El teatro español desde 1940 hasta la actualidad: Evolución, etapas y autores

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El teatro desde 1940 a nuestros días

Culturalmente, la Guerra Civil (1936-1939) supone una violenta ruptura con aquellos avances artísticos conseguidos hasta entonces, quedando abortados esos empeños en transformar la literatura española con recursos técnicos renovadores y temas más representativos del siglo XX por parte de nuestros dramaturgos, entre otros, los componentes de la Generación del 98, del Novecentismo y de la Generación del 27. Todos ellos, defensores unánimes del teatro intelectual.

Tras la guerra el panorama es desolador:

  • Algunos escritores han muerto (Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán, Federico García Lorca).
  • Muchos permanecen en el exilio (numerosos componentes de la Generación del 27).
  • Otros esperan tiempos mejores en silencio, atravesando por una desorientación intelectual, de la que nuestra literatura y, en concreto, el teatro se irán recuperando lentamente a través de una notable evolución, que cuenta con diferentes fases o etapas:

1. Años cuarenta: evasión y humor

Destacan el teatro de humor, innovador, de Enrique Jardiel Poncela y de Miguel Mihura. El teatro de Jardiel Poncela busca el humor en el planteamiento de situaciones inverosímiles y absurdas. Destacan obras como Eloísa está debajo de un almendro o Un marido de ida y vuelta. La obra más representativa de Mihura es Tres sombreros de copa, escrita en 1932 y que contiene tal poder crítico y corrosivo que le impidió su representación hasta 1952. Es una comedia que satiriza la rutina y mediocridad de la burguesía de provincias y la no menos miserable vida del teatro de variedades.

2. Años cincuenta: teatro existencialista y social

El teatro realista intentó renovar la escena española y manifestar su oposición a la dictadura. Las obras plantearon temas como la injusticia social, la explotación, la vida de la clase media y baja, la condición humana de los humillados, los marginados. Destacan dramaturgos como:

  • Alfonso Sastre, quien concibe el teatro como un medio de concienciación y de agitación. Escuadra hacia la muerte (1953), La mordaza (1954), Guillermo Tell tiene los ojos tristes (1955).
  • Lauro Olmo, autor autodidacta que compone sus obras a partir de sus experiencias. Destaca La camisa (1962), en la que presenta la vida mísera de unos chabolistas, cuyo único futuro consiste en emigrar al extranjero o conseguir un pleno en las quinielas.
  • Antonio Buero Vallejo. En su obra se pueden distinguir tres etapas:

Etapa existencial (reflexión sobre la condición humana)

En Historia de una escalera (1949), los protagonistas son cuatro jóvenes, vecinos en el último piso de una vieja casa: Urbano, obrero de una fábrica; Fernando, dependiente de una papelería; Carmina y Elvira. La obra refleja un mundo gris donde las frustraciones se repiten, no solo por el peso del medio social, sino también por la debilidad personal. En 1950 escribe En la ardiente oscuridad, donde aparece la ceguera como símbolo de las limitaciones humanas.

Teatro social (denuncias de injusticias que atañen a la sociedad)

Un soñador para un pueblo (1958), El concierto de San Ovidio (1962), denuncia la explotación de un grupo de ciegos en el París de los años previos a la Revolución Francesa; El tragaluz (1967), centrada en unos personajes marcados inexorablemente por la Guerra Civil.

Etapa de innovaciones

Quizá la novedad técnica más llamativa es lo que se ha denominado “efectos de inmersión”: el espectador observa la historia a través de la visión de un personaje. Entre sus obras destacan El sueño de la razón (1970), La fundación (1974), en la que nos encontramos en un lujoso lugar que resulta ser la celda de una prisión con cinco condenados a muerte; La detonación (1977), drama histórico centrado en la figura de Larra.

3. Años sesenta y setenta: renovación formal

Dentro del teatro comercial, siguen triunfando las comedias de Mihura, Jaime Salom, Jaime de Armiñán, Ana Diosdado. Entre los nuevos sobresale Antonio Gala: en 1963 estrena su primera comedia, Los verdes campos del Edén. Durante los años setenta goza del favor del público con obras como Anillos para una dama.

La experimentación

Como ocurre con la narrativa y la poesía, los nuevos autores consideran acabado el realismo social y buscan nuevas propuestas que se caracterizan por su oposición estética a los “realistas”, aunque en bastantes ocasiones las obras tampoco están exentas de crítica social. Muchas de estas obras no encontraron facilidades para ser representadas, o por problemas con la censura, o porque sus audacias formales no encontraron fácil eco en el público. Se habla de teatro soterrado, teatro del silencio, teatro underground, teatro vanguardista.

Quizá lo más peculiar es el teatro de Fernando Arrabal. Destaca por la imaginación, los elementos surrealistas, el lenguaje infantil, la ruptura con la lógica. El triciclo de 1953. Exiliado en Francia desde 1955, sus obras (generalmente, estrenadas en Francia y publicadas en francés antes que en castellano) se encuadrarían dentro del llamado “teatro pánico” (del griego ‘pan’, todo) y pretenden ser un teatro total que exalta la libertad creadora y persigue la provocación y el escándalo del espectador. Sus obras: El laberinto (1956), Pic-nic (1957), etc.

En el panorama del teatro bajo los últimos años del franquismo no puede faltar la mención del fenómeno del “teatro independiente”. Bajo este rótulo se engloban grupos como “Los Goliardos”, “Tábano”, “Teatro Libre” de Madrid; “Els Joglars”, “Els Comediants” y “Fura dels Baus” en Barcelona; “Akelarre”, en Bilbao, etc.

4. Desde 1975

Finalizada la dictadura y eliminada la censura parecía abrirse una etapa prometedora para el teatro. Pero, por el contrario, ha sido en estos años cuando la crisis del teatro español se ha hecho más evidente: se cierran numerosos teatros; escasean los autores y las obras de calidad; desaparecen las representaciones en televisión…

Un importante fenómeno del teatro español posterior a 1975 ha sido la creación de instituciones teatrales que dependen de instancias oficiales, tanto del Estado como de las comunidades autónomas o municipios. Así, en 1978 se creó el Centro Dramático Nacional y posteriormente el Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

Francisco Nieva es probablemente el más importante de los dramaturgos experimentales de la segunda mitad de siglo. Aunque escribe obras de teatro desde los años cincuenta, no las ve representadas de forma regular hasta después de la muerte de Franco. Su teatro va a caminar por la senda de lo surrealista, lo onírico, lo fantástico y lo imaginativo.

Entre los autores más aplaudidos de las últimas décadas están:

  • José Sanchís Sinisterra (1940): ¡Ay, Carmela! de 1986.
  • José Luis Alonso de Santos: La estanquera de Vallecas (1981), Bajarse al moro (1985).
  • Fernando Fernán Gómez: Las bicicletas son para el verano (1982).
  • Ana Diosdado: Los ochenta son nuestros (1988).

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