El Sueño de Don Quijote: Un Viaje a la Guerra Moderna

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Y se durmió. De repente, una voz grave y autoritaria lo despertó. Abrió los ojos e intentó entender dónde estaba. No le parecía su habitación, había varios objetos extraños que nunca había visto antes: un cuadro en la pared con números y flechas móviles, un candil encendido sin llama al lado de la cama, un molino pequeñito que se movía sin viento ni agua… “¿Qué máquinas infernales son estas? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está el ama?”. Antes de encontrar la respuestas a sus preguntas, alguien tocó a la puerta y, sin esperar un “Adelante”, un hombre con uniforme entró llevando un aire de preocupación y urgencia. “Comandante, ¡tenemos que ir! Están todos esperando a usted para empezar la reunión. ¡Tenemos que decidir la estrategia para empezar el ataque!”.

Sentados alrededor de una grande mesa oval, hombres serísimos, con uniformes grises, estaban mirándolo a él, como quien espera la solución de una adivinanza. No sabía qué decir así que el ingenioso hidalgo, recurriendo a su famosa agudeza, les preguntó a ellos “¿Qué piensan ustedes?”.

“Comandante, si me permite, creo que está claro que tenemos que actuar con rapidez para parar los ataques de los terroristas antes que sea demasiado tarde. ¡Nuestros hombres están listos para defender nuestra democracia a cualquier costo, con su propia vida si fuera necesario!”. “Democracia, qué nombre extraño para un país”, pensó. “¿Y dónde era? ¿Era un país amigo o enemigo del Imperio de España?”. “Sí, Comandante”, añadió el otro, “No se puede perder tiempo precioso. ¡Estos enemigos de la democracia y de la civilización occidental lograron llegar hasta el corazón de Europa, no podemos más permanecer de brazos cruzados!”. Y mientras hablaba, su rostro se incendiaba y su puño se cerraba como si estuviera agarrando una espada.

Escuchó a todos con mucha atención y, al final, dijo “Necesito de más tiempo para tomar mi decisión”. Se levantó y volvió a su habitación. “¿Qué voy a hacer?” Y de repente vio una carta sobre la mesa de noche. “Para don Quijote”. “¡Soy yo!” exclamó con sorpresa y alivio.

“Estimado Hidalgo de España, mi querido don Quijote, estarás preguntándote qué tiempo y qué lugar son esos. Pues estas no son las preguntas importantes. Lo que importa es quién eres y cuál es tu misión. Como todos los grandes personajes, tu destino es morir muchas veces y vivir eternamente. Ya lo decía el poeta latino Horacio: *“No moriré del todo. La mejor parte de mi ser se librará de la Libitina, y mi gloria crecerá de día en día con las alabanzas de la posteridad”*. ¡Pues has encontrado la posteridad! Y no es muy diferente de tu tiempo. Cambian los nombres de los enemigos: bárbaros, moros, hebreos, comunistas, capitalistas y fundamentalistas. Pero sus características permanecen las mismas: sin alma ni dignidad. El objetivo de todos los que quieren las guerras es privar a los enemigos de su naturaleza humana, crear la ilusión que tenemos esencias distintas, construir la mentira que tenemos patrias diferentes. Pues la verdad es que somos todos humanos e compartimos la misma patria, o mejor, *matria*, se me permite el neologismo. Esta es la más grande y la más peligrosas de todas las ilusiones. El mundo necesita desarmarla. Esta me parece la misión para la nueva caballería andante.

¡Buena suerte!

Con estima y confianza,

Miguel de Cervantes.”

"Fatal", pensó. Y se despertó.

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