La Sociedad Española en la Edad Moderna

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LA SOCIEDAD ESPAÑOLA EN LA ÉPOCA MODERNA

CARACTERÍSTICAS GENERALES --> La sociedad en la Edad Moderna se trataba de una sociedad estamental y corporativa en la que el nacimiento marcaba tu estamento social (aunque con la posibilidad de un proceso de ascenso social). El hecho de que se trate de una sociedad corporativa implicaba una gran importancia de la función y pertenencia a un “cuerpo” (ya fuese una institución, gremio, linaje…). Las instituciones y gremios servirían, por lo tanto, para dar cierta presencia a los individuos más allá de su propia individualidad (por lo que este tipo de sociedad sería opuesta a una sociedad liberal en la que se abogase por la individualidad), especialmente a aquellos que no contaban con un linaje, pertenencia de nacimiento o títulos que los hicieran parte de una familia de renombre y poder. Debemos destacar aquí la importancia que tendrían el honor y la honra, dos valores muy presentes en el imaginario social de la Edad Moderna. También sería relevante el nivel económico de las personas por permitirte o restringirte el acceso a diversos títulos o cargos, esto en una sociedad que ya de por sí contaría con privilegios y desigualdades naturales. Se construye de esta manera en la Edad Moderna una sociedad desigual amparada por el marco del Antiguo Régimen, donde a los estamentos privilegiados les interesaría esta modalidad vigente no igualitaria, marcando la fiscalidad una desigualdad que estaba en este momento jurídicamente reconocida.

Relacionado con este tema acerca de los privilegios y desigualdades naturales entre las personas, debemos mencionar la existencia en esta sociedad de las limpiezas de sangre, que se efectuaban de manera común (mediante los que se generaban diversos árboles genealógicos para controlar esto) y que se mantuvieron legalmente hasta el año 1865. La idea de la honra vinculada con la limpieza de sangre tendrá que ver también con el oficio, lo que se observa en el caso del pintor Velázquez, siendo este un trabajador manual (pues era pintor, y en la consideración de la época lo que hoy llamamos artista no dejaba de ser un artesano). Es por esto que una de las peleas de Velázquez era conseguir el ennoblecimiento, tanto personal como de las artes.

Esta importancia del honor y la honra dará lugar a un género denominado como los “Libros Verdes”, tomando el título de uno de ellos, el Libro Verde de Aragón del 1623. Estos libros son una contestación a las limpiezas de sangre, exigiendo fundamentalmente las limpiezas de sangre aquellos que se consideran cristianos viejos, y respondiendo estos libros a esta gente. Los Libros Verdes comenzarán a publicarse en el siglo XVI, pero se popularizarán especialmente en el siglo XVIII, decidiendo investigar a esta nobleza que exigía limpieza de sangre recogiendo estos libros la historia de los grandes linajes de la nobleza para tratar de encontrar en algún momento algún fallo o episodio que permita decir que esos cristianos viejos sí que tienen manchas en su linaje. El más famoso es el Tizón, una memoria escrita y presentada ante el rey Felipe II por el Cardenal Francisco Mendoza de Bovadilla

LA NOBLEZA

Este será el grupo predominante por su función, aunque no desde el punto de vista demográfico. Este se puede definir como un grupo terrateniente, hereditario y privilegiado (por ser beneficiario de privilegios de carácter jurídico, fiscal y simbólico que le permite tener servicios y conficiones que el resto de población no tiene), destacando además su ya mencionada función, principalmente militar, pues la mayoría de linajes de la Edad Moderna provendrán de la Baja Edad Media de servicios militares. Igualmente, ya en el siglo XVIII nos encontraremos con nobleza que lo es por servicios prestados a la corona por motivos económicos. La base económica y patrimonial de esta aristocracia es fundamentalmente la propiedad agraria y el fundamento de su poder e influencia política vendrá por el poder señorial que estos desempeñaron, inherente a la condición nobiliar. La nobleza se institucionalizará mediante las Leyes de Toro

del año 1505, que sirvió para fortalecer los patrimonios de la aristocracia.

