El teatro en la década de los cuarenta y cincuenta

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El teatro en la década de los cuarenta

Tiene 2 tendencias principales: la comedia burguesa y el teatro humorístico. La primera es el género oficial del franquismo y donde los conflictos se desarrollan en un marco burgués. Busca la sonrisa más que la risa, volviéndose repetitiva, tiene crítica social y moral, y a veces profundiza en lo dramático. José Mª Pemán, que también cultivó el teatro en verso, evolucionará a comedias costumbristas, intrascendentes y bien escritas, como “La viudita Naviera”. Juan Ignacio Luca de Tena escribe comedias costumbristas como Don José, Pepe, Pepito, pero su éxito viene de dramas históricos, por ejemplo ¿Dónde vas Alfonso XII?. El académico Joaquín Calvo Sotelo se mueve entre la evasión y el drama.

En el teatro humorístico

Destaca Enrique Jardiel Poncela, autor de Cuatro corazones con freno y marcha atrás. Jardiel es un renovador del teatro de humor introduciendo personajes planos y absurdos, escenografías complicadas y alejándose de los juegos de palabras y los tipos regionales como medios para hacer reír. Miguel Mihura es el creador del teatro absurdo a la española con Tres sombreros de copa escrita durante los años 30 y estrenada en 1952. En esta obra el humor se consigue con personajes grotescos y ridículos, pero encierra un fondo de crítica notable contra la sociedad burguesa y provinciana. Es el fundador de La codorniz, el único periódico satírico tolerado durante el franquismo. Poco a poco fue cayendo en la repetición y en el teatro comercial.

Los años 50

Son los años del realismo social en todas las artes, también en el teatro. En escena se presentan situaciones parecidas al mundo real y se denuncian los conflictos sociales. La obra de referencia es Historia de una escalera (1949), perteneciente a la etapa existencial de Antonio Buero Vallejo y en la que refleja el mundo gris y sin esperanzas de una comunidad de vecinos. En esta etapa también trata el tema de la ceguera, símbolo de la falta de libertad, en La ardiente oscuridad. Posteriormente, Buero evoluciona hacia el drama histórico como posibilidad de seguir estrenando y escapar de la censura: Un soñador para un pueblo y El concierto de San Ovidio pertenecen a esta fase. Luego se deja contagiar con el experimentalismo de los años 60 con El tragaluz (1967) y La Fundación (1974). El máximo representante de la generación del 50 en teatro es Alfonso Sastre. Comienza con el teatro realista en Escuadra hacia la muerte (1953), continúa con dramas revolucionarios, como Muerte en el Barrio o Tierra roja. La censura le lleva al silencio durante los 60, época en la que escribe algunas de sus tragedias complejas, como La taberna fantástica estrenada 20 años después ya en democracia. Otros dramaturgos destacados del grupo de los 50 son Lauro Olmo con La camisa, el drama sobre la emigración de españoles a Alemania.

Durante los años 60 la censura

Corta dramáticamente la evolución natural del teatro español. El riesgo real de que las obras fueran suspendidas tras el esfuerzo y la inversión económica que supone cualquier montaje teatral, “borra” delos escenarios a un grupo de autores que no serán conocidos por el gran público en ese momento. Eso les ocurre a los vanguardistas como Fernando Arrabal, creador del teatro pánico, con influencias surrealistas (Cementerio de automóviles y Pic-nic); también a Francisco Nieva, que crea en estos años el teatro furioso (Pelo de Tormenta). También en los 60 aparece el grupo de los simbolistas, como José Ruibal o Miguel Romero Esteo, que huyen de la censura mediante el uso de símbolos animales. La censura también fuerza la aparición de los grupos de teatro independiente, alternativos y autogestionados que estrenan en centros culturales o salones de actos de colegios mayores o facultades universitarias. Tras la llegada de la democracia solo perviven los catalanes Els joglars, Els comediants o La Fura dels Baus. Por otro lado, se continúa con la comedia burguesa donde destaca Alfonso Paso. Finalmente, a partir de los años 70 se dan a conocer los dramaturgos de la generación del 68: autores con formación académica, universitaria y escénica que buscan el equilibrio entre el teatro de consumo y de vanguardia adoptando una estética realista, compromiso social y lenguaje cotidiano. Abordan temas como drogas, juventud, conflictos generacionales, etc. a través de personajes marginados, fracasados en general. Expresan el desencanto por el fracaso de las ilusiones colectivas mediante humor. Los autores principales de este grupo protagonizan los grandes éxitos del teatro español de los años 80: son José Luis Alonso de Santos (La estanquera de Vallecas, Bajarse al moro), Fermín Cabal (Esta noche, gran velada), José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!), sin olvidar a Antonio Gala. La Transición y la democracia traen el fin de la censura. La consecuencia más inmediata es que por fin aparecen en los escenarios españoles las grandes dramaturgias europeas prácticamente desconocidas (Brecht, Artaud, Pirandello). También es el momento de la recuperación de los grandes autores españoles de antes de la guerra, especialmente Valle-Inclán y Lorca. Durante los años 80 se mantiene Buero Vallejo, y Alfonso Sastre cosecha un gran éxito con La taberna fantástica. También logran el éxito de público José Luis Alonso de Santos y Sanchís Sinisterra con las obras ya citadas. Aparecen también nuevos autores como el actor y escritor Fernando Fernán Gómez y su obra Las bicicletas son para el verano. Sin censura pierden buena parte de su razón de ser los simbolistas y los grupos de teatro independiente. Pero el acontecimiento más importante que la democracia trae al teatro es el apoyo económico de los poderes públicos: en estos años se crea el Centro Dramático Nacional, el INAEM (Instituto Nacional de Artes Escénicas), la Compañía Nacional de Teatro Clásico (a instancias de Adolfo Marsillach), y toda la red de teatros autonómicos y municipales. Por primera vez en el siglo XX el teatro se convierte en un producto cultural asequible y se encuentran en los escenarios públicos obras y autores sin los condicionamientos del teatro comercial. En democracia se oficializan los estudios superiores de teatro con la creación de la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático).

En los años 90

Los autores siguen con la misma línea del realismo crítico y cotidiano, pero estrenan poco, con conocimiento limitado del gran público y que se ganan la vida como guionistas de cine o de series de televisión: es el caso de Ernesto Caballero, Ignacio del Moral o Paloma Pedrero.

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