Teatro Español de Principios del Siglo XX: Tradición y Ruptura

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El Teatro Español a Principios del Siglo XX

El teatro español a principios del siglo XX se caracteriza por un marcado inmovilismo, dando la espalda a los movimientos innovadores. Esto se debe a que el público burgués no se interesaba por los problemas sociales o ideológicos, ni por las nuevas tendencias estéticas. Sin embargo, algunos autores se rebelaron contra esta situación.

Teatro Comercial y Costumbrista

En los últimos años del siglo XIX, varios autores elevaron el nivel del teatro español, a pesar de estar marcado por el teatro comercial. Podemos destacar la obra de Jacinto Benavente, cuyo fracaso inicial con El nido ajeno (crítica al papel de la mujer de clase media) contrastó con el éxito de obras como La comida de las fieras y Los intereses creados. Sus tramas presentan problemas poco conflictivos: leves defectos de las relaciones personales o sociales, predominando un diálogo elegante, natural e ingenioso. Benavente recibió el Premio Nobel de Literatura.

Dentro del teatro costumbrista, materializado en los sainetes, destacan autores como Carlos Arniches, quien reflejó las costumbres madrileñas en los barrios populares. Arniches creó el género llamado "tragicomedia grotesca" con personajes caricaturescos y trágicos, donde se vislumbra cierta crítica social. Una de sus obras importantes es La señorita de Trevélez. También sobresalen los hermanos Álvarez Quintero, cuyas obras, ambientadas en una Andalucía idealizada y tópica, incluyen la destacada El patio.

Teatro Poético y del Astracán

El teatro poético evocaba con nostalgia episodios de un pasado glorioso. Destacan autores como Eduardo Marquina (En Flandes se ha puesto el sol) y los hermanos Machado (La Lola se va a los puertos).

Pedro Muñoz Seca se especializó en el astracán, un género que busca la comicidad a toda costa con situaciones disparatadas y un lenguaje que da lugar al equívoco o al chiste. Lo que importa es reír, aunque el argumento no sea verosímil. Destaca su parodia de los dramas históricos: La venganza de Don Mendo.

La Generación del 98 y Otros Autores

Los autores de la Generación del 98, junto con algunas obras de Unamuno (Fedra) o Azorín (Lo invisible), vieron despuntar a Jacinto Grau con su obra más destacada, El señor de Pigmalión, que trata sobre la rebelión de unos muñecos que acaban matando a su creador.

Ramón María del Valle-Inclán

Ramón María del Valle-Inclán fue un importante poeta, dramaturgo y novelista español. Nació en Villanueva de Arosa y a los 29 años se instaló en Madrid, donde pronto se hizo famoso por sus excentricidades y por su participación en las distintas tertulias literarias de la ciudad. En su biografía destacan la pérdida de su brazo izquierdo en una pelea y su encarcelamiento por oponerse a Primo de Rivera. Su original figura llevó a Ramón Gómez de la Serna a decir que era "la mejor máscara a pie que cruzó la calle de Alcalá".

Aunque fue adscrito a la Generación del 98, su evolución ideológica y estética no tiene apenas puntos en común con esta generación literaria. Fue mucho más radical en su crítica a la sociedad, la cultura y la poesía. En narrativa destacan sus Sonatas.

En sus obras, relegadas a ser "teatro para leer", destaca la originalidad, los planteamientos radicales, la riqueza y expresividad de su lenguaje, y la diferencia de sus temas y estética. Su evolución literaria parte del Modernismo y termina con un género propio: el esperpento.

Ciclo Mítico y Farsas

Tras las creaciones modernistas, inicia su "ciclo mítico" con las Comedias bárbaras, una trilogía formada por Águila de blasón, Romance de lobos y Cara de Plata. Estas obras se contextualizan en una Galicia mítica y rural, en la que los personajes actúan gobernados por instintos y pasiones violentas y primitivas, en un clima donde las supersticiones y mitos desempeñan un papel fundamental. La culminación de este ciclo es Divinas palabras (1920), en la que unos seres diabólicos, irracionales y monstruosos son manejados por la avaricia y la lujuria.

Valle-Inclán desarrolló una serie de farsas donde los personajes se convierten en fantoches y marionetas ridículas, como en Farsa italiana de la enamorada del Rey.

El Esperpento

En 1920, Valle-Inclán crea el esperpento, basado en la deformación de los personajes y valores, con la que denuncia la sociedad de su tiempo. El esperpento es una manera de ver el mundo, un reflejo deformado. Los personajes son grotescos en un mundo grotesco de pesadilla. Se basa en el contraste entre lo doloroso y lo grotesco, lo trágico y lo cómico. El lenguaje es rico y cuidadosamente elaborado, donde se mezclan distintos tipos de habla. Las acotaciones requieren gran valor al ser muy descriptivas, con numerosos personajes y cambios de escenario.

El teatro esperpéntico agrupa la trilogía Martes de Carnaval (Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto y La hija del capitán). Luces de bohemia es su obra maestra, donde el Lazarillo, don Latino de Hispalis, recorre diversos lugares de Madrid y en todos encuentra motivos para su desolación. Desesperanzado, se deja morir, como su esposa y su hija. Esta obra critica la corrupción política, el conformismo burgués, la represión ideológica y policial, etc.

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