Teatro español de posguerra (1939-1976): De la tradición a la experimentación

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Teatro español de posguerra (1939-1976)

Teatro de 1939 a 1976. Antonio Buero Vallejo

Similar al de la poesía y la narrativa, el teatro español de posguerra fue uno de los más perjudicados. La guerra trazó una línea divisoria. La renovación iniciada por Valle-Inclán y Lorca se vio truncada con el exilio de autores como Alejandro Casona (“La dama del alba”), Rafael Alberti (“Noche de guerra en el Museo del Pardo”) o Max Aub (“San Juan”). Los condicionamientos ideológicos y comerciales impidieron un teatro abierto y nuevo. A pesar de ello, surgieron propuestas reformadoras, de un afán crítico o experimentador.

Teatro de los años 40

Bastante pobre, más si lo comparamos con el teatro extranjero. El modelo dominante fue la comedia benaventina, de cuidada construcción, dosificación de la intriga y hábil alternancia de escenas graciosas y sentimentales. Sus temas eran repetitivos y el elemento crítico, muy superficial. Destacaron autores como Calvo Sotelo y María Perman.

En este contexto, sobresale el teatro humorístico de Jardiel Poncela y Miguel Mihura.

  • Jardiel Poncela: Antes de la guerra, trata de “renovar la risa” con la imaginación, el ingenio y lo inverosímil, pero choca con el gusto del público. Obras como “Eloísa está debajo de un almendro” y “Los ladrones somos gente honrada” son ejemplos de su estilo.
  • Miguel Mihura: Plantea un conflicto entre la sociedad y el individuo, el descontento ante el mundo de convenciones que imponen al hombre y lo hacen infeliz. Su mejor obra, “Tres sombreros de copa”, habla de las miserias de la burguesía y la vida del teatro con un lenguaje libre. La obra se estrena 20 años después. Esta demora tuvo una doble consecuencia: impidió la consolidación de una línea renovadora y cortó las alas de Mihura, quien volvió al teatro de los años 50 moderando el tono crítico y haciendo ciertas concesiones melodramáticas.

Teatro de los años 50

“Historia de una escalera”, de Buero Vallejo, marca el comienzo de un teatro crítico con contenido asistencial y social. Sus temas principales son la injusticia y la alienación del ser humano. Este teatro intenta hacerse un hueco en una escena dominada por un teatro comercial de contenido más ligero, en un contexto de censura y un público más inquieto y exigente. Los dramaturgos muestran su desconformidad con la realidad y se abre un debate: atenuar su crítica o mostrarla con símbolos (“posibilitamos”), o expresarse con libertad, con el riesgo de la censura (“imposibilismo”).

A pesar de la diversidad de estilos, existen rasgos comunes: el tema de la injusticia social, la guerra, el estancamiento de la vida española, el lenguaje directo y la presencia de formas dramáticas del realismo, el expresionismo y el teatro español del primer tercio de siglo. Destacan autores como J.Mª Rodríguez Méndez, con “Los inocentes de la Moncloa”, y Carlos Muñiz, con “El tintero”.

Los más importantes de este periodo son Alfonso Sastre y Antonio Buero Vallejo.

  • Alfonso Sastre: Plasma sus obsesiones: la opresión, la rebelión, la culpa y la expiación. En sus formas, se ven huellas del esperpento de Valle-Inclán.
  • Antonio Buero Vallejo: Ganador del Premio Cervantes de 1986, su trayectoria es ejemplar. Su teatro tiene una intención testimonial y moral, busca inquietar y curar al espectador. Utiliza la forma de la tragedia, que le permite abordar la lucha del hombre con sus límites. En su teatro, la esperanza juega un componente esencial: que el espectador, al contemplar y asumir el destino de los personajes, se sienta llamado a transformar su propio destino. Se distinguen tres etapas en su obra:
  1. Teatro tradicional: Hereda la tradición realista, con el componente simbólico e ideológico del teatro de Ibsen. Utiliza un lenguaje dramático realista: argumento verosímil, reproducción escénica de espacios reales, caracterización de los personajes mediante el diálogo como motor del conflicto, linealidad temporal dentro de cada acto… Introduce elementos innovadores como lugares insólitos para desarrollar la obra y recursos al servicio de una idea dramática que buscan la total participación del público. Consigue convertir cada pieza en un drama verdadero, universal y trascendente.
  2. Teatro histórico: Supone un notable giro, como se aprecia en “Las Meninas”. Introduce la discontinuidad temporal, la estructuración a base de cuadros aislados que se suceden en cada acto dando a la obra forma de retablo, la abstracción del lugar escénico… Junto al componente experimental, crece la dimensión espectacular. La revisión crítica del pasado le permite iluminar el presente y salvar la censura.
  3. Teatro de experimentación: Busca el “efecto de inmersión”, la “interiorización del público en el drama”. Obras como “La fundación” son un ejemplo de ello. El espectador no ve la realidad, sino la versión que de ella tiene un personaje aislado y ajeno. El espectador entra en la mente de los personajes y comparte su visión del mundo.

Teatro desde los años 60 hasta 1975

El teatro continúa dividido en dos tendencias: la comercial y la que difícilmente consigue llegar a un amplio público. En la primera, destaca Antonio Gala; en la segunda, autores del teatro crítico que se apartan del realismo social y buscan cauces dramáticos diferentes. Influenciados por creadores más audaces, se les agrupa bajo distintas denominaciones: teatro subterráneo, generación simbolista…

Algunas características comunes son: la oposición a la estética realista, el lenguaje simbólico, el teatro como espectáculo donde el texto literario es solo un ingrediente más –adquiriendo importancia otros elementos– y la conversión de la escena en un espacio dinámico que rompe con la tradicional división entre escenario y espectadores. Destacan Francisco Nieva, Fernando Arrabal y Luis Riaza.

  • Francisco Nieva: El más importante de este grupo, su teatro no se representará hasta la llegada de la democracia. Busca la liberación del individuo con la ruptura de las conversaciones dramáticas y la lógica del lenguaje. Defiende el irracionalismo, el valor de la palabra como expresión máxima de la libertad absoluta del artista y la representación. Divide su teatro en tres etapas: “teatro de cónica y estampa”, “teatro de farsa y calamidad” y “teatro furioso”.
  • Fernando Arrabal: Su teatro posee una serie de rasgos constantes: ruptura de la lógica, antirrealismo, influencia del teatro de lo absurdo y de la vanguardia, exaltación de la imaginación y la libertad creadora, búsqueda de la provocación y el escándalo… “El triciclo” es una de sus obras más representativas.

Teatro independiente

Surgen grupos que buscan romper con la rigidez del modelo comercial y pretenden llevar el teatro a los más diversos rincones del país. Compañías como “Los Goliardos”, “Teatro libre” o “Akelarre” representan obras de realismo social y del teatro experimental.

teatro experimental.

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