El régimen señorial que va asociado con la nobleza y que forma parte de estos (pues no se puede pensar en un linaje noble sin pensar en que estos poseerían un señorío), debiendo destacar que aquí, a diferencia de Europa del este, el ejercicio del señorío no llevaba asociado que los vasallos o súbditos del señorío debiesen prestar servicios en la tierra del señor, sino que en el caso de Castilla la prestación de servicios se reducía simplemente al pago de los derechos señoriales, mientras que en el caso de la Corona de Aragón desde el 1486 mediante la Sentencia Arbitral de Guadalupe quedan abolidos los malos usos en Cataluña (los malos usos eran abusos señoriales). Los señoríos implicaban también tener la capacidad por parte de estos nobles a implantar justicia en ese lugar, a tener derechos de patronazgo (nombrar y controlar diversos cargos eclesiásticos y percibir así parte de las rentas eclesiásticas), pueden cobrar también determinados monopolios (peajes, portazgos…) y pueden incluso llegar a beneficiarse de algunas rentas reales como las alcabalas (rentas enajenadas).

CLASIFICACIÓN DE LA NOBLEZA

Existirán en el grupo de la nobleza grandes diferencias que irán creciendo a lo largo de la Edad Moderna. La distinción más habitual sería la que divide a la nobleza entre alta y baja (o no titulada), es decir, nobles con título y nobles que no lo tienen, sumando a esto que dentro de cada uno de estos grupos podremos ver notables distinciones también internas. Las diferencias entre ambos grupos quedarán plasmadas en la distinción de la grandeza de España, que distinguiría a los más distinguidos de entre la nobleza, mientras que en el caso de la baja nobleza tendremos a la denominada habitualmente como hidalguía, aunque recibirá nombres distintos dependiendo del lugar del que hablemos. En Castilla, por ejemplo, será común la denominación de hidalgos o de caballeros (caballeros de cuantía en Andalucía y caballeros de alarde en Murcia); en Navarra se denominarán como cabos de linaje; en Aragón se denominarán como hijosdalgo o infanzones; y en Cataluña y Valencia se denominarán como homes de partage, donzell, ciudadanos honrados…

- Alta nobleza:

Estos serán los que tendrán más relevancia en cuanto a títulos. Debemos destacar en el siglo XVI al Estatuto de Grandeza del 1520, donde aparecerán nombrados los más relevantes nobles. Siguiendo las consideraciones de la época de la Baja Edad Media, el monarca sería considerado como un primum inter pares, y dentro de estos iguales Carlos I establece mediante este estatuto a aquellos que no son tan primeros como él, pero sí que estarán por encima del resto de sus iguales. Habría a finales del siglo XVI unos 100 títulos nobiliarios, siendo una de las características importantes la nobleza de toga que progresivamente irá creciendo, imponiéndose paulatinamente la sustitución de nobles militares por esta nobleza de toga que desempeñan como tarea fundamental la colaboración en gobierno y administración. Se formarán también en este siglo XVI grandes fortunas, destacando el ejemplo del Duque de Medina Sidonia, que ejercerá su poder jurisdiccional en lo que actualmente serían las provincias de Cádiz y Huelva, y que poseía un gran nivel económico debido a la pesca. Este duque no intervenía directamente ni en la pesca ni en la comercialización del producto, pero intervendría para sus gestores y administradores, esto contra la idea tradicional que se establecería de que los nobles eran un sector de la población ocioso e improductivo.

En el siglo XVII aumenta el número de títulos, habiendo 41 grandes de España y el número total de títulos rondaría los 200. En esta época destacarán dos grandes movimientos simultáneos, creando los reyes de este siglo grandes títulos, pero simultáneamente nos encontraremos con que títulos ya existentes se irán concertando por vía matrimonial, uniéndose las familias (de ahí que la casa de Alba adquiera tal cantidad de títulos). Una situación importante de esta nobleza titulada en el siglo XVII será el proceso de endeudamiento de algunos linajes cuyas causas tendrán que ver con las condiciones generales económicas del siglo XVII que afectarán especialmente al interior de la Península, y de este modo por diversas razones buena parte de la nobleza se verá en una situación de endeudamiento, que no implica una pérdida total del patrimonio sino de pérdida de liquidez para atender gastos ordinarios de sus territorios. La resolución del endeudamiento se resuelve mediante acuerdos de acreedores o mediante la intermediación de alguien del Consejo de Castilla, y en algunos casos se nombran jueces conservadores por parte de la corona para administrar los bienes de esta nobleza y que puedan salir de esta mala situación económica. En último término en algunos casos se concedían licencias extraordinarias por parte de la corona para que un noble pudiese desagregar parte de las tierras de un mayorazgo y venderlas para superar la deuda. En el siglo XVIII esta gran nobleza sigue creciendo, pasando a tener más de 100 grandes en España, observando a finales de este siglo un total de más de 1200 nobles, observando un claro aumento de estos por parte del reinado de Felipe V, VI y de Carlos III. Hay algunos títulos que serán comprados, otorgando al monarca una prestación económica para así recibir un título a cambio. No llegarán a haber levantamientos, pero sí que se irán abriendo paso algunas consideraciones o conflictos por vía de la ironía sobre el papel de la nobleza, sus costumbres, su fundamento económico y jurídico, sus privilegios… dando esto lugar a movimientos en contra de la nobleza que, ante esta reacción contra la nobleza tratarán de reformar su posición. Destacará aquí la oposición entre colegiales y manteístas, con una parte de la población de titulados universitarios no vinculados a la alta nobleza que tratarán de exigir que el acceso a cargos de gobierno

