Subculturas de la Salud: Creencias, Comportamientos y Estilos de Vida
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Pero, ¿son efectivamente comportamientos y actitudes irracionales, erróneas, enigmáticas, relativamente inmutables en el tiempo?
Hipótesis para la identificación de subculturas de la salud
Sin tener necesariamente que evocar los desórdenes de la peste del siglo XVII, sin hacer referencia a convencimientos que se exceden, a veces, con la negación total de la realidad, dado que la salud es algo que acompaña nuestra vida cotidiana —incluso para algunos es una condición que la hace posible—, ella misma está sometida a sistemas de valores, de creencias, normas, modelos de comportamiento análogos a aquellos desarrollados por otros aspectos de nuestra vida cotidiana.
La explosión de las llamadas medicinas alternativas, que sólo ahora están regresando al canal de la medicina oficial, constituye un claro ejemplo de cómo las estrategias de gestión de la salud y de control de la enfermedad por parte de los sujetos pueden diversificarse con el estímulo de nuevas necesidades, que reflejan nuevas, y si queremos distintas, concepciones de la salud. Salud como don natural, salud como producto de las elecciones de vida individual, salud como producto del sistema sanitario, salud como producto del ambiente, salud como control del cuerpo, salud como retorno a la naturaleza, no son sólo etiquetas vacías, eslóganes que, en diversas ocasiones, se escuchan. Dichos sistemas de creencias informan no sólo de las modalidades de gestión de la salud, sino también de la relación que el sujeto tiene con su cuerpo, con la alimentación, con los hábitos de vida, con el tiempo libre, con el conjunto de los servicios sanitarios, etc., pueden ser considerados expresiones de específicas subculturas de la salud.
Considerar los comportamientos ligados a la salud y a la enfermedad como expresión de un sistema de "creencias", de una subcultura congruente en su interior, permite trastocar algunos esquemas interpretativos.
Concepciones de la salud, estilos de vida, relaciones con el sistema institucional de la curación, están estrictamente relacionados y son interdependientes, facilitando el paso a constelaciones de motivaciones, comportamientos y actitudes no casuales.
Se puede citar con este propósito una investigación cualitativa realizada sobre 111 personas, cuyas reflexiones sobre salud, enfermedad, trabajo, actividad física, etc., permiten una tipología articulada, según la cual la salud puede ser considerada:
- a) Ausencia de enfermedad.
- b) Instrumento.
- c) Producto.
- d) Bien colectivo.
La salud como ausencia de enfermedad
Los que han expresado esta orientación han sostenido también que la salud se identifica con el normal funcionamiento del organismo, en sus aspectos físicos y psicológicos. La enfermedad es un desorden que turba el normal equilibrio del organismo. El desorden es inducido desde el exterior (por el ambiente, por las condiciones y por el estilo de vida, por las bacterias, por los virus, etc.). Para estos sujetos, por lo tanto, la salud es garantía de un equilibrio que es resultado general del balance entre más factores (trabajo, alcohol, tabaco, alimentación, fármacos, movimiento). Por consiguiente, es el concepto global de "justa medida". La salud no es vivida con fatalismo: más bien, se identifica con "normalidad".
La enfermedad es un riesgo natural que puede golpear a todos: el deber de la seguridad social es proteger contra tal riesgo. Desde esta perspectiva, dominada por la curación y por la atención sistemática a las propias condiciones, la prevención, que a menudo se identifica con el pronóstico, no es digna de confianza.
La salud considerada un instrumento
Algo que permite al individuo alcanzar otros objetivos, otros fines. La salud, por ejemplo, permite trabajar, por lo tanto ser autosuficiente: es, por consiguiente, un capital, un bien que hay que preservar, que hay que transmitir a los propios hijos, por lo que es necesario adquirir, con el paso del tiempo, algunos hábitos de vida que permitan prolongar el mayor tiempo posible la condición de "sano". Sueño, higiene, alimentación, cuidado del cuerpo, deben ser dirigidos al mantenimiento de un organismo eficiente, cuyo buen funcionamiento depende más de tales prácticas sistemáticas que del uso de los servicios asistenciales y preventivos que, en principio, son considerados poco importantes. Desde esta perspectiva se pone en evidencia el aspecto financiero de las políticas sociales.
La salud como producto
Si, por el contrario, la salud depende de una multiplicidad de factores, tales como la vivienda, la alimentación, el trabajo, los fármacos, etc., entonces es vista como un producto, más o menos controlado y controlable, que depende tanto de los comportamientos individuales como de las más generales condiciones de vida. La salud es un valor básico que gobierna la elección de vida individual. La salud frecuentemente se identifica con la vida misma, en cuanto que el culto de la salud personal tiende a estructurar todas las actividades, sociales y físicas, individuales y colectivas. La esfera social está presente bajo formas de valores y normas que imponen límites a la libertad del individuo. El consumo del alimento está basado sobre lo que es natural, saludable y agradable; la dieta está más ligada al concepto de forma física que a consideraciones médicas; tabaco y alcohol son rechazados por nocivos; la actividad física se hace porque relaja. Tarea del Estado es la de intervenir cuando el individuo no puede realizar sus opciones. En caso de "amenaza", la atención médica es lo único de lo que se puede esperar un remedio. La concepción de la salud como valor básico de la vida lleva a enfatizar el papel de la prevención y de la información que hace posible modificar algunos hábitos de vida no saludables y adoptar comportamientos más racionales.
La salud como bien colectivo
Finalmente, la salud puede ser considerada por el sujeto como un bien colectivo que debe ser garantizado desde las diversas instituciones sociales. Según esta concepción, ya que el comportamiento y las elecciones individuales son consideradas residuales, las políticas sanitarias son valoradas positivamente, aun siendo todavía insuficientes. Racionalización y maximización del uso de los recursos disponibles son necesarios para activar políticas sanitarias efectivamente redistributivas.
Del análisis de las 111 entrevistas en profundidad se deduce claramente cómo las concepciones de la salud, de la atención física del cuerpo, de la alimentación, del uso de los servicios, de las dietas, del papel atribuido a la seguridad social, dan lugar a tipologías que, internamente, permiten identificar grupos de comportamientos congruentes.
El amplio espacio que ha sido reservado a esta tipología pretende ser un ejemplo de cómo, a partir de las motivaciones individuales, de las elecciones subjetivas, de los comportamientos llevados a cabo en relación a la salud y/o a la enfermedad, es posible reconstruir sistemas de "creencias" y de prácticas ligadas a la salud que tengan unicidad y coherencia. Son los sistemas de creencias y de prácticas, que pueden ser considerados como específicas subculturas de la salud.