El teatro de Federico García Lorca: Las tragedias

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Los escritores de la Generación del 27 conciben el teatro como un medio para sacar al pueblo del oscurantismo cultural. Recibe la influencia del teatro naturalista y simbolista, que influyó en la Generación del 98, y la de otros dos movimientos europeos: el expresionismo y el surrealismo.

Algunos componentes de la Generación del 27 prueban con mayor o menor éxito el género dramático. Es el caso de Pedro Salinas, Rafael Alberti y Miguel Hernández, pero es Federico García Lorca el único escritor de la Generación del 27 que alterna a lo largo de toda su vida la poesía y el teatro, alcanzando un éxito sobresaliente en uno y otro género.

Lorca es un hombre de teatro en el sentido más amplio: es aficionado al espectáculo teatral desde su infancia, es autor teatral, es director escénico y es un teórico del teatro. Sus reflexiones sobre la dramaturgia (teatro), recogidas en las propias obras, como en El público, o en charlas, demuestran que es un enamorado del escenario, un perfecto conocedor de la tradición y un renovador de los usos más convencionales.

Lorca se nutrió de muy diversas tradiciones teatrales. En sus comienzos hay una raíz modernista. Amó con fervor a nuestros clásicos (Lope de Vega, Calderón de la Barca), pero también le apasionaban formas tan populares y sencillas como el teatro de títeres. Y a ello añade su interés por las experiencias del teatro de vanguardia. De ahí la variedad de géneros que cultivó: la farsa, el teatrillo de guiñol, el drama simbolista, el teatro surrealista, el drama rural o urbano... Todas sus obras tienen una temática común: la frustración, el amor imposible, el choque entre realidad y deseo, la muerte.

Las farsas

La primera obra es El maleficio de la mariposa (1920), un fracaso de público que no entendió cómo los actores aparecían disfrazados de cucarachas, alacranes o gusanos, con un lenguaje densamente poético. Escribió dos para muñecos: Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita y El Retablillo de don Cristóbal, y dos farsas para actores: La zapatera prodigiosa y Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín.

Los dramas vanguardistas

Su viaje a Nueva York y La Habana (1929-1930) lo pone en contacto con la estética vanguardista a la vez que lo saca de la crisis personal en la que se encontraba. Así que pasen cinco años y El público se caracterizan por el simbolismo, el hermetismo y el componente surrealista.

Así que pasen cinco años es una pieza muy simbólica que narra la historia de un joven que espera cinco años para casarse con la Novia, pero esta acaba haciéndolo con un jugador de rugby. Entonces el joven busca a la Mecanógrafa, que sentía algo por él, pero vuelve a tener que esperar cinco años. Así, su ilusión de ser padre se difumina.

En El público se acusa a la sociedad o público de la crítica y condena hacia un homosexual.

Las tragedias

García Lorca considera la tragedia fundamental para mostrar el sufrimiento ante el destino, como en el teatro clásico. El autor añade a la enseñanza de sus tesis su nueva estética. La primera obra próxima a la tragedia es Mariana Pineda, el drama de la heroína granadina muerta en 1831 para defender la libertad frente al absolutismo. Confluyen en ella dos defensas: la de la libertad política frente a la opresión y la del amor sin trabas, convenciones ni represiones. Pero la tragedia está representada por una trilogía centrada en el mundo rural español:

1.- En Bodas de sangre (1933), un novio prepara la boda y se casa con su novia, que sigue enamorada de otro novio anterior ya casado. Tras la boda, la novia y su antiguo novio, Leonardo, escapan. La persecución del novio, reivindicando su honor, acaba con la muerte de los dos varones y el dolor desgarrado de la novia y de su suegra, en su definitiva soledad. Los personajes, prototipos sin nombre, son la madre, el novio, la novia... salvo Leonardo, cuyo significado es león fuerte. El uso simbólico de los nombres fue una lección bien aprendida de Unamuno. Tragedia de la soledad, en especial de la mujer, y de la angustia ante el destino fatal. También exaltación del amor sin trabas ni convenciones aunque lleve aparejada la muerte, junto a una estructura argumental trabada, con diálogos claros y sencillos, la obra alcanza un elevado tono poético en algunos pasajes: canciones y nanas (con referencias simbólicas a la muerte). Los leñadores y la Muerte, personificada doblemente en las figuras de una vieja “Mendiga” y de “La Luna”, corean y cercan a los jóvenes sin escapatoria. Unos simbólicos decorados sencillos, como la cueva o la cruz de flores, crean un efecto coherente repetido en las siguientes obras.

2.- Yerma (1934) es la tragedia de la mujer casada que no puede tener hijos y no, como cree, por esterilidad propia, sino, como averigua, por infertilidad de su marido Juan. El autor indica que la obra no tiene trama, sino un complejo conjunto de escenas que simbolizan estados de ánimo, angustias, frustraciones y desgarros. Es, en definitiva, la ruptura de la expectativa, la relación entre amor y muerte. Yerma no cede a la atracción de otro hombre, Víctor, pero acaba matando a Juan, lo que, en un ambiente rural, la condena a no tener hijos, a la soledad, a ser para siempre una mujer sin fruto, yerma.

3.- La casa de Bernarda Alba (1936) es la tragedia de la soledad de la mujer y, por extensión, de todo ser humano, como consecuencia de la tiranía y de la represión. Presenta la tiranía de Bernarda sobre sus cinco hijas basada en la defensa de la honra y el qué dirán. La acción comienza el día del funeral del segundo marido de Bernarda, cuando anuncia a sus hijas que durante los ocho años que dure el luto permanecerán encerradas en casa.

La obra refleja los convencionalismos de la España rural de comienzos del siglo XX: retrata un mundo primitivo, que mata la libertad e impone unas normas muy duras. El drama está lleno de símbolos: la luna (muerte), el caballo (la pasión), el color negro de la muerte frente al verde de la libertad, también los nombres de los personajes son simbólicos: Angustias, Martirio.

Las tres obras comparten el protagonismo de la mujer y el tema de la represión que sobre su amor y su sensualidad ejerce la moral establecida.

Otras obras de la etapa final del teatro lorquiano

Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores trata de la fugacidad de la vida. Por último, hay que mencionar Los sueños de mi prima Aurelia (de la que se conserva un fragmento), en la que aparece un Federico niño que recrea hechos autobiográficos.

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