El Simbolismo en la Poesía de Miguel Hernández: Un Viaje por sus Figuras y Etapas
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El Lenguaje Poético de Miguel Hernández: Símbolos y Figuras Retóricas Destacadas
Su mundo poético se va creando a medida que evoluciona su concepción del poema y su temática. Hay dos fuentes esenciales en la simbología de Miguel Hernández, ambas procedentes de la naturaleza.
Las imágenes y los símbolos varían en intensidad y significado, aun cuando a veces se emplean los mismos elementos léxicos.
Primera Etapa: La Luna como Eje Poético
En su primera etapa, la luna es un motivo central en su poemario. La luna adquiere diversos significados: como naturaleza real (“la luna ya comienza a expirar”), en metáforas inocentes (“luna lluviosa”). En Perito en lunas, la luna es el centro de su universo; el poeta se declara “experto” (perito) en lunas con dos acepciones: una, la natural, como contemplación de pastor; y la otra, artística, donde los objetos de su entorno quedan reducidos a formas lunares: pozo, sandía, noria...
La luna puede tener diferentes significados en su metáfora: como ejemplo del comportamiento de la naturaleza, simbolizando el quehacer del poeta. Las fases lunares, a su vez, representan la evolución poética.
En general, los símbolos utilizados por el poeta provienen de su Orihuela natal y de su vida cotidiana: las palmeras, la sandía, etc.
Los recursos poéticos que se observan son el hipérbaton, la elipsis, la perífrasis y el frecuente uso de reiteraciones léxicas. Esta característica será, en adelante, una de las constantes de su obra.
Segunda Etapa: Símbolos de Conflicto y Pasión
En su segunda etapa, Miguel Hernández frecuenta las imágenes del cuchillo, las navajas, los puñales, las espadas... y, sobre todo, el rayo (“Un carnívoro cuchillo...”). El rayo da nombre al título de El rayo que no cesa, obra que se enmarca en un contexto amoroso: el poeta desea experimentar el goce carnal, pero las reglas sociales se lo impiden. El rayo simboliza el deseo no satisfecho, la atracción erótica no correspondida. El rayo presenta dos momentos clave: como amenaza y maldición, y como fuerza y garra.
Otro símbolo recurrente en Hernández es el toro. En el contexto amoroso, el toro tiene dos interpretaciones: el toro bravo, en libertad, simboliza la virilidad y la masculinidad; mientras que el toro de lidia, en la plaza, simboliza el destino fatal hacia el dolor y la muerte.
En la poesía épica, el buey es un símbolo despectivo con connotaciones sociales y políticas (“No soy de un pueblo de bueyes”). La animalización y la cosificación sirven para mostrar con ternura la solidaridad ante la injusticia. En “El niño yuntero” se presenta a un menor, “carne de yugo”, como un buey; y se identificará al hombre desalmado como una “fiera” o “el tigre” en la “Canción primera”.
En la temática amorosa se observa el uso de la antítesis y numerosas anáforas que cumplen la función de intensificar las emociones.
Tercera Etapa: Compromiso Social y la Tierra
En su tercera etapa, el viento se erige como símbolo de la poesía épica, el “viento del pueblo”. En esta época, es un símbolo del compromiso social y político con los más débiles: “Vientos del pueblo me llevan, / vientos del pueblo me arrastran...”
La tierra es símbolo de la propia naturaleza y del trabajo. La tierra representa vida y muerte en la existencia del hombre. Se le ha llegado a denominar el “poeta de la tierra” debido a que este elemento atraviesa toda su obra: “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas”.
Última Etapa: Luz, Sombra y Esperanza
En la última poesía de Hernández, la luz y la sombra simbolizan la vida y la muerte, la esperanza y la frustración. La sombra se va apoderando del mundo poético de Miguel Hernández a medida que avanza la guerra, sobre todo después de la muerte de su primer hijo y durante su periodo en la cárcel. Hernández cierra su vida con unos versos que proclaman la victoria de la luz sobre la sombra, es decir, con un atisbo de esperanza, con la alegría del futuro hijo (“y el sol nace en tu vientre donde encontró su nido”).
Las comparaciones se vuelven más sencillas; las anáforas se suavizan, adoptando un realismo crudo. Las interrogaciones directas a su alma, las numerosas antítesis, el paralelismo y la correlación se usan con medida y responsabilidad. Estos poemas, cargados de emoción, sirvieron para dar una salida a los dolores del poeta.