esta percepción contrasta fuertemente con la visión optimista del Renacimiento.
Tópicos Barrocos: Reflejos de una Visión Pesimista
La Locura como Tópico
El tema de la locura es recurrente en la literatura y la pintura barrocas. No solo Cervantes explora esta temática con personajes emblemáticos y a menudo risibles como el Licenciado Vidriera o Don Quijote, sino que también se aprecia en el teatro. Lope de Vega, en su obra Los locos de Valencia, presenta tanto a personajes genuinamente dementes como a aquellos que fingen la locura. Además, el arquetipo del 'loco de amor' es un motivo muy transitado durante este período.
El Mundo como Laberinto
La metáfora del mundo como laberinto es central en el Barroco. Se concibe como un lugar desasosegante que atrapa y confunde, donde el ser humano deambula sin rumbo claro. En La vida es sueño de Calderón de la Barca, «laberinto» es una de las primeras imágenes que surgen, y esta metáfora se reitera a lo largo de la obra. Gestada ya en el Manierismo, esta percepción se consolida en el Barroco, donde los individuos se sienten atrapados en una existencia laberíntica sin salida aparente.
El Mundo como Mesón o Plaza
La concepción del mundo como mesón o plaza subraya el carácter masivo y heterogéneo de la cultura barroca. Estos son lugares de encuentro donde coinciden personas de muy diversa índole, unidas transitoriamente. Un ejemplo literario es la obra El mesón del mundo de Anastasio Pantaleón de Ribera.
El Mundo como Teatro (Theatrum Mundi)
El tópico del mundo como teatro (Theatrum Mundi) alcanza una de sus máximas expresiones en el auto sacramental de Calderón de la Barca, El gran teatro del mundo. Según esta visión, cada individuo representa en el escenario del mundo el papel que Dios le ha asignado. El escenario de la vida tiene una entrada (el nacimiento) y una salida (la sepultura). En esta representación, las jerarquías terrenales (ricos, pobres, reyes) se diluyen; todos son actores interpretando sus roles asignados.
El Engaño de los Sentidos: Ser y Parecer en el Barroco
El concepto del 'mundo al revés' se manifiesta a través de varias oposiciones fundamentales:
- Ser / Parecer
- Cerca / Lejos
- Dentro / Fuera
Estas dualidades apuntan directamente al engaño de los sentidos, una idea central para el hombre barroco, quien se percibe inmerso en un mundo ilusorio y falaz. Mientras que para el Renacimiento los sentidos eran una vía fiable para conocer y aprehender el mundo, para el Barroco son fuente de pura decepción y engaño. Esta desconfianza sensorial da pie a numerosos juegos visuales y conceptuales en el arte y la literatura, donde lo interior y lo exterior a menudo divergen (lo que por dentro es de una manera, por fuera es de otra).
La máxima 'las apariencias engañan' es un leitmotiv. Por ejemplo, en la oposición cerca/lejos: un prado, visto de lejos, puede parecer idílico e intacto, pero al aproximarse revela imperfecciones, suciedad o peligros. De igual modo, las personas pueden proyectar una imagen externa que oculta una realidad interior muy distinta. Muchos de los conflictos dramáticos surgen cuando los personajes, en un momento dado de la obra, carecen de toda la información sobre la realidad de la situación en la que se encuentran, lo que da pie al enredo. Un ejemplo de ello es el soneto de Bartolomé Leonardo de Argensola «A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa». En él se describe cómo el maquillaje crea una belleza artificial que engaña; la mujer queda tan hermosamente 'pintada' que el poeta exclama: «que es tanta la beldad de su mentira», y se lamenta de que tal perfección no sea auténtica, pues es solo apariencia. Incluso percepciones básicas son cuestionadas: «el cielo ni es azul ni es cielo» (frase atribuida a Baltasar Gracián), reflejando un escepticismo radical que se gesta desde los inicios del Barroco. La obra Los antojos de mejor vista de Anastasio Pantaleón de Ribera (donde 'antojos' es una síncopa de 'anteojos') ejemplifica esta idea. Al protagonista se le entregan unos 'antojos' mágicos con los que, al observar a la gente, los ve transformados en animales, revelando así sus verdaderas naturalezas y vicios ocultos bajo la apariencia humana. Se trata, pues, de una alegoría de los vicios y las flaquezas humanas. De forma similar, Francisco de Quevedo, en sus Sueños y discursos, utiliza a menudo el recurso de desvelar la cruda realidad que se esconde tras las apariencias, como si separara con una cuerda 'lo que parece' de 'lo que es'.