Teatro Español: Tendencias y Autores desde la Posguerra hasta Hoy
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Evolución del Teatro Español: De la Posguerra a la Actualidad
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, la tensión ideológica se plasma en la posición de EE. UU. y la URSS. Del mismo modo, en España, tras la Guerra Civil, tiene lugar la dictadura de Franco (1939-1975) vinculada a la autarquía, al aislamiento internacional y la intolerancia intelectual, que conllevó a la división social. El teatro de renovación de los años 20, como el de Valle-Inclán o García Lorca, fue negado en la inmediata posguerra. La censura impide la entrada de las nuevas corrientes europeas (Ionesco, Beckett, Grotowski, Ronconi, teatro chicano). Por ello, los empresarios y las compañías teatrales no se arriesgan a modificar los gustos del espectador, manteniendo un teatro cómico burgués que se caracterizaba por entretener, mantener valores tradicionales, mostrar una crítica contenida y finales felices. Mientras, siguen escribiendo desde el extranjero dramaturgos como Max Aub, *Los desterrados*, cuya temática se centra en el exilio; Alejandro Casona, *La dama del alba*; o Alberti con *Noche de guerra en el Museo del Prado*.
Años 40: Teatro Burgués y Comedia
La década de los 40 se caracteriza por desarrollar dos tendencias:
- La primera, en la línea de Benavente, desarrolla un teatro burgués que representaba la ideología dominante. De temática de la vida cotidiana (conflictos entre padres e hijos, la infelicidad, la infidelidad, etc.) y ambientada en escenografías lujosas. Encontramos *Los celos al aire*, de José López Rubio, o *Los tres etcéteras de don Simón*, de José María Pemán. Se representaron obras históricas: *¿Dónde vas, Alfonso XII?*, de Luca de Tena, u obras que elogiaban el bando vencedor.
- La segunda tendencia está vinculada al humor. La comedia y la farsa representaron temas como los hábitos burgueses o conflictos sociales. Aquí encontramos a los hermanos Álvarez Quintero y, en la renovación del humor absurdo e inverosímil, a Jardiel Poncela y a Miguel Mihura. En el teatro de Poncela predomina la despreocupación, con ingredientes de locura y misterio: *Eloísa está debajo de un almendro* (1940). En el teatro de Miguel Mihura se distorsiona la realidad mediante la imaginación y la fantasía, y se desarrollan personajes en los que predomina la bondad y la ternura: *Tres sombreros de copa* es su obra más reconocida, que se estrenó 20 años después de ser escrita.
Años 50: Realismo Social y Existencialismo
En los años 50, el teatro, como la poesía y la narrativa, lleva a cabo el realismo social y existencialista (teatro inconformista y comprometido con las injusticias y la sociedad). Comenzó con el teatro posibilista, que mezcla la realidad y el simbolismo, de Buero Vallejo en *Historia de una escalera* (influido por el teatro de Brecht). Su teatro marca un punto clave en el teatro español. Retoma la tragedia vinculada a la modernidad, que ha de entenderse como esperanzadora con problemas concretos que adquieren dimensión universal. *Historia de una escalera* (1949) refleja un mundo gris de vecinos (personaje colectivo) con sus ilusiones y fracasos, vidas inútiles enmarcadas por la frustración. Mención especial merece Alfonso Sastre, por su marcado tinte experimental (TAI) y el desarrollo de la tragedia compleja, en la que incorpora un humor negro y profundo que permite el distanciamiento de las historias contadas, como ocurre en *La taberna fantástica*.
Años 60: Desarrollismo y Teatro Experimental
En los años 60, marcados por el desarrollismo y la apertura del país, el teatro dio un cambio sustancial al teatro experimental (influido por el teatro europeo de Brecht, Ionesco o Beckett y la recuperación del teatro anterior a la guerra), lo que conlleva la reforma de formas y temas. Francisco Nieva, gran escenógrafo y después magnífico dramaturgo, lleva a cabo un teatro de “farsa y calamidad” con obras imaginativas, lenguaje barroco y puestas en escena al estilo ópera y de magnífica escenografía, en obras como *Pelo de tormenta* o *La señora Tártara*. Y, en la misma línea, encontramos a Fernando Arrabal, el autor más representado, que lleva a cabo un teatro vanguardista, irreverente, onírico y absurdo. Sus obras son *Pic-nic* o *El cementerio de automóviles*. En esta etapa destacamos también el teatro simbólico de Antonio Gala (*Anillos para una dama*). Pero la experimentación más radical, que deja a un lado la importancia del texto y la cede al espectáculo total, la llevan a cabo grupos de teatro independiente influidos por el teatro de Ronconi, como Els Joglars, Akelarre o La Fura dels Baus, entre otros, que continúan en la actualidad.
Desde 1975: Democracia y Diversidad Teatral
A partir de 1975 se van consolidando la democracia y el teatro busca profesionalizarse a través de la creación del Teatro Dramático Nacional o la Compañía Nacional de Teatro Clásico, junto a instituciones universitarias que mantienen con vida este género. Esta época se caracteriza por la diversidad de tendencias: continúa el teatro social de los 50 con adaptaciones a la actualidad y el vanguardismo de los 60. Aquí encontramos el teatro social de Laura Olmo (*La camisa*) o José María Rodríguez Méndez (*Los inocentes de la Moncloa*), que iniciaron el teatro en los sesenta y lo adaptaron en años posteriores con temáticas como la juventud, el paro o las drogas, como vemos en *Bajarse al moro* o *La estanquera de Vallecas* (de José Luis Alonso de Santos). Cabe destacar el teatro que miró a la Guerra Civil desde el presente, como J. Sanchís Sinisterra con *¡Ay, Carmela!* o *Las bicicletas son para el verano*, de F. Fernán Gómez.
Teatro Actual
En la actualidad, los temas se centran en nuestras preocupaciones: medio ambiente o inmigración, entre otros, con autores como Juan Mayorga (*La tortuga de Darwin*), Laila Ripoll o Paloma Pedrero, entre una larga lista de dramaturgos que mantienen en pie el teatro español. En definitiva, el teatro fue el género más herido por la guerra. Pero la democracia le permitió volver la mirada a sus grandes dramaturgos (Lorca, Valle-Inclán, Miguel Hernández, Alberti) y las nuevas influencias llegadas del exterior, que han permitido desarrollar una escena teatral a la altura de otros países, a pesar de haber sabido lidiar con la competencia del cine o internet.