sea por mérito y no linaje. Ante esto habrá una cierta reacción, creándose la maestranza de nobles, corporaciones de nobles que se agrupan para defender su posición. Se criticará así cuál es la utilidad y la razón de ser de la nobleza y si sería pertinente seguir favoreciendo la creación de más títulos, insistiéndose en el libro Nobiliario vero del 1492 que se es noble por el linaje, no pudiendo otro ser noble, aunque en él se encuentren todas las virtudes.

- Baja nobleza:

Esta baja nobleza no tiene una distinción homogénea en la Península, observando en el siglo XVI variabilidades. Veríamos en Castilla un 10% de baja nobleza entre el total, mientras que, en el caso de Aragón, la baja nobleza comprendía un 5% de la misma. Teniendo en cuenta el crecimiento de la población y el aumento de expectativas, lo que nos vamos a encontrar es un cierto crecimiento del ennoblecimiento de los campesinos y de los burgueses, encontrando en el XVI documentación sobre probanzas de hidalguías, el establecimiento de las cámaras de hijosdalgo en las Chancillerías, etc. En el siglo XVI nos encontramos un incremento general de la hidalguía, sobre todo teniendo en cuenta las necesidades de la Hacienda Real, por lo que uno de los medios en los que los monarcas se apoyarán para cubrir el déficit de hacienda es el de crear y vender oficios. En el XVIII nos vamos a encontrar, muy genéricamente, un cierto control sobre esa nobleza no titulada, lo que significa una reducción en la proporción de hidalgos, en el caso castellano baja del 8 al 4%. El listón económico para ser hidalgo también se sitúa en un patrimonio mínimo mayor, que pasa de los 15.000 reales a 50.000 como manera de restringir el acceso a la condición hidalga. A esos hidalgos pobres se los recluta forzosamente al ejército como manera de quitárselos de encima y retirarlos del panorama nobiliar, al menos temporalmente. En algunos casos quienes elaboraban los árboles genealógicos de los títulos nobiliarios eran bastante fantasiosos, pues en el origen de la familia en muchos casos figuraban personajes bíblicos o como familiares de las dinastías reales o ficticias.

EL ESTAMENTO ECLESIÁSTICO

Este estamento tiene una nota peculiar, pues reproduce internamente la estructura de la sociedad en la nobleza, encontrándonos a la alta nobleza, hidalgos, campesinos, etc., observando una heterogeneidad de situaciones desde el punto de vista jurídico y económico, social, de relaciones familiares, de la actividad que desempeñan… Por otra parte, hay que decir que este estamento tiene una organización institucional específica, tanto desde el punto de vista estructural y con constituciones específicas ya no estructurales sino de derecho propio, el derecho canónico (una de las peculiaridades del estamento). Existirán diócesis más importantes que otras, destacando los arzobispados de Toledo, Sevilla y Santiago al ser los más relevantes por cuestiones administrativas y culturales además de su influencia en el gobierno de la Iglesia en la Península. Como ya mencionamos el estamento era muy heterogéneo, encontrándonos con un alto clero (arzobispos, obispos y abades), el clero medio (canónigos de catedrales y colegiatas, con privilegios intermedios) y el bajo clero (situaciones muy variadas, yendo desde los párrocos y beneficiados hasta los denominados como clérigos “vacos” que estaban a la espera de obtener oficio y beneficio eclesiástico, y los llamados clérigos de menores), y los regulares (estos se tratan de miembros de órdenes religiosas).

