El Significado de la Muerte de Jesús: Perspectivas Teológicas y Redención

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La Muerte de Jesús: Significado y Perspectivas Teológicas

Jesús, como hombre que era, no sabía todo lo que iba a pasar. Sin embargo, está claro que sabía que si iba a Jerusalén, su vida correría serio peligro. Conocía el destino trágico de los profetas que actuaban en nombre de Dios. Pero si Jesús no hubiera ido esos días a Jerusalén, habría sido como renunciar a su proyecto de anuncio y realización del Reino de Dios. Por eso, arriesgó su vida y entró en la ciudad santa.

Los primeros cristianos, que eran judíos, interpretaron la muerte de Jesús con ayuda del Antiguo Testamento. Así, Jesús había muerto como muchos profetas. Pero los discípulos de Jesús pensaban que Dios no estaba con él, porque, de lo contrario, habría hecho algo para evitar una muerte tan cruel. Solo cuando experimentaron la resurrección de Jesús, volvieron a creer que Dios estaba con él y comenzaron a afirmar que Jesús había muerto por los pecados de todos los hombres, para nuestra salvación.

Para entender hoy correctamente la muerte de Jesús como salvación, existen dos explicaciones principales:

Perspectivas sobre la Muerte de Jesús como Salvación

  • Explicación Tradicional

    Según Anselmo, tras cometerse el pecado original, se abrió un abismo infinito entre Dios y el ser humano. Al ser Dios infinito, la ofensa era infinita. Dios quedó muy ofendido. Entonces tomó la iniciativa y se hizo hombre, se encarnó. Al ser Cristo, a la vez Dios y hombre, podía volver a unir a ambas partes: al ser Dios, su sacrificio salvaría esa separación infinita de la que hablamos; y por ser hombre, con su muerte repararía la ofensa hecha a Dios por el género humano al principio de la historia. Por eso, la sangre de Jesús aplaca la ira de Dios y limpia nuestros pecados, en una especie de rescate. Es decir, la muerte de Jesús es un sacrificio que agrada a Dios, y así este nos perdona.

  • Explicación Teológica Actual

    En realidad, lo que nos salva es toda la vida de Jesús, el hecho mismo de que Dios nos haya querido tanto como para encarnarse en nuestra realidad y querer ser persona humana. Dios no es una especie de sádico que quiere sangre, sino un padre que nos ama tan entrañablemente como para querer compartir lo que somos, identificarse con nosotros hasta ser uno de nosotros. Además, es muy importante todo lo que hizo y dijo, ofreciendo un nuevo modelo de vida feliz, el Reino de Dios, y comunicándonos cómo es Dios de verdad.

    Fueron los hombres que mandaban entonces los que quisieron su muerte. Dios permitió esa muerte y no actuó por una sencilla razón: porque Jesús era hombre con todas las consecuencias, y también con todas las limitaciones. Si Dios hubiese salvado a Jesús milagrosamente en el último momento, habría traicionado su proyecto: hacerse ser humano de verdad, sin trampa ni cartón. Solo después Dios actuó y rompió su silencio, resucitando a Jesús y dejando claro que Jesús tenía razón, y no los sacerdotes y dirigentes religiosos que ordenaron su muerte. Sin la resurrección, sería absurdo decir que la muerte sola de Jesús nos salva.

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