BASES SOCIALES Y ECONÓMICAS DEL ESTAMENTO ECLESIÁSTICO

Los que se encontraban en el estamento eclesiástico eran de origen social muy diverso y poseían, también, una formación diversa, encontrándonos con obispos y arzobispados que provenían de universidades mayores mientras que también veríamos a párrocos que tanto podrían haber estudiado en la universidad como en escuelas de gramática (nociones de lectura y escritura). Para el acceso al estamento eclesiástico habitualmente se pide al aspirante a saber leer latín (no saber traducirlo). Será también diverso su mantenimiento económico, en este caso del clero secular, destacando aquí el beneficio eclesiástico (rentas que permitían el mantenimiento digno del clérigo, estando estas asociadas habitualmente a un “oficio”), pudiéndose dar el caso de una acumulación de beneficios eclesiásticos diversos (varias canonjías, ser obispos o arzobispos y tener otros cargos… algo más común en el siglo XVI y en el XVII), lo que dará lugar a cuestiones con las que se combatirá el absentismo (la no residencia en el lugar en el que se pide el beneficio, siendo esto normal especialmente en la primera mitad del siglo XVI en el caso de obispos y arzobispos). Sobre los bienes eclesiásticos, destacarán aquí diversos como serán las propiedades urbanas, rurales, inversiones en censos, ofrendas y derechos de administración de sacramentos, rentas jurisdiccionales y, sobre todo, destacando el diezmo. El diezmo se trataba del 10% de la cosecha que debía entregar todo cultivador directo, destacando que en la práctica nunca se llegó a dar este porcentaje. El destino de estas rentas diezmales iría al mantenimiento del clero, del culto (edificios y objetos) y a la ayuda a los pobres. Igualmente, esta renta diezmal traerá consigo diversos problemas como serían la resistencia de los pagadores, el sistema de administración, la concentración en altas dignidades en detrimento de los párrocos, desviaciones hacia beneficiarios laicos (mediante el derecho de patronato) y hacia la Corona (mediante, por ejemplo, los subsidios y el excusado).


Habitualmente, las altas dignidades (tanto seculares como regulares) se trataban de señores jurisdiccionales, poseyendo iguales derechos y prerrogativas que los señores jurisdiccionales laicos. De este modo, podríamos observar una clara participación de altas dignidades eclesiásticas en cargos de gobierno y de administración de la Corona, esto, por ejemplo, con puestos en Consejos, Virreinatos… Esto enlaza directamente con la formación del estamento eclesiástico, que irá asociada con los ya mencionados orígenes sociales diversos que nos podríamos encontrar en este grupo. De este modo, el nivel teológico, jurídico, pastoral y moral iría en consonancia, en líneas generales, con el lugar ocupado en la jerarquía clerical. A partir de mediados del siglo XVI nos encontraríamos con Seminarios Conciliares, Sínodos diocesanos, reformas de órdenes… También en consonancia con los orígenes sociales iría el nivel de vida, dependiendo de este origen la vivienda, el mobiliario y enseres, los objetos de decoración, las bibliotecas, el número de familiares y criados a su servicio, sus ritmos de vida (gastos), etc.

CLASIFICACIÓN DEL CLERO

De manera global, nos encontraremos con que en el siglo XVI habría entre 80.000 y 100.000 personas en el estamento eclesiástico (unos 40.000 seculares y unos 50.000 regulares), abarcando entre un 4 y un 5% de la población total. Estos serían los datos dados por Domínguez Ortiz, pero otros historiadores como Ruiz Martín nos hablarían de alrededor de un 10 o 12% de eclesiásticos de toda la población total, debiendo destacar aquí que un 50% de estos viviría en las ciudades (valor que contrasta con el reparto general de la población, observando un 80% de población rural). En el siglo XVII nos encontraríamos con un incremento considerable del número de eclesiásticos, llegando hasta alrededor de 150.000 (un 50% más), especialmente si se tienen en cuenta las condiciones generales demográficas del siglo, llegándose a observar en este momento quejas por parte de los arbitristas acerca de su excesivo número, continuando así el esfuerzo reformador. Ya en el siglo XVIII y especialmente a mediados de siglo nos encontraremos con un 2% del total de la población, con alrededor de unas 180.000 personas (de las que algo más de la mitad eran regulares), manteniéndose el número del estamento durante el siglo de manera estable debido a la disminución relativa de estos en el contexto de la demografía del siglo, aparecerán aquí críticas y ataques desde dos frentes: el de los ilustrados por razones ideológicas y el de la Corona por motivos funcionales e institucionales. El resultado de estos ataques será la relativa pérdida de la significación global del clero en el entramado sociopolítico.

Las sedes episcopales más relevantes en el siglo XVI se encontrarán en Castilla la Nueva y Andalucía (destacan aquí las rentas de Toledo, con unos 250.000 ducados al año), posteriormente sedes de mediana importancia en Castilla la Vieja y pequeñas en Galicia y en Cataluña (destacan aquí las rentas de Tui, con unos 4.000 ducados al año). A partir de la segunda mitad del siglo XVI veremos una clara lucha contra el absentismo y una mejora en la preparación y trabajo eclesiástico de los prelados. En el siglo XVII veremos la existencia de 8 arzobispos y 46 obispos (encontrándose dos tercios de ellos en Castilla), destacando además en este período la impronta de la alta nobleza, aunque con alguna excepción. Ya en el siglo XVIII destacará la creación de nuevas diócesis como serían Santander, Tudela… además de suceder una clara aristocratización del alto clero, teniendo una mayor importancia la formación jurídica-civil y canónica frente a la teológica. En la segunda mitad de este siglo nos encontraremos ya con obispos reformadores que se encontrarían más preocupados por la mejora espiritual y el cambio de actitudes.

Pasaremos ahora a destacar los distintos grupos que podemos encontrarnos en el clero medio y bajo y la evolución que estos sufren a lo largo de los siglos:

o Capitulares de cabildos, catedralicios y colegiatas: En el siglo XVI nos podemos encontrar con unos 7.000 individuos, aunque destacando la existencia de diferencias numéricas de un lugar a otro (en el cabildo de Toledo 375 personas, en la de Orihuela 32…), existiendo también diferencias en las rentas y conflictos entre los obispos y los cabildos de las catedrales. Ya en el siglo XVII nos encontramos con unos 7.500 individuos, 2.500 dignidades y 5.000 beneficiados. En el siglo XVIII nos encontramos con unas 170 catedrales y colegiatas con cerca de unos 23.000 beneficiados según el censo del 1787. Las críticas de los ilustrados se centran en este siglo, sobre todo, en ellos por considerarlos con una función pastoral y social limitada. /// o Párrocos y beneficiados; clérigos de menores: En el siglo XVI tendríamos alrededor de unas 15.000 parroquias en la Corona de Castilla, aunque con gran diversidad de situaciones. En el siglo XVII se mantendrán las diferencias del sigo anterior, triplicando los beneficiados simples y capellanes a los párrocos, sucediendo además un apogeo de las capellanías laicales. En el siglo XVIII habría unos 16.700 párrocos (esto en el año 1787), con una mayor presencia en las ciudades que en el campo, debiendo destacarse que en este momento había unas 18.900 parroquias. Se tratarán en este siglo, por parte de los ilustrados, de revalorizar el papel del párroco (esto por la difusión de cultura y conocimientos técnicos) además de intentar mejorar su situación económica y su formación (creación de nuevos seminarios). Hacia el año 1768 se calculó la existencia de unas 50.000 personas en condición semieclesiástica, tratándose también de solucionar estas situaciones.

Debemos destacar también a las órdenes religiosas. En el siglo XVI entre las órdenes monacales destacarán los benedictinos, los cistercienses y los jerónimos, mientras que en las órdenes mendicantes destacarán los franciscanos y los dominicos (aparecerán además clérigos regulares como en el caso de la Compañía de Jesús, fundada en el 1540 y que tendrá una pronta difusión y aceptación). En el siglo XVII observamos una expansión general en la primera mitad de siglo de las órdenes religiosas, favoreciendo Felipe III la entrada de los capuchinos en Castilla, mientras que los franciscanos mantienen su prestigio y número (de unos 3.000 conventos, 700 eran suyos) y los jesuitas se consolidan, teniendo estos un papel relevante en la educación (especialmente de nobles) y en la política (como confesores reales). En el siglo XVIII nos encontramos con la expulsión de los jesuitas en el año 1767. Según el Censo de Aranda (del 1768) nos encontraríamos en este siglo con unos 56.500 religiosos y unas 27.600 religiosas, constituyendo un 80% del contingente humano masculino los mendicantes (especialmente franciscanos y dominicos), encontrándonos a final de siglo con unos 2.000 conventos de unas 40 órdenes religiosas, manteniéndose además una mayor presencia urbana de estas. Estas órdenes serán ampliamente criticadas por los ilustrados debido a sus grandes riquezas, su relajación de costumbres e independencia, existiendo además esfuerzos del regalismo por someter al control de la Corona a las órdenes religiosas, especialmente a aquellas cuyo superior residía en Roma o fuera de la Corona.

EL ESTADO LLANO

GRUPOS URBANOS

Las ciudades se tratan de unidades minoritarias y con una dinámica particular en el conjunto general de la sociedad de la época, actuando estas como centros mercantiles, administrativos, eclesiásticos, culturales, manejando el control sobre la tierra circundante (propiedad y jurisdicción), etc. Mencionaremos ahora algunos rasgos generales de los grupos sociales urbanos más destacados, siendo estos los criterios usados habitualmente para su descripción y análisis, combinando los profesionales con los económicos, jurídicos y de manifestación externa (modo de vida y comportamientos). Destacaríamos así a los siguientes grupos, en orden de mayor a menor poder y relevancia:

o Élites urbanas: Oligarquías de nobles, de comerciantes y rentistas que se encontraban en vías de ennoblecimiento. Estas élites gobernaban la ciudad mediante cargos públicos (aunque existiendo algunas diferencias formales entre el gobierno municipal castellano y el aragonés) y también mediante la propiedad de la tierra, los préstamos, etc. /// o Burguesía comercial y de negocios: Sector importante tanto a nivel social como económicamente, especialmente en algunas ciudades como Barcelona, Sevilla o Medina del Campo. En estos casos, se tratarán de grupos de procedencia heterogénea (en Sevilla destacaría la Casa de Contratación formada por comerciantes andaluces, castellanos, vascos…). Existirán contactos entre la burguesía y la aristocracia mediante los beneficios (atracción para la nobleza), los comerciantes que reinvierten en compra de tierras, la construcción (de palacios, capillas, hospitales…), la compra de regidurías, la de señoríos, la fundación de mayorazgos, etc. De este modo, la incompatibilidad entre el comercio y la nobleza quedaba en parte superada, tratando el gobierno de la monarquía de combatir también esta incompatibilidad. En el siglo XVII Olivares trata de movilizar capitales desde la nobleza al comercio e industria, destacando aquí la Real Orden del 1680 sobre la necesidad de que los nobles interviniesen en el proceso productivo, dando esto lugar a resultados desiguales, impulsándose esta política en el siglo XVIII. /// o Profesiones liberales (letrados y médicos): En principio, estas se trataban de actividades desempeñadas por quienes habían cursado estudios universitarios, aunque esto no siempre era así (cirujanos y notarios a veces aprendían trabajando con un profesional). En el siglo XVI sucederá un aumento de la demanda de estos profesionales, convirtiéndose también el grado universitario en algo prestigioso y aproximado a la nobleza. En el siglo XVII veremos un estancamiento de los empleos jurídicos por desproporción entre la demanda y la oferta. No obstante, nos encontraremos también con prejuicios y limitaciones, observando acusaciones de conversos, sátira popular y de moralistas. /// o Artesanos: La mayor parte de la población urbana se encontrará ocupada en estos trabajos, destacando sobre todo la confección, el calzado y la construcción (en Segovia en el siglo XVI un 60% de la población, y en Barcelona un 80%). Estos se organizarían en gremios, a veces muy numerosos y con diferenciación entre ellos (gremios mayores y menores, estatutos de limpieza de sangre para ingresar en algunos…). En el siglo XVI sucederá un desarrollo extraordinario de los gremios, esto tanto en número como en influencia social. Ya en el siglo XVII veríamos una inflexión en la evolución, con cierto cambio de actitud de las autoridades (control y permisos de asentamiento para artesanos no agremiados), aunque de todos modos aumentará el número de gremios por la nueva creación de estos y el desdoblamiento de los ya existentes. En el siglo XVIII y en la segunda mitad especialmente nos encontraremos con problemas de carácter económico, social y política que arcarán la decadencia de la institución gremial. /// o Trabajadores no cualificados: Estos se trataban de trabajadores asalariados no agremiados en industria (como los “bergants” catalanes) o también criados y criadas, trabajadores en el campo y jornaleros.

CAMPESINADO

A comienzos de la Edad Moderna, desaparece de España como de la mayoría de los territorios de la Europa Occidental, un rasgo característico que configuraba el mundo rural bajomedieval: la condición servil, que suponía cuando menos dos elementos, la adscripción del campesino a la tierra y el trabajo obligatorio en los dominios señoriales (reserva señorial). La Sentencia arbitral de Guadalupe, año 1486, abolió la condición servil y los malos usos anejos, y mantuvo los elementos básicos del régimen señorial, el “dominio eminente” del señor sobre las tierras que se reconocía por el pago de las rentas señoriales (laudemio, luctuosa y otras).

Algunas diferencias en el régimen de tenencia y explotación de la tierra las veríamos, por ejemplo:

  • En Galicia, donde observaríamos contratos de larga duración como los foros (también arrendamientos); y desde comienzos del XVI, se determina su duración aproximada de tres generaciones.
  • En Castilla y Andalucía, donde destaca el arrendamiento; y en Andalucía, donde veríamos principalmente a jornaleros.

Será importante en las sociedades campesinas del Antiguo Régimen la existencia de tierras comunes y derechos de uso colectivo de tierras de propiedad particular. En el primer caso, los montes y baldíos; en el segundo los derechos de espigueo y pasto una vez terminada la cosecha (alzada de mieses, derrota de mieses, etc.). Desde el XVI, las ordenanzas municipales suelen recoger medidas para regular estos usos y aprovechamientos comunitarios que servían sobre todo para asegurar un equilibrio entre ganadería y agricultura y favorecer al campesinado más desvalido. Tensiones en XVII y XVIII por venta y roturaciones de montes y baldíos.

Ahora profundizaremos en cada tipo de campesino y sus características a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII:

o Campesinos ricos: Estos eran llamados labradores, labradores honrados o villanos ricos. Estos poseían tierras abundantes, animales de tiro, reservas de alimento, etc. debiendo destacar que en el siglo XVI un 5% de los campesinos pertenecían a Castilla la Nueva. Estos campesinos ricos son los “poderosos” o “principales” de Andalucía, los dueños de las “masías” catalanas, etc. En el caso de Galicia, hasta un 10% del campesinado podía entrar en esta categoría. Aunque no fuesen nobles, su papel era importante en la vida rural cotidiana (prestamistas, intermediarios en el sistema señorial…). /// o Campesinos medios: En el siglo XVI estos conformaban un 20 o 25% del campesinado de Castilla la Nueva, porcentaje probablemente mayor en Cataluña, Castilla y León. Sus ingresos agrícolas los compensarían con la actividad agraria, arriera, carbón, etc. /// o Bajo campesinado: Estos serían aquellos con tierra insuficiente y que deben trabajar parcialmente para otro propietario, siendo estos los mozos de labranza de Cataluña y de Aragón. Estos en el siglo XVI eran principalmente los jornaleros, especialmente en el sur (en Castilla la Nueva, entre un 50 y un 70% del campesinado; en Andalucía, situación similar). Ya en el siglo XVIII y según los datos de Domínguez Ortiz a partir del censo de 1797, habría menos del 25% en la fachada septentrional; entre un 25 y un 30% en Navarra, Aragón, Valencia y Castilla la Vieja; y entre un 50 y un 75% en Cataluña.

En cuanto al siglo XVIII hablaremos de una situación general para todos los campesinos por suponer este siglo un endurecimiento de las condiciones económicas y de vida. En la Corona de Castilla veríamos ventas de jurisdicciones, presión de los señores para hacerse con la propiedad, venta y roturación de comunales, además de aumentar los cercamientos. En la Corona de Aragón, en Cataluña, la crisis explica en parte los alzamientos campesinos. En Valencia, la expulsión de los moriscos supuso el reajuste (alza) de las rentas pagadas por los campesinos. A nivel más general, observaremos un endeudamiento de los campesinos (censos) y debilitamiento de la propiedad comunal. Desde fines del siglo XVI, observaremos además movimientos migratorios de campo a la ciudad